El "govern Maragall"FERRAN REQUEJO
A medio a?o vista de las elecciones catalanas, un eventual acceso de Pasqual Maragall al Gobierno de la Generalitat aparece vinculado a dos tipos de referencias europeas: Jospin-Blair en relaci¨®n a los contenidos del gobierno, y Prodi en relaci¨®n a c¨®mo ejercer ese gobierno en el ¨¢mbito de las instituciones. Me centrar¨¦ en el segundo aspecto. Obviamente, existen muchas diferencias entre la situaci¨®n italiana y la catalana, tanto en t¨¦rminos hist¨®ricos e institucionales como de din¨¢mica pol¨ªtica. Sin embargo, creo que no est¨¢ de m¨¢s dar una ojeada a los cambios institucionales y de estilo producidos en la pol¨ªtica italiana en los dos ¨²ltimos a?os. La raz¨®n b¨¢sica estriba en que, previsiblemente, un acceso del ex alcalde de Barcelona a la Generalitat deber¨¢ contar con el apoyo de otras fuerzas pol¨ªticas, adem¨¢s del PSC. Las elecciones parlamentarias italianas de 1996 representaron una victoria de la coalici¨®n de centro-izquierda (Ulivo) tanto en la c¨¢mara baja (285 esca?os, 45% del total), como en el Senado (156 esca?os, 49,5%). Retengamos, de entrada, que el Ulivo no constituye una coalici¨®n poselectoral, sino que se basa en un acuerdo preelectoral entre varias fuerzas pol¨ªticas. Un primer balance de los aspectos institucionales de este periodo nos sit¨²a ante tres conclusiones b¨¢sicas: 1.Relaciones Gobierno / Parlamento: el papel del Ejecutivo se ha reforzado notablemente. En t¨¦rminos generales, puede decirse que ha sido el Gobierno el que ha fijado la agenda parlamentaria, a la vez que se ha producido un notable aumento de la "legislaci¨®n delegada". Indudablemente, este mayor peso del Ejecutivo ha sido reforzado por cuatro factores: el objetivo de alcanzar las condiciones de Maastricht y de acceder a la moneda ¨²nica; las consecuencias de la Ley Electoral de 1994; la sentencia de la Corte Constitucional (1996) que limita los "decretos de urgencia" por parte del Gobierno, cuesti¨®n que ha incrementado la racionalizaci¨®n parlamentaria y el uso de la legislaci¨®n delegada; y la reforma del reglamento parlamentario para adaptarlo a los cambios electorales (1997). El Parlamento, sin embargo, sigue siendo una pieza clave del sistema pol¨ªtico. 2.Relaci¨®n presidente de la Rep¨²blica / presidente del Gobierno: tambi¨¦n ha disminuido el peso pol¨ªtico del presidente de la Rep¨²blica en relaci¨®n a periodos anteriores. Se trata de una cuesti¨®n m¨¢s pr¨¢ctica que "constitucional", ya que el jefe del Estado mantiene sus poderes formales y, sobre todo, mantiene su capacidad de influencia en caso de que se produzcan mayor¨ªas insuficientes en la C¨¢mara, o disensiones en el Gobierno. 3.Liderazgo en el Ejecutivo: Prodi ha ejercido una clara hegemon¨ªa en la l¨ªnea de lo que la ciencia pol¨ªtica americana denomina liderazgo listen and lead, m¨¢s silencioso y minimalista que otras variantes. Prodi se ha destacado como l¨ªder de una coalici¨®n de gobierno, y no de un partido. Se trata de una especie de lider-¨¢rbitro que se sit¨²a por encima de las decisiones colegiadas. La combinaci¨®n entre la innovaci¨®n de las pol¨ªticas impulsadas, y su rol como parte y ¨¢rbitro en el Gobierno ha situado su papel de premier por encima de los partidos de la coalici¨®n. Es de destacar el hecho de que ello no ha provocado tensiones importantes en el programa o en las prioridades del Ejecutivo. Tambi¨¦n es destacable el perfil m¨¢s "t¨¦cnico" que pol¨ªtico que han ido adquiriendo buena parte de sus ministros, en contraste con los tradicionales gobiernos pentapartito, con la excepci¨®n de los que representan