La Polic¨ªa libera a tres miembros de una familia de "narcos" retenidos y torturados por otra banda
Con el rostro desfigurado, a punto de morir de asfixia, golpeado sin piedad con un bate de b¨¦isbol y encerrado en el maletero de un coche, la polic¨ªa rescat¨® durante la madrugada del pasado martes a las afueras de Madrid -en una acci¨®n de comando ejecutada por el Grupo Especial de Operaciones- al patriarca de una familia de traficantes de droga de Valladolid. Hab¨ªa sido secuestrado ese mismo d¨ªa junto a otro matrimonio de su familia por otra banda, de corte mafioso, formada por cinco espa?oles, un uruguayo y un estadounidense. Lo torturaron hasta que lograron un rescate de 30 millones.
Iv¨¢n Llorente aceptaba todo tipo de trabajos, siempre que fueran lo suficientemente sucios. Monitor de un gimnasio de Alcorc¨®n (Madrid), aficionado al culturismo, la m¨²sica fuerte y los coches caros, su ascenso fue vertiginoso en la carrera de la delincuencia. De simple mat¨®n de discoteca a jefe de su propia organizaci¨®n criminal, con un lugarteniente -David Berr¨®n, de 28 a?os- y cinco sicarios -tres espa?oles, un estadounidense y un uruguayo- con amplias referencias en los archivos de la polic¨ªa y de la Guardia Civil.La cartera de pedidos de Iv¨¢n era considerable: desde una simple paliza -Iv¨¢n se encargaba de ejecutar ajustes de cuentas por encargo sin hacer preguntas- a asuntos mucho m¨¢s complicados. La Unidad Central de la Polic¨ªa Judicial tuvo conocimiento hace ocho meses de que la banda de Iv¨¢n trabajaba para grandes organizaciones internacionales de narcotraficantes. Y se puso a vigilarlo.
Sab¨ªan que la especialidad de Iv¨¢n era lograr -sin escatimar amenazas ni torturas- que los peque?os traficantes de droga pagaran la mercanc¨ªa en tiempo y forma. Que sus clientes, los grandes se?ores de la coca¨ªna y la hero¨ªna, no se quedar¨¢n sin cobrar. Sus herramientas de trabajo -adem¨¢s de la corpulencia f¨ªsica y una falta absoluta de escr¨²pulos- eran tres pistolas de nueve mil¨ªmetros parabellum, dos escopetas del calibre 12 y un bate de b¨¦isbol del mejor aluminio.
Juergas y coches de lujo
Durante meses, la polic¨ªa control¨® sigilosamente, d¨ªa y noche, los movimientos de la banda de Iv¨¢n. Conoc¨ªan sus gustos -las juergas hasta altas horas de la madrugada en bares de moda-; sus guaridas -dos casas en la localidad madrile?a de Robledo de Chavela-; sus coches de lujo -un Mercedes, dos BMW y un Porsche-, pero sobre todo su inclinaci¨®n desmedida por la violencia. Adem¨¢s de los secuestros y extorsiones, Iv¨¢n y David sol¨ªan adentrarse a veces, armados de sus pistolas y de placas de polic¨ªa robadas, en los poblados de chabolas donde se vende droga. A golpe de madrugada, pistola y amenaza, consegu¨ªan robar la mercanc¨ªa de los peque?os traficantes y quedarse con su dinero sucio. Entre los malos, eran los peores.La polic¨ªa lleg¨® a saber tanto de ellos que el lunes por la ma?ana se oli¨® que estaban preparando algo gordo; m¨¢s de lo habitual. Iv¨¢n puso a trabajar a sus hombres muy de ma?ana. La polic¨ªa decidi¨® seguirles los pasos y actuar. A todo lo que sucedi¨® a continuaci¨®n le llamaron Operaci¨®n Orqu¨ªdea.
