Las musas miraron a otra parte

Remedios Amaya se deshizo en piropos hacia Sevilla, su tierra del alma a la que tanto quiere, pero cant¨® malamente. Lleva un tiempo largo quej¨¢ndose de lo mismo, de que le ha cog¨ªo con la voz mal y qu¨¦ rabia no poder cantar todo lo que el p¨²blico quisiera.Pero Remedios Amaya no est¨¢ bien de voz ni, casi dir¨ªa, de repertorio. Desde que sali¨® su ¨²ltimo disco anda a vueltas con los temas del mismo y se olvida de lo que importaba de ella, los tangos, las buler¨ªas, los jaleos, dichos con su voz pre?ada de jondura.

Bajo el pretencioso t¨ªtulo de Helic¨®n Flamenco -el Helic¨®n era el monte donde "las musas de la antigua Grecia interpretaban sus artes y virtudes, desde Anidae musa del canto hasta Teapsicore (sic), musa de la danza, siempre bajo la atenta mirada de Eufeme nodriza de las musas y madre de Crotos, centauro enamorado de todas las musas e inventor del aplauso" (ah¨ª queda ¨¦so)-, Amaya ha tra¨ªdo a la Bienal un espect¨¢culo que ni de lejos est¨¢ a la altura: las musas del monte Helic¨®n esta noche debieron mirar para otra parte. Crotos, por ejemplo, lo representa Toleo, un joven bailaor que no da la talla en nada, limit¨¢ndose su arte a unas cuantas pataditas que repite aqu¨ª y all¨¢, donde le pilla.

Juan Ram¨ªrez, como artista invitado, hizo su baile por alegr¨ªas habitual, fundado casi exclusivamente en los zapateados. Tampoco estuvo particularmente brillante, m¨¢s bien mec¨¢nico y rutinario. No obstante fue el primero en arrancar aplausos cerrados de este p¨²blico siempre generoso. Lo fue tambi¨¦n con Remedios Amaya, por supuesto, quien cerr¨® el espect¨¢culo con su parte m¨¢s comercial, f¨¢cil y, para mi gusto, menos estimable.