Guerra sin cuartel
Los ya vistos acontecimientos de Tirana -bandas armadas adue?¨¢ndose de las calles, ocupando la televisi¨®n o el Parlamento, apoder¨¢ndose del material pesado de las fuerzas enviadas sin convicci¨®n a restablecer el orden- evocan en muchos albaneses el espectro del enfrentamiento civil. En la memoria del pa¨ªs m¨¢s pobre y desvertebrado de Europa est¨¢ fresca la inmersi¨®n en el caos del a?o pasado, cuando la mayor¨ªa perdi¨® lo poco que ten¨ªa en el derrumbe de los fraudulentos bancos piramidales, propiciados y utilizados pol¨ªticamente por el dictador Sali Berisha y causa final de su ca¨ªda. En la insurrecci¨®n popular de la primavera de 1997 -saqueo de los arsenales militares, explosi¨®n de pistolerismo-, Albania se disolvi¨® como Estado: se esfumaron sus instituciones, desaparecieron sus fuerzas armadas y su polic¨ªa. El desembarco de una fuerza multinacional evit¨® el colapso total del pa¨ªs surbalc¨¢nico. Pero su tribalismo pol¨ªtico ha permanecido intacto.Berisha, un ex cardi¨®logo de 54 a?os, cualificado manipulador, es de nuevo el protagonista. Su dimisi¨®n de la presidencia en julio de 1997 s¨®lo se produjo despu¨¦s de poner a un pa¨ªs de sangre caliente al borde de la guerra civil. Nunca acept¨® la abrumadora victoria electoral, el mes anterior, de sus irreconciliables enemigos comunistas, encabezados por el converso Fatos Nano. Los sucesos de Tirana, de alcance todav¨ªa imprevisible, son la continuaci¨®n de esa guerra sin cuartel.
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