De la ilusi¨®n a la autodestrucci¨®n de un m¨¦todo
Javier Clemente siempre protagoniz¨® salidas traum¨¢ticas de los clubes
Fiel a su condici¨®n de hombre de empresa, Javier Clemente prest¨® ayer un ¨²ltimo servicio a la federaci¨®n espa?ola y dej¨® el cargo de seleccionador, seis a?os y un d¨ªa despu¨¦s de su nombramiento y al cabo de cuarenta y ocho horas de la pintada que apareci¨® en su domicilio particular en Getxo: "Clemente eres 1 trinc¨®n".Nunca admiti¨® Javier Clemente, el seleccionador hasta ayer,que se metieran con sus patronos, con independencia de su rango, y menos con su familia, ni tampoco acept¨® que le llamaran pesetero, pues siempre dijo que no ha reunido dinero suficiente para poder vivir del f¨²tbol el resto de su vida.
Ni en Bilbao, ni en Madrid ni en Barcelona. En ninguna ciudad permiti¨® que le tocaran el "higadillo", y de todos los sitios sali¨® de la misma mala manera, de forma traum¨¢tica, defendiendo su honor, el de su amo y el de su grupo, gente que se jura fidelidad eterna. Nunca le gustaron los indefinidos, y naveg¨® en todos los lugares desde la ilusi¨®n hasta la autodestrucci¨®n.
El adi¨®s siempre result¨® tan sonoro como la llegada. Ha tenido siempre una gran capacidad para entusiasmar, para generar tensi¨®n m¨¢s tarde, y al final ha acabado siendo v¨ªctima de su propia ansiedad, y del desencanto. Jes¨²s Gil le destituy¨® en el Atl¨¦tico de Madrid "por no lograr ¨¦xitos".
El Espanyol de Clemente combati¨® con el Bar?a, llen¨® Sarri¨¤ a costa de vaciar el Camp Nou y fue el primer verdugo del Milan de Sacchi, victorias que agrandaron la figura del entrenador, hasta que en el momento de recoger el triunfo, justo cuando se sent¨ªa campe¨®n de la UEFA, se desplom¨® desde el punto de penalti, pese a contar con tres goles de ventaja.
Igual le ha ocurrido en la selecci¨®n. Debut¨® contra Inglaterra, su selecci¨®n de ensue?o, y se despidi¨® ante Chipre, un equipo de pesadilla.
La sala de trofeos contin¨²a igual de vacia que a su entrada cuando afirm¨®: "Hemos ido de grandes y no hemos llegado a ning¨²n sitio". Y, para quienes no entendieran el mensaje, remach¨®. "Mi revoluci¨®n ser¨¢ que Michel se deje el alma en el campo", un anunico del fin de la Quinta del Buitre.
Ha sido v¨ªctima, al fin y al cabo, de su propia manera de juzgar el juego. "La belleza del f¨²tbol est¨¢ en el resultado". El marcador le ha dado la espalda. Le proporcion¨® a la selecci¨®n regularidad y fiabilidad, condiciones indispensables para asegurarse la participaci¨®n en las fases finales: ha competido en el Mundial de Estados Unidos-94 y en el de Francia-98, y en la Eurocopa de Inglaterra-96. Pero le falt¨® suerte en los momentos puntuales, como contra Italia en los cuartos de final de la Copa del Mundo o ante Inglaterra en la misma ronda del campeonato de selecciones, y le sobr¨® arrogancia en las situaciones de abundancia: no pas¨® la primera ronda en Francia pese a disponer del mejor equipo del ¨²ltimo lustro, aunque disiente de tal opini¨®n, consensuada por la mayor¨ªa de la cr¨ªtica. Necesita ir cotracorriente. A mejor equipo, peor resultado; y a selecci¨®n m¨¢s discutida, marcadores indiscutibles. Cuando la hinchada sue?a con el triunfo, cuando no hay discusiones sobre la lista de convocados, entonces llega el batacazo. Igual ocurri¨® en los Juegos Ol¨ªmpicos-96.
El legado futbol¨ªstico de Clemente tiene un timbre m¨¢s de ¨¦pica, de batalla, de pelea, que de juego propiamente. Y acabada la guerra, acabada la historia. Habla de todo menos de f¨²tbol. Nadie sabe, a ciencia cierta qu¨¦ pas¨® contra Nigeria, o qu¨¦ se dijero en en el vestuario en el descanso del partido contra Chipre..
Prefiri¨® siempre citar antes al grupo que a los futbolistas, aunque el perfil de los jugadores que formaron el espinazo de su selecci¨®n delata sus gustos: Hierro, Nadal, Alkorta. Y, para quienes le ped¨ªan delanteros, ofreci¨® a Julio Salinas como prototipo.
No admit¨ªa individualidades que alteraran el colectivo. H¨¦roe y villano siempre era uno: Javier Clemente. Y el grupo lo agradeci¨® eternamente. Ha sido siempre una selecci¨®n tan suya que no tendr¨¢ una soluci¨®n de continuidad natural.
Nunca nombr¨® heredero ni jam¨¢s tuvo consejero. M¨¢s que la selecci¨®n, m¨¢s que la representaci¨®n de los mejores futbolistas, Espa?a fue durante seis a?os y un d¨ªa el grupo de Clemente, y como tal se hinch¨® y revent¨®.
La rescisi¨®n del contrato no alterar¨¢ para nada el discurso del t¨¦cnico vasco a sus 48 a?os. No estar¨¢ mucho tiempo en el paro. Puede que incluso recale de nuevo en el Athletic, en su Bilbao, donde triunf¨® como futbolista, hasta que Mara?¨®n le retir¨® del f¨²tbol, y tambi¨¦n como t¨¦cnico, cuando gan¨® dos Ligas y una Copa, frente al Bar?a de Maradona.
Todo su curriculo est¨¢ presidido por nombres propios, futbolistas con los que ha polemizado: Sarabia, Baltazar, Lauridsen. Y Johan Cruyff. Guerrear con el holand¨¦s no le report¨® nada bueno, pues vivi¨® el Bar?a la ¨¦poca dorada con el t¨¦cnico holand¨¦s.
Simpatizante del PNV, cat¨®lico y muy vasco, Clemente realiz¨® siempre una defensa del concepto espa?ol frente a los jugadores extranjeros y, sobre todo, ante los t¨¦cnicos, especialmente con los cr¨ªticos. Clemente repet¨ªa cada d¨ªa: "Mi selecci¨®n ganar¨ªa la Liga de calle".
Y, de hecho, su selecci¨®n fue siempre un equipo en el que los internacionales se relajaban de los conflictos, de la tensi¨®n vivida en sus clubes de origen.
Para polemizar ya estaba Clemente, gustoso del cuerpo a cuerpo, del f¨²tbol f¨ªsico y agresivo, de meterle mano a los partidos. La piller¨ªa, la estrategia, la capacidad para confundir al rival le permitieron sobrevivir hasta que perdi¨® con Chipre. Una derrota que expresaba el fin de un ciclo, de una manera de entender el f¨²tbol, de una forma de vivir el juego. A Chipre se le tiene que ganar con la gorra y no con la ch¨¢chara.
Un final parecido al ya vivido en otros tiempos. Javier Clemente comienza por montar un equipo que provoca la fractura de la hinchada por los personalismos, los resultados le permiten ganar tiempo hasta acabar jugando con todos los que la afici¨®n le pide, y en el momento en que coinciden t¨¦cnico y opini¨®n p¨²blica, entonces se acab¨® la historia.
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