"De aqu¨ª no nos mueve nadie"
Llevan varias d¨¦cadas trabajando los terrenos situados en la ribera izquierda del arroyo de la Vega y no parecen dispuestos a marcharse. Los moradores de estas 29 chabolas han desafiado el ultim¨¢tum de la Confederaci¨®n Hidrogr¨¢fica que mediante un edicto les obliga a abandonar los terrenos. Este organismo les advierte del peligro que corren ante una posible subida del cauce del afluente del Jarama. Los ocupantes de las tierras retan a la Administraci¨®n: "Lucharemos hasta el final, de aqu¨ª no nos mueven. Nos iremos si nos dan otras tierras f¨¦rtiles".Los huertos pr¨®ximos al arroyo de la Vega estaban hace 20 a?os invadidos por la maleza. Comenzaron a poblarse a golpe de azada, casi como en el viejo Oeste: el primero que llegaba se convert¨ªa en terrateniente.
Vecinos de pueblos cercanos tomaron posesi¨®n de los terrenos adyacentes al r¨ªo sin ning¨²n impedimento por parte de las autoridades. Es el caso de Ram¨®n Ferreiro, un jubilados de Alcobendas que coloniz¨® una parcela de 250 metros cuadrados. "Una ma?ana, hace 15 a?os, llegu¨¦ al terreno al lado del r¨ªo, puse una cerca y levant¨¦ una chabola. A partir de ah¨ª comenc¨¦ a cultivar la tierra hasta ese momento olvidada". As¨ª relata Ram¨®n Ferreiro c¨®mo se adue?¨® del huerto del que ahora quieren echarle. Durante tres lustros ha sembrado hortalizas. Tambi¨¦n levant¨® un chamizo para guardar las herramientas. No tiene ning¨²n papel para demostrar que el terreno es suyo, tan s¨®lo su palabra y los tomates, pepinos y lechugas que con cari?o ha visto crecer durante todo este tiempo.
"Esto es como una casita de campo", asegura. "Yo y mi familia venimos durante el fin de semana a pasar el d¨ªa. Nos entretenemos en el huerto, cuidamos los ¨¢rboles y la familia disfruta mientras yo trabajo la tierra", agrega.
A Manolo, de 49 a?os, casado y con tres hijos, tambi¨¦n se le ocurri¨® la misma idea. En 1978 baj¨® al cauce del arroyo de la Vega para ocupar otra parcela. "Llevaba tiempo paseando por la zona y un d¨ªa decid¨ª montar un huerto", explica Manolo. "Aqu¨ª llevamos muchos a?os sin que nadie se preocupase de nosotros", subraya. "Yo soy jubilado por enfermedad y trabajo tierras de las que nadie se ocupa".
La orden que les insta a abandonar los terrenos en el plazo de 10 d¨ªas no les sorprende. "Llevamos mucho tiempo con el mismo problema a vueltas". "Quieren que abandonemos las chabolas por el peligro que representan, pero el r¨ªo nunca sube tanto como para inundarlas", asegura Ram¨®n Ferreiro.
La Confederaci¨®n Hidrogr¨¢fica tambi¨¦n ha advertido del peligro de contaminaci¨®n que supone el riego con agua proveniente del arroyo. El exceso de plomo que ¨¦sta contiene puede afectar a las hortalizas que crecen en los terrenos. No obstante, los dos jubilados aseguran que, pese a la contaminaci¨®n de las aguas, sus hortalizas tienen la misma calidad de siempre, e instan a las autoridades a canalizar el cauce del r¨ªo para que el riesgo de inundaci¨®n desaparezca. Mientras tanto, Manolo y Ram¨®n siguen atendiendo sus huertos, ajenos a las ¨®rdenes administrativas. "No es justo que nos echen de nuestras parcelas", aseguran. "El Ayuntamiento tiene gran cantidad de terrenos sin cultivar en los que los jubilados desocupados podr¨ªan entretenerse".
La Administraci¨®n, por su parte, justifica su decisi¨®n en el peligro de inundaci¨®n. "El agua", reconoce Ram¨®n, "s¨ª suele subir en invierno, pero nunca tanto como para poner en riesgo nuestras vidas y nuestras chabolas".
El plan de canalizar el afluente, descartado por la Confederaci¨®n Hidrogr¨¢fica, es, para Manolo, la mejor soluci¨®n al problema. "Si las autoridades se niegan a canalizar el torrente del que nos abastecemos, entonces que nos den la opci¨®n de seguir cultivando en otro lugar. No nos importa d¨®nde; s¨®lo queremos seguir con nuestra afici¨®n".
Mientras expira el plazo dado por las autoridades, Manolo y Ram¨®n trabajan en sus terrenos con la esperanza de poder recoger su ¨²ltima cosecha.
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