Dif¨ªcil memoria
Resulta bastante sano bucear en las im¨¢genes de la memoria, recordar c¨®mo hemos sido. Es ¨¦ste un ejercicio muy bueno para la modestia. Ver en las fotos de archivo de los peri¨®dicos o en viejos documentales las ciudades en las que hemos vivido nos lleva a reconciliarnos con nuestra propia historia. Pero eso es algo que s¨®lo est¨¢ al alcance de los que tenemos nuestro pasado en ciudades y pueblos de cierta envergadura. Para asomarse al pret¨¦rito, a nuestros vecinos de Lucainena de las Torres, en las Alpujarras de Almer¨ªa, no les ha quedado m¨¢s remedio que organizar un ciclo de "espagueti-western" y adivinarse, haciendo bulto, tras Rachel Welch, Burt Reynolds o Telly Savalas, en la media docena de pel¨ªculas que se rodaron en ese pueblo. Para comprobar c¨®mo eran hace veinticinco o treinta a?os, a los habitantes de Lucainena no les queda m¨¢s remedio que verse disfrazados de pistoleros o de zarrapastrosos mexicanos, en un pueblo que era tan polvoriento como los escenarios del Oeste americano que pretend¨ªa imitar y a¨²n m¨¢s pobre. Tanto que, seg¨²n nos contaba hace pocos d¨ªas este peri¨®dico, los lucainenses destinaron los ingresos de uno de sus primeros trabajos como figurantes a asfaltar el camino que llevaba a la fuente que abastec¨ªa de agua a todo el pueblo. Los pobres est¨¢n condenados siempre a hacer m¨¢s esfuerzos que nadie y los alpujarre?os, para que no los olvidemos, tienen que buscar salidas ingeniosas: celebrar el fin de a?o en pleno agosto o estudiar su pasado a trav¨¦s de un ciclo de "espagueti-western". Reconozco que, hasta que comenzaron a aparecer en los peri¨®dicos, pens¨¦ que las excentricidades alpujarre?as que me relataban mis amigos Paco Mart¨ªn Morales y Alejandro V¨ªctor Garc¨ªa estaban s¨®lo en sus imaginaciones. Ahora he aprendido que en las Alpujarras el humor absurdo es un producto m¨¢s t¨ªpico y genuino que las jarapas. Cuando el sitio en el que se ha vivido est¨¢ tan lejos de todo que por ¨¦l no llegaron a pasar ni Alfonso XIII, ni Franco ni el No-Do, no queda m¨¢s remedio que recurrir a los ardides de los de Lucainena si se quiere uno mirar en los viejos espejos que devuelven nuestros rostros cinco lustros m¨¢s j¨®venes, aunque, en este caso, aparezcan ocultos por pinturas de guerra, gorros de plumas y sombreros de pega. Si se vive en un rinc¨®n que los dem¨¢s parecen haber olvidado hay que agarrarse a lo que sea, como hicieron los habitantes del pueblo sevillano de La Puebla de Cazalla a principios de los sesenta, seg¨²n cuenta en sus memorias el inquilino de los martes de esta misma columna. A falta de otra cosa, para celebrarse a s¨ª mismos, en La Puebla anunciaban en una pizarra colgada en un caf¨¦ las apariciones del m¨¢s ilustre de sus paisanos, el cr¨ªtico de arte Jos¨¦ Mar¨ªa Moreno Galv¨¢n, que a veces sal¨ªa fugazmente en el No-Do asistiendo a la inauguraci¨®n de una galer¨ªa. "Hoy, en el No-Do", se pod¨ªa leer en la pizarra, "actuaci¨®n de Joselito, el de Mar¨ªa Galv¨¢n". Lo malo de la memoria es que rara vez es correspondida. Ingratamente, Lucainena no ocupa ni una sola l¨ªnea en la historia del cine. Est¨¢ claro que el idilio de los lucainenses con el cine nunca fue del todo correspondido.
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