Ligero, pero Savio
A?os antes de la llegada de Savio, su colega Emilio Butrague?o, que ya formaba parte de la breve mitolog¨ªa del gol, analizaba, perplejo, una desagradable experiencia personal: de pronto se le hab¨ªan fundido los plomos.Hasta ese momento exhib¨ªa un poder sin precedentes: como esos magos de librea que logran sintetizar un truco en un fogonazo, pod¨ªa interrumpir a voluntad la secuencia de la jugada. Recib¨ªa la pelota, levantaba la cabeza y comprobaba que el extra?o caso de catalepsia colectiva hab¨ªa vuelto a repetirse. Aquejados de una repentina par¨¢lisis, o tal vez prisioneros de un campo magn¨¦tico, todos, futbolistas y seguidores, le contemplaban con la boca abierta. Luego, ¨¦l, la ¨²nica figura animada del escenario, daba un pase o un soplo y, como en la historia del bosque encantado, las estatuas recuperaban el movimiento con un segundo de retraso. Precisamente con el segundo que separa la jugada de rutina del peligro de gol.
-Antes pensaba y actuaba a un tiempo. Ahora no s¨¦ qu¨¦ me pasa: recibo, controlo, pienso que me est¨¢ mirando esa multitud, y cuando quiero darme cuenta me han quitado la pelota y estoy con un palmo de narices.
En realidad las claves del cambio se explicaban con sus propias dudas: como todos los magos del bal¨®n, Emilio deb¨ªa resignarse a actuar por instinto. Ahora, cuando trataba de comprenderse y de normalizar el prodigio, estaba a punto de caer en un irremediable estado de confusi¨®n. Hace unos meses, Savio llevaba la sombra de Butrague?o en la cara: sufr¨ªa la misma ansiedad que ¨¦l y, perdido en la agenda de Heynkes y en las turbulencias de la temporada, buscaba desesperadamente la relaci¨®n entre la disciplina y el genio. Sus otros antecedentes tambi¨¦n eran id¨¦nticos: hab¨ªa conseguido la reputaci¨®n del cazador de goles, pero ten¨ªa todas las imposiciones de la presa. Sometido a la persecuci¨®n de los m¨¢s duros sabuesos de Brasil, sin tiempo para pensar, recib¨ªa, tocaba y sal¨ªa huyendo hacia adelante. Fue as¨ª como comenz¨® a afinar sus quiebros, frenazos, arrancadas y recortes y c¨®mo empez¨® a graduarse en el oficio de liebre. Cuando quiso darse cuenta, hab¨ªa hecho de la necesidad virtud. Valorado por su nuevo entrenador, Savio ha recuperado hoy sus poderes y vuelve a sobrevivir entre el equilibrio y el v¨¦rtigo. Sin embargo, su fr¨¢gil misterio sigue siendo una paradoja: escapando de los defensores m¨¢s peligrosos se ha convertido en el m¨¢s peligroso de los delanteros.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.