Al atardecer del lunes 31 de agosto, el jefe de la operaci¨®n ya sab¨ªa que se hab¨ªa producido un secuestro en Valladolid, aunque no hab¨ªa sido denunciado. Tres miembros de una familia de traficantes de poca monta -Antonio L. J., de 50 a?os, y el matrimonio formado por Jos¨¦ Mar¨ªa M. L., de 28, y Mar¨ªa Teresa de la C.O, de, 26- hab¨ªan desaparecido en extra?as circunstancias. Dada la procedencia de los encartados, a la polic¨ªa no les extra?¨® que a sus familiares se les hubiera olvidado llamar al 091. As¨ª que, de oficio, estrecharon el cerco a¨²n m¨¢s sobre la banda de Iv¨¢n. Y, por si las cosas se pon¨ªan feas, algo muy probable trat¨¢ndose de Iv¨¢n, la polic¨ªa decidi¨® que los hombres del GEO -el Grupo Especial de Operaciones- fueran los que realizaran la detenci¨®n de los siete integrantes de la banda. A¨²n no se sab¨ªa qu¨¦ guardaban en el interior del chal¨¦, pero seguro que no eran bombones. Fue precisamente un observador del GEO quien divis¨®, ya de noche, a uno de los maleantes subido al tejado de la casa, oteando el horizonte. La polic¨ªa decidi¨® que, una vez m¨¢s, lo urgente era esperar.
Y esper¨®. Una hora, dos...; no pasaba nada. A eso de las tres, la casa se puso en movimiento. Los miembros de la banda de Iv¨¢n salieron de dos en dos y ocupando sus coches de lujo, todos procedentes de robos. 20 hombres del GEO recibieron la orden de actuar. Y uno a uno, a una distancia prudente de la casa, fueron abordando los coches. ?Y c¨®mo reaccionaron? "Nuestra clave", dice uno de los hombres que particip¨® en la operaci¨®n, "es precisamente no dejarles reaccionar; con delincuentes peligrosos no te puedes arriesgar a que tengan una pistola y ganas de usarla".
Operaci¨®n r¨¢pida
Ten¨ªan las dos cosas. Los geos detuvieron en cuesti¨®n de minutos a cinco de los siete delincuentes, tres de ellos con las pistolas en el cinto y una bala en la rec¨¢mara. Poco tiempo despu¨¦s, los polic¨ªas de ¨¦lite, vestidos de paisano, con chalecos antibala y c¨¢maras para ver en la oscuridad, se acercaron a la casa divididos en dos grupos. Como en las pel¨ªculas, sincronizaron su entrada en la casa: un grupo por el garaje; el otro, por la puerta principal.Lo que se encontraron all¨ª dentro tambi¨¦n era como en las pel¨ªculas, salvo que las escopetas y los pasamonta?as, la sangre y el dolor eran de verdad. La polic¨ªa encontr¨® a Iv¨¢n y a su lugarteniente con las caras embozadas y vigilando un coche -un Ford Sierra robado en Palencia- y a las tres personas, maniatadas y amordazadas, que hab¨ªa en su interior.
Los polic¨ªas, tras reducir a los dos cabecillas de la banda y sacarlos del garaje, liberaron a Antonio, el mayor de los secuestrados. Lo encontraron en el interior del maletero, maniatado, cubierto con celof¨¢n, torturado sin piedad con un bate de b¨¦isbol, con la cara desfigurada por los golpes y con s¨ªntomas de asfixia. La mujer y el hombre joven estaban en el asiento trasero del veh¨ªculo, maniatados y amordazados. Tambi¨¦n hab¨ªan sido torturados. En un rinc¨®n del garaje hab¨ªa una silla baja, el bate de b¨¦isbol y una soga con restos de sangre. Iv¨¢n y sus hombres hab¨ªan torturado a Antonio para que le dijera por tel¨¦fono a sus familiares, tambi¨¦n traficantes, que reunieran en dos horas 30 millones de pesetas, como fuera, que sus secuestradores iban en serio, que lo iban a matar.
Antes de amanecer, la polic¨ªa encontr¨® en otra de las casas de Iv¨¢n Barroso una caja. Hab¨ªa 30 millones de pesetas, en billetes peque?os.
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