"Con un elefante tengo para toda la vida"
Andr¨¦s Barbero, que repara piezas de marfil, lamenta que le miren con sospecha por usar ese material protegido
Cuando de peque?o disfrutaba de las pel¨ªculas de Tarz¨¢n no pod¨ªa imaginar que su vida transcurrir¨ªa tan cerca de los colmillos de elefante. Y sin necesidad de salir de la jungla urbana. Andr¨¦s Barbero, de 56 a?os, lleva 40 en su torre de marfil, aunque sabe que los tiempos han cambiado.Este experto tallista ha decidido aparcar el arte de modelar en aras de la restauraci¨®n de piezas. As¨ª se quita problemas. "Es que la gente se ha concienciado de que hay que proteger el marfil y cree que los que trabajamos con ¨¦l estamos fuera de la ley, casi como si fu¨¦ramos traficantes de droga", justifica. Est¨¢ cansado de que algunos ciudadanos entren en su tienda para preguntarle: "?Esto no est¨¢ prohibido?".
-?Y lo est¨¢?
-Se puede tener marfil, pero tiene que estar legalizado seg¨²n el Convenio Internacional de Tr¨¢fico de Especies en Extinci¨®n. Quien lo compre bajo cuerda, porque oferta no falta, se arriesga a que la Guardia Civil se lo decomise.
-?C¨®mo se apa?a para conseguir materia prima?
-Tengo mi marfil legalizado y s¨®lo tallo piezas cuando llega un cliente que me trae el material como manda la ley.
-?Recibe muchos encargos?
-La mala fama ha hecho caer la demanda de tallas. Sin embargo, no faltan piezas para restaurar.
Muchas de las que llegan son a¨²n m¨¢s antiguas que la tienda taller de Barbero, en la plaza del Carmen. El diminuto establecimiento -siete metros cuadrados junto a un multicine- lleva 75 a?os dedicado a la misma tarea. Don Andr¨¦s se instal¨® aqu¨ª en 1969. Antes hab¨ªa entrado de chico en un taller similar que regentaba un paisano de Babilafuente (Salamanca), Jenaro Pinto. All¨ª aprendi¨® los rudimentos de un oficio que conoci¨® por azar (hab¨ªa que ganar un jornal y lo mismo daba una cosa que otra) y practic¨® por devoci¨®n. "No me arrepiento de haberme dedicado a esto, pero si hubiera sabido c¨®mo ser¨ªa el futuro, habr¨ªa elegido otra cosa", sopesa el tallista.
El punto de amargura desaparece cuando Barbero habla de las cualidades del marfil, su compa?ero desde chico. "Tiene un tacto suave y una dignidad de la que carecen los dem¨¢s materiales. Permite reflejar todo lo que uno tiene en la mente. Su dureza admite realizar filigrana".
-?Cu¨¢l es el mejor?
-He trabajado colmillos de morsa y de hipop¨®tamo, pero mi favorito es el de elefante africano, tiene el veteado m¨¢s bonito.
-?Y no siente pena por los elefantes que deben morir para que el marfil de sus defensas est¨¦ disponible?
-Hay que defender a los animales, pero tambi¨¦n a los seres humanos. Estoy en contra de que se ametralle a una manada de elefantes desde un helic¨®ptero, pero entiendo que alguien mate a uno que le est¨¢ destrozando la cosecha. Entonces, los colmillos de ese animal, o los de aquellos que han muerto por causas naturales, deben poder usarse.
-?Es usted cazador?
-No. Nunca he matado un animal y estoy en contra de la caza. Me parece un asesinato.
-Pero trabaja con el marfil.
-Hombre, pero yo con el de un solo elefante tengo para toda la vida. Estoy muy agradecido a esa especie porque crea una materia tan noble. Sus colmillos se usan desde hace 5.000 a?os.
"El marfil ha sido tradicionalmente una inversi¨®n que se revalorizaba", se?ala el tallista. Culpa de parte de los males que aquejan al material a la furia por poseerlo que se desat¨® la pasada d¨¦cada entre gente deseosa de blanquear dinero con colmillos. Ese auge se fren¨® a partir de 1986: entonces se empezaron a perseguir las piezas sin papeles. Ahora, el mercado "est¨¢ derrumbado", seg¨²n el artesano.
Barbero calcula que en Madrid quedan media docena de talleres dedicados al marfil. "Si hubiera docena y media no habr¨ªa trabajo para todos. Esto siempre ha sido minoritario", apunta. Y a¨²n puede serlo m¨¢s. "No le veo futuro, ?c¨®mo voy a embarcar entonces a mi hijo para que siga? Desde luego, si alguien piensa en ganar dinero con esto, se muere".
El tallista, que no quiere ayudas y s¨®lo pide que le dejen trabajar, a¨²n encuentra huellas de la guerra civil en su mostrador. "De vez en cuanto me traen a restaurar tallas que se destrozaron entonces", relata. En Espa?a el marfil se ha usado tradicionalmente para la imaginer¨ªa religiosa, de la que Barbero se ha rodeado en un taller cuajado de herramientas prestadas. "Uso un torno de prot¨¦sico dental para desbastar y limas de relojero para afinar", detalla el artesano. Para los trabajos de m¨¢s precisi¨®n, que hace igualmente en hueso, n¨¢car, carey o coral, recurre a los cristales de aumento. Con la vista en ellos y la pieza de marfil en la mano, Andr¨¦s Barbero olvida los sinsabores que dan los colmillos, m¨¢s o menos retorcidos.
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