De Buenos Aires a Oropesa de Aznar
Esper¨® el alba y el alba era Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar. Cuando salga el sol -le confi¨®-, te quiero en Madrid, en el palacio de Santa Cruz. Luego, en el encerado de la avenida de Rivadavia, le estamp¨® una revelaci¨®n geom¨¢ntica: Tu destino est¨¢ al otro lado del oc¨¦ano; b¨²scalo en la huerta, en los ba?os de tu adolescencia en Oropesa, en el atrio de Zaplana; pero, cuidado, no sucumbas a las tentaciones ling¨¹¨ªsticas de los nativos. Recuerda que son tus paisanos y discretamente persu¨¢delos para que atemperen el fragor de sus controversias. Y as¨ª fue c¨®mo el joven diplom¨¢tico Fernando Villalonga Campos hizo su valija y abandon¨® Buenos Aires y la nostalgia golfa y orillera del bandone¨®n, con una calva decorosa y espejeante made in Eduardo Fal¨². Cuando volvi¨® a su ciudad natal ten¨ªa treinta y cinco a?os, un cofre repujado con la p¨²rpura de su linaje; y una memoria ambulante y ungida con aceite de palma, donde se amontonaba el mundo: los bazares y las c¨²pulas doradas de la mezquita de Kazimayn de Bagdad, el encanto de las danzarinas de Bali, una mesita de teca de Java, unas boleadoras de gaucho, y todo su arte desplegado con finura y astucia que alfombr¨® los pasos del primer Ejecutivo popular de la Generalitat Valenciana que presid¨ªa Eduardo Zaplana. Era en julio del 95 y all¨ª estaba, con los otros siete magn¨ªficos de la escuder¨ªa de Benidorm, d¨¢ndole una pasada de esmalte a las carteras que le hab¨ªa sacado de las urnas al actual secretario del PSPV, Joan Romero, y a la escritora Pilar Pedraza: Educaci¨®n y Cultura que se dispon¨ªa a tutelar en un mismo ep¨ªgrafe. Fernando Villalonga sorprendi¨® y levant¨® expectativas: liberal, rutilante, adiestrado en el di¨¢logo y en la finura de la negociaci¨®n y que adem¨¢s campaba por derecho de sangre en el solar de Ignasi Villalonga, un ancestro financiero y parlamentario esculpido en el tasado bronce de la derecha democr¨¢tica valenciana y palad¨ªn de la unidad de la lengua, ?qu¨¦ m¨¢s cr¨¦ditos pod¨ªan valerlo para el desempe?o de su delicado cometido?. Nacido en Valencia, se licenci¨® en Derecho por su Universidad, en la que fue alumno de Carmen Alborch, y algunos de sus condisc¨ªpulos lo recuerdan aplicado y muy posmoderno, de talante generoso y declamando en plata la abrupta cartograf¨ªa del catal¨¢n y el callejero bonaerense y pend¨®n del lunfardo. Pero su Consejer¨ªa era el teatro de operaciones de una filolog¨ªa de traca; y se consumieron las l¨¢mparas, los festones, los ardientes aromas del retorno al hogar. Fernando Villalonga vaci¨® la doctrina de la hijuela y estren¨® el pliego de las capitulaciones: evit¨® enfrentamientos con el secesionismo iluminado; derog¨® los t¨ªtulos ya homologados de aptitud ling¨¹¨ªstica con Catalu?a y Baleares; desenvain¨® el afilado l¨¢piz del censor y le hizo el mal de ojo a dos textos escolares: a uno porque citaba p¨¢rrafos, publicados en la prensa peri¨®dica, de las grabaciones del caso Naseiro que involucraba a Zaplana y salpicaba de l¨¦gamo la contabilidad de Aznar; y al otro porque aportaba fragmentos de El manifiesto comunista, unos versos sobre la guerra civil de Miquel Dur¨¢n y cierto l¨¦xico presuntamente insolente, cu¨¢nta ingratitud. ?Qu¨¦ le hab¨ªa sucedido al joven y brillante diplom¨¢tico?, ?¨®rdenes de la calle G¨¦nova o pataditas bajo la mesa del Palau? Pero Fernando Villalonga conoc¨ªa el sinuoso y envenenado atajo de su propio destino. Y no le complac¨ªa aquel entorno de recelos y suspicacias. Ten¨ªa que salir de Valencia casi de puntillas, entre las salvas sordas del regionalismo y los elogios de Zaplana. El poder estaba en Oropesa, donde un miembro de su clan, Juan Villalonga, facilitaba a su querido amigo Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, un apartamento para los veranos. Por eso coloc¨® su carn¨¦ de partido en los territorios marcados por el ¨¢cido ¨²rico de Carlos Fabra. Y esper¨® el sol y el sol era Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, con la presidencia del Gobierno como una t¨²nica del color del cerezo. Tu destino est¨¢ en el Ministerio de Asuntos Exteriores, en el palacio de Santa Cruz, le anunci¨®. Y lo nombr¨® Secretario de Estado para la Cooperaci¨®n Internacional y con Iberoam¨¦rica. Muy cerca de Abel Matutes. A ver qu¨¦.
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