Lucio Battisti, cantante italiano
Ha muerto como un fantasma en el hospital San Paolo, de Mil¨¢n. Lejos de la civilizaci¨®n, encerrado en su castillo, aquejado de una profunda indisposici¨®n con su propia m¨²sica y su propio pasado. Se rumorea que de un c¨¢ncer de h¨ªgado, pero tampoco se sabe con certeza.Lucio Battisti ha muerto 55 a?os m¨¢s tarde que su leyenda. Vivan las emociones. S¨®lo los m¨¢s adictos a las melod¨ªas del coraz¨®n recuerdan su ¨²ltima aparici¨®n en p¨²blico, su ¨²ltimo concierto, porque hac¨ªa ya m¨¢s de veinte a?os que no se dejaba ver, no conced¨ªa entrevistas, hu¨ªa como alma que lleva el diablo. S¨®lo su hijo daba a entender de vez en cuando que no se trataba de un espectro y dec¨ªa que segu¨ªa all¨ª, encerrado, contemplando su calavera.
Incluso sus discos segu¨ªan saliendo con cierta regularidad, discos confeccionados en el estudio casero como un plato para la ultratumba, discos beligerantes contra el ¨¦xito, algunos con t¨ªtulos como Hegel, sin concesiones al estribillo f¨¢cil, sin piedad con su propio esplendor de los a?os sesenta.
El brillo no le sentaba bien al muchacho de Poggio Bustano (Lacio). Ten¨ªa la voz de un duende lun¨¢tico, el pelo ensortijado como un Hendrix de los tiempos de San Remo, una guitarra en bandolera como Dylan y Donovan y todos aquellos cantautores que descubrieron el hechizo de la electricidad y quisieron morir de una descarga.
Las canciones de Battisti poseen el sortilegio de la moneda que cae dentro del juke-box en cualquier bar de un Duomo posible y, de repente, el mundo se ilumina tres minutos con I giardini di marzo, Emozioni, Il tempo di morire, Non e Francesca. Una moneda que cae en el juke-box mientras repetimos hasta la muerte: "Non sar¨¤ una"avventura/ non pu¨° essere soltanto una primavera/ questo amore non ¨¦ una stella che al mattino se ne va".
Su m¨²sica resplandeciente de los sesenta fue poco a poco contamin¨¢ndose de escepticismo como un Beethoven de parque de atracciones, manch¨¢ndose de impurezas como un fresco del Renacimiento al que el tiempo va difuminando en la pared de un templo. M¨²sica agria, resentida pero, a la postre, tan hechicera como la primera vez.
Con Lucio Battisti desaparece el m¨¢s controvertido y genial compositor de la canci¨®n italiana. Un autor oscuro, morboso, mis¨®gino por momentos que se ha debatido siempre contra el ¨¦xito f¨¢cil y al que la derecha italiana, quiz¨¢ con la nostalgia de las camisas negras y los cr¨¢neos rasurados, ha querido ver c¨®mo el anti-DeGregori, el anti-Dalla. No hay debate pol¨ªtico, sin embargo, cuando se habla de melancol¨ªa, de Dios, de un caf¨¦ en compa?¨ªa, de una motocicleta tan bonita como la Venus de Samotracia.
Las emociones, afortunadamente, van m¨¢s all¨¢. Forza, Lucio!-
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