a las fuerzas minoritarias de la coalici¨®n. En relaci¨®n al caso catal¨¢n, la primera de las cuestiones se?aladas estribar¨ªa, simplemente, en aumentar el peso institucional de un Parlament que hoy ocupa una posici¨®n muy secundaria. Ni los gobiernos de CiU ni el PSC han mostrado un gran inter¨¦s en su revitalizaci¨®n. Respecto a la segunda, creo que en un futuro inmediato deber¨¢ evaluarse y, en su caso replantearse, la idoneidad de no separar las funciones de presidente de la Generalitat y las de un posible consejero en cap del Ejecutivo. La instituci¨®n de un premier en el Gobierno de Catalunya permitir¨ªa deslindar la evaluaci¨®n de las pol¨ªticas sectoriales (ense?anza, medio ambiente, etc) de las cuestiones m¨¢s "macro" relacionadas con la pol¨ªtica espa?ola y europea. La tercera cuesti¨®n es la que posee una relevancia m¨¢s inmediata para el caso catal¨¢n. En un principio, todo apunta a que un gobierno Maragall estar¨ªa basado en un acuerdo de car¨¢cter poselectoral. A diferencia del italiano, aqu¨ª el sistema electoral no incentiva los acuerdos previos a las elecciones entre distintas fuerzas pol¨ªticas. Los partidos establecen sus acuerdos una vez comprobado el peso relativo de cada uno tras competir en las elecciones. Maragall afrontar¨ªa entonces el reto de pasar de ser un l¨ªder de partido a ser, como Prodi, el l¨ªder de una coalici¨®n de gobierno que deber¨ªa evitar algunas pr¨¢cticas de los gobiernos "poselectorales" de la ¨¦poca del pentapartito italiano. Por ejemplo, los costes pol¨ªticos que represent¨® para la gobernabilidad la existencia de un "gobierno dentro del gobierno" (inner cabinet) entre los dirigentes de las fuerzas coaligadas. El ¨¦xito de Maragall deber¨ªa situarse, a mi entender, a medio camino entre el modelo de liderazgo monocr¨¢tico ejercido por Pujol, vinculado a una ¨²nica fuerza electoral, y el modelo del liderazgo colegiado al que tiende la combinaci¨®n del sistema electoral actual y los previsibles resultados del PSC, de IC y, tal vez, de ERC. As¨ª pues, a partir de la experiencia institucional italiana, un govern Maragall deber¨ªa revitalizar el Parlament, y responder al modelo de Ejecutivo colegiado con premier. Esto ¨²ltimo se sit¨²a, sin embargo, bastante m¨¢s all¨¢ de la pr¨¢ctica de gobierno del Ayuntamiento de Barcelona. Catalu?a no es un municipio grande, y a un Maragall presidente de la Generalitat, el PSC le quedar¨ªa peque?o. Por otra parte, y a la espera de la posici¨®n del PSOE y de Borrell, el reciente documento Per Catalunya del PSC es un paso en la buena direcci¨®n. Pero la Declaraci¨®n de Barcelona, aprobada por CiU este verano, tambi¨¦n lo es. Ambos documentos tienen mucho por concretar, pero sit¨²an la perspectiva del futuro reconocimiento y autogobierno de Catalu?a en el terreno de posibles acuerdos, y ya no en el de la l¨®gica partidista o electoral. Estamos iniciando un periodo en el que el debate pol¨ªtico, es decir, de ideas, proyectos y pol¨ªticas concretas, puede aumentar su calidad en relaci¨®n al contenido bastante vac¨ªo y al tono precario de campa?as anteriores. Repasando los resultados de las elecciones al Congreso y al Parlament desde 1980, se comprueba que Maragall puede ganar. Por cierto, creo que los de CiU har¨ªan bien en dejar de lado sus querellas endog¨¢micas y sus obsesivas -y en la pr¨¢ctica inciertas- preocupaciones sucesorias, y situar a Duran en una posici¨®n relevante. Lo van a necesitar..
Ferran Requejo es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica en la Universitat Pompeu Fabra
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