La segunda para olvidar

Para olvidar. Quiz¨¢ los tres novilleros, que debutaban en Valencia, se acuerden de aquella plaza casi vac¨ªa y de aquellos novillos tan vistosos por fuera, aunque comod¨ªsimos de pitones, y tan sosos o descastados por dentro. Tan de olvidar fue la cosa que Sergio P¨¦rez, de Burjassot, por tanto paisano y que adem¨¢s debutaba con cabalbs, dio la ¨²nica vuelta al ruedo de la funci¨®n y lo hizo sin que nadie se lo pidiera. Bueno, los 78 seguidores de su pe?a s¨ª.

Pobre balance. Porque en el tercero, toreando Sergio, un grupo de otros tan 78 espectadores se fue escaleras abajo

con tanta prisa que parec¨ªa que, en los desolados tendidos, hubiese aparecido la mism¨ªsi ma bicha.

Todo lo que pas¨® de extraor dinario en la novillada fueron lances extrataurinos. Ya en el quinto otro buen n¨²mero de espectadores se estaba yendo cuando a la hora de arrastrar al novillo se desbocaron los per cherones del arrastre. ?La que se mont¨®! Tanto, que los que ya se iban se quedaron a ver qu¨¦ pasaba. Y pas¨® que el per cher¨®n grande peg¨® dos tre mendas volteretas al percher¨®n chico, que se hab¨ªa enganchado en los correajes...

Calmado el percher¨®n gran de, por d¨ªscolo, le toc¨® ¨¢rras trar el novillo, que yac¨ªa solo, fan¨¦ y resoplando todav¨ªa en el otro extremo del redondel.

Al percher¨®n chico los mulille ros le acariciaron y poquito a poco, pasado el susto, se lo lle varon al patio. Restablecido el orden, los espectadores dieron media vuelta y se perdieron por los vomitorios. Sin exage rar nada, la ovacion de la tar de se la llev¨® el displicente em pleado que remarc¨® las lineas del tercio. H¨¢ganse idea.

Bueno, por alli anduvieroii algunos muy pintureros...