Los ideales
En la ¨²ltima reuni¨®n de vecinos, el presidente de la comunidad se quej¨® de que el ascensor ol¨ªa a tabaco.-No estoy dispuesto a tolerar que se fume en un espacio p¨²blico tan reducido -a?adi¨® en tono de amenaza. Ninguno de los presentes nos atrevimos a contradecirle para no resultar sospechosos, pero algunos abandonamos la asamblea con mal sabor de boca. Al fin y al cabo, todo el mundo expele al respirar lo que lleva en los pulmones, sea humo de tabaco, aire viciado de un despacho mohoso o incienso de la iglesia en la que acaba de comulgar, cuando no la halitosis del cura que le ha confesado. Me pareci¨® discriminatorio, pues, que estuviera permitido arrojar los bacilos de una bronquitis y no los alquitranes de una calada de Marlboro. Y eso que yo no fumo, lo dej¨¦ hace un a?o, por miedo al asma, soy muy cobarde, pero no me parece mal que haya gente con valor que contin¨²e haci¨¦ndolo. Tampoco me atrevo a escalar monta?as, aunque admiro a quienes se pasan los fines de semana colgados de una cuerda.
La cuesti¨®n es que el fumador o la fumadora del ascensor no hizo caso de las advertencias del presidente y a los pocos d¨ªas fuimos convocados a una junta general extraordinaria. S¨¦ por experiencia que en las reuniones de vecinos, si quieres derrotar al adversario, lo mejor es plantear cosas disparatadas, pues la gente se vuelve loca en estos c¨®nclaves y entra al trapo con una facilidad incre¨ªble. Parece mentira que las mismas personas que participan del desvar¨ªo colectivo de estos aquelarres asistan al d¨ªa siguiente a reuniones de trabajo donde digan cosas inteligentes o por lo menos no declaradamente subnormales. Propuse, en fin, para evitar un trato discriminatorio con los fumadores, que se prohibiera la respiraci¨®n en el espacio p¨²blico del ascensor. Por incre¨ªble que parezca, la propuesta se discuti¨® como si tuviera alguna viabilidad, aunque no fue aprobada porque los inquilinos del sexto piso demostraron, con cron¨®metro en mano, que no era posible contener el aliento durante tanto rato sin da?ar la salud.
As¨ª las cosas, el odio se focaliz¨® de nuevo en el fumador clandestino y decidieron organizar unos turnos de guardia para sorprenderle. Yo me negu¨¦ a participar en esa operaci¨®n de vigilancia, por lo que fui considerado sospechoso, as¨ª que abandon¨¦ la reuni¨®n no sin antes llamar fascista al presidente, que ignoraba lo que quer¨ªa decir el t¨¦rmino. Desde que no hay fascistas, te encuentras con el fascismo a la vuelta de la esquina.
Esa noche sal¨ª a pasear para disolver mi furia contra el mundo andando, y entr¨¦ en un bar donde hab¨ªa una m¨¢quina de tabaco. Casi sin pensarlo, me dirig¨ª a ella, compr¨¦ un paquete de Marlboro y extraje con mucha precauci¨®n un cigarrillo que no me explot¨® en la cara ni nada parecido. Las dos primeras caladas me sentaron mal, pero la tercera me puso los neurotransmisores a cien. Encend¨ª un cigarro con otro y ped¨ª una copa de co?ac o dos, no me acuerdo. Al abandonar el bar, el odio hacia mis semejantes no hab¨ªa cedido, pero ahora estaba dispuesto a descargarlo llen¨¢ndoles de humo el ascensor. Cuando me dispon¨ªa a abrir el portal, alguien me chist¨® desde la esquina. Me acerqu¨¦ y era la vecina del tercero, una anciana que vive sola y con la que no hab¨ªa cambiado nunca m¨¢s de tres palabras seguidas.
-Yo soy la que fumo en el ascensor -me dijo.
-Yo tambi¨¦n -respond¨ª blandiendo el paquete.
-Tenemos que esperar hasta las doce -a?adi¨®-, que es cuando se retira el ¨²ltimo turno de guardia.
En efecto, a medianoche el portal se qued¨® vac¨ªo y la vecina del tercero y yo entramos en el ascensor, donde permanecimos fumando hasta la una.
-?Nos hacemos pis tambi¨¦n? -propuse, en un arrebato de rebeld¨ªa sin precedentes en todo mi curr¨ªculum.
Ella sonri¨® bondadosamente y dijo que de momento bastaba con fumar. Si las hostilidades continuaran, ya pensar¨ªamos nuevas acciones. Y en ello estamos. Mi vida ha cobrado sentido, aunque me ha vuelto el asma. No importa: la anciana del tercero me ha contado que el Che era asm¨¢tico tambi¨¦n y recorri¨® Am¨¦rica de cabo a rabo. Lo importante es tener unos ideales.
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