Laxantes y urgencias
Las discordias pol¨ªticas terminan enturbiando, en lugar de aclarar, los asuntos sobre los que porf¨ªan. Por eso es poco probable que se puedan obtener conclusiones del enfrentamiento existente entre la Junta y el Gobierno de Madrid sobre el medicamentazo. Si existiera la posibilidad de un debate pol¨ªtico medianamente serio, ¨¦sta hubiera sido una ocasi¨®n ideal para discutir sobre cu¨¢les han de ser los l¨ªmites racionales y justos del estado de bienestar y, de paso, iniciar una muy necesaria campa?a did¨¢ctica sobre el uso sensato de los bienes p¨²blicos. El enturbiamiento del debate pol¨ªtico no permite quiz¨¢ que la ciudadan¨ªa saque conclusiones y, ni mucho menos, que pueda obtener un modelo de comportamiento. Bajo las mismas siglas del PSOE se ha pasado de culpar a los ancianitos de ser aut¨¦nticos depredadores del sistema de salud -como se hac¨ªa cuando Carlos Solchaga era ministro de Econom¨ªa- a esta generosa barra libre de laxantes que patrocina Manuel Chaves. Cualquiera que tenga amigos en la sanidad p¨²blica habr¨¢ o¨ªdo quejas sobre la escasa valoraci¨®n que, injustamente, algunos usuarios dan a los servicios que reciben. Quiz¨¢ porque los reciben gratis, ignoran su verdadero costo, los comparan inevitablemente con la vieja beneficencia y no con algo propio de estados modernos y adem¨¢s no tienen la posibilidad de medirlos con los de otros pa¨ªses o con la misma medicina privada de este pa¨ªs. Los m¨¢s quejosos -dicen los m¨¦dicos- son, precisamente, lo que soportan dolencias menores -e incluso triviales- y uno de los servicios que m¨¢s quejas suscitan es probablemente el de las urgencias de los hospitales p¨²blicos. Es normal, dado el estado de ansiedad con el que llegan a esos servicios buena parte de los pacientes. Pero tambi¨¦n sucede que muchos acuden buscando lo que normalmente deber¨ªan de encontrar en los centros de salud o, simplemente, acudiendo a una farmacia o al sentido com¨²n, que deber¨ªa de estar m¨¢s a mano. El resultado es que en muchas ocasiones se pone en marcha una maquinaria costos¨ªsima para curar dos picaduras de mosquito, un dolor de muelas o un persistente estre?imiento que el paciente no se decide atajar hasta la madrugada del und¨¦cimo d¨ªa. ?stos no son casos inventados, sino reales y est¨¢n extra¨ªdos de las hojas de reclamaciones de un hospital de M¨¢laga. Naturalmente, muchos de tan veniales pacientes quedaron descontentos por el trato recibido, ya que tuvieron que esperar ante la competencia de otros asuntos m¨¢s urgentes y propios de estos servicios: accidentes, intoxicaciones, ataques card¨ªacos... Hace a?os que se habla de un proyecto siempre aplazado: hacer firmar a cada usuario de la sanidad p¨²blica la factura con los gastos ocasionados para que tenga conciencia del costo real de los servicios que utiliza. ?sta ser¨ªa quiz¨¢ una manera de ayudar a la ciudadan¨ªa a valorar y usar m¨¢s sensatamente los servicios p¨²blicos. Pero m¨¢s que crear esta conciencia, ahora parece que la Junta y el Gobierno se hubieran puesto a competir a ver qui¨¦n da m¨¢s, sin que quede claro si la oferta que se hace es o no sensata. Todo lo m¨¢s, puede ser un arma electoral y de ¨¦stas ya hay demasiadas.
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