El Juli sale otra vez a hombros
A El Juli le sirvi¨® el distra¨ªdo, lo cual tampoco es tan extra?o. Le sirvi¨® y le invent¨® una faena poni¨¦ndose ante ¨¦l cuando quer¨ªa marcharse, de forma que el novillo; el ¨²nico que hizo tonter¨ªas en la tarde, se ve¨ªa en la necesidad de tomar la muleta un par de veces, e incluso una tercera, con lo cual la serie estaba construida. C¨®mo, ya es otra cosa. Recorri¨® muchos terrenos, no se ajust¨® exactamente con el torete pero le anduvo bullidor, garboso y muy h¨¢bil. Habil¨ªsimo. Con los dem¨¢s, estar h¨¢bil ya hubiera sido m¨¦rito, porque los otros cinco, con m¨¢s o menos descaro, ped¨ªan el carn¨¦ a los toreros, cosa que por parte de ¨¦stos suele considerarse un descaro, en tanto entre el ganado de casta se entiende de lo m¨¢s normal, porque hay que saber con qui¨¦n se juega uno los cuartos y no andar "sirviendo" por ah¨ª al primero que se ponga por delante.
P¨¦rez Tabernero / Calle, Mar¨ªn, El Juli
EE UU, 1971 (98 m.). Dir.: Paul Bogart. Int.: James Garner, Lou Gosset, Susan Clark, Brenda Sykes.
Novillos de Herederos de Ignacio P¨¦rez Tabernero, bien presentados y encastados, aplaudidos en el arrastre
?lvaro de la Calle: saludos y silencio. Guillermo Mar¨ªn: saludos en los dos. El Juli: silencio y dos orejas. Sali¨® a hombros.
Plaza de la Glorieta, 12 de septiembre
1? de feria. Media entrada.
El Juli, que no pudo entenderse con su primero, descuajeringado gracias a la tosca intervenci¨®n del
piquero, cogi¨® el tren en marcha cuando ya la tarde ofrec¨ªa pocas posibilidades para el delirium tremens que supone para los especta dores la concesi¨®n de orejas y, pensando "¨¦sta es la m¨ªa", banderille¨® (sin montera) aunque el novillo andaba despistado por all¨ª y luego, atajando las notables intenciones de huida que ten¨ªa el animal, le enjaret¨® una faena donde la facilidad del torero contrastaba cada vez m¨¢s con la frialdad del novillo; La gente exclamaba "?Qu¨¦ criatura ¨¦sta!", y la susodicha criatura se fue m¨¢s ancho que largo en hombros por la Puerta del Toro.
Ni ?lvaro de la Calle ni Guillermo Mar¨ªn, novilleros locales que la afici¨®n esperaba que mojasen la oreja al futuro matador de toros, ten¨ªan la documentaci¨®n a mano en el momento oportuno. ?lvaro de la Calle lo puso todo de su parte, saludando a los suyos de rodillas, con un farol en ambos casos, pero en uno no acert¨® a poner el sosiego necesario ante la repetici¨®n del animal y en el quinto no pudo dominarlo, recreci¨¦ndose el novillo en vista de las circunstancias.
Guillermo Mar¨ªn sali¨® con discreci¨®n del primer compromiso, mostr¨¢ndose sereno en su labor si bien corrigiendo posiciones frecuentemente. Tampoco a ¨¦l se le puede discutir entrega y deseos de agradar, aunque ni lo uno ni lo otro diesen el resultado apetecido.
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