Del Abro?igal a la M-30
La familia Polo abri¨® en Las ventas la primera taberna del barrio, que ser¨ªa engullida en 1961 por la circunvalaci¨®n
"Ah¨ª justo, donde est¨¢ ese mont¨ªculo de arena, nac¨ª yo". A pesar de la mara?a de gr¨²as escombros, camiones y obreros que trabajan en las obras de ampliaci¨®n del puente de Ventas, Mariano Polo, un tabernero jubilado de 77 a?os, puede se?alar exactamente el lugar donde estuvo durante un siglo la taberna que fund¨® su abuelo, engullida en 1961 por la piqueta municipal para construir la M-30. Su abuelo y tocayo fue uno de los primeros colonos que echaron ra¨ªces en esta zona de la capital, a mediados del siglo pasado, cuando todo era campo salvo algunas ventas aisladas a ambos lados de la antigua carretera de Arag¨®n, hoy calle de Alcal¨¢. Entonces el barrio de Las Ventas pertenec¨ªa a tres Ayuntamientos diferentes: Canillas y Vic¨¢lvaro -pueblos que hasta 1953 no se anexionaron a la capital- y Madrid.El primer Mariano Polo y su mujer, la t¨ªa Tomasa, hab¨ªan hecho un largo viaje en burro desde Zaragoza. El animal revent¨® a las puertas de Madrid y el matrimonio se instal¨® justo en el l¨ªmite de los tres municipios, en el n¨²mero cinco de la carretera de Arag¨®n, junto al arroyo de Abro?igal, sobre cuyo cauce se construir¨ªa m¨¢s tarde la carretera de circunvalaci¨®n. Este emigrante zaragozano ocup¨® tres veces la alcald¨ªa de Canillas.
"Cuando se instal¨® en las Ventas, era pr¨¢cticamente el ¨²nico vecino. Mucho antes de que yo naciera, los madrile?os ven¨ªan a cazar a la quinta de la Quintana. Mi padre les compr¨® a los due?os de la finca 180.000 pies -unos 13.000 metros cuadrados- en una ¨¦poca en la que era m¨¢s caro vallar los terrenos que comprarlos", relata Mariano, que naci¨® el mismo a?o en que se empez¨® a construir la plaza de toros, la Monumental, en 1921.
"Yo he visto a las mujeres lavar en el arroyo de Abro?igal, que discurr¨ªa bajo el antiguo puente de tres ojos. En la orilla hab¨ªa muchos merenderos, como el de la Martina, con baile incluido. Una venta muy famosa era la del Esp¨ªritu Santo, donde ven¨ªan los madrile?os los domingos a tomarse una paella. Las aceras estaban repletas de puestos de verduras, frutas y fiambres".
A principios de siglo, la taberna de Mariano era muy popular, por el buen trato que dispensaba a los clientes y porque no hab¨ªa otra en los alrededores. "Los obreros se reun¨ªan en la taberna. Las condiciones de trabajo eran muy duras. No olvidar¨¦ una huelga que hubo en 1934 y que dur¨® siete semanas. Mi padre prest¨® dinero a los obreros para que dieran de comer a sus hijos. El tabernero siempre ha dado m¨¢s pan que el panadero", se?ala.
Cuando muri¨® el segundo Mariano Polo, padre del actual, el barrio se paraliz¨®, afirma su hijo. "Fue en 1959. Su ata¨²d entr¨® a hombros en el cementerio de La Almudena. Vinieron decenas de gitanos que ocupaban las chabolas de alrededor. Gritaban: "?Ha muerto el padre de los pobres!".
Los entierros, por cierto, dieron mucha vida a la acogedora taberna. Como el puente de Ventas era el paso obligado para llegar a la necr¨®polis del Este, la Almudena, se hizo costumbre hacer una parada en ella para despedir al muerto. "Hubo alguno que dej¨® pagadas las frascas de vino antes de morir para asegurarse de que al cortejo f¨²nebre no se le olvidara brindar por su memoria".
El actual patriarca de la familia se cas¨® en 1949 en la capilla del Carmen -cuyo lugar ocupa actualmente una entidad bancaria- con Saturnina Manso, hija de otro pionero de Las Ventas, Hilario Manso, un segoviano que instal¨® una f¨¢brica de alfalfa y piensos con la que hizo una buena fortuna. "Abastec¨ªa a las numerosas vaquer¨ªas de Madrid y a la gente de los alrededores que criaba gallinas, cerdos y todo tipo de animales. En la Ciudad Lineal hab¨ªa campos de trigo, avena y centeno. Durante la Primera Guerra Mundial export¨® cereales a Europa e hizo mucho dinero", comenta Saturnina. "Mi padre ten¨ªa muy buena vista para los negocios y eso que le faltaba una oreja, si llega a tener dos...", reflexiona la hija de Hilario, un hombre que hizo tambi¨¦n carrera pol¨ªtica: fue el primer alcalde de Vic¨¢lvaro tras la guerra civil, en 1939.
La contienda acab¨® con los planes de Mariano de estudiar la carrera de Comercio. Tras cuatro interminables a?os de servicio militar, le quedaba como salida la taberna y un mont¨®n de terrenos que la familia hab¨ªa ido adquiriendo. En torno a 1940 los constructores madrile?os les echaron el ojo. "Nos expropiaron de mala manera, al precio que figuraba en las escrituras, al que mi padre hab¨ªa comprado los terrenos a principios de siglo, es decir, a 65 c¨¦ntimos el pie. No hab¨ªa razones urban¨ªsticas para la expropiaci¨®n, fue un aut¨¦ntico robo. Nos prometieron que iban a hacer zonas verdes y levantaron edificios. Algunos vecinos expropiados murieron del disgusto", asegura.
Con m¨¢s resignaci¨®n sobrellevaron la expropiaci¨®n municipal, necesaria para construir la M-30 y levantar el puente, una obra que se llev¨® por delante su taberna. "La reabr¨ª en San Blas, pero las cosas nunca fueron igual". Mariano ech¨® el cierre definitivo al local al jubilarse, en 1971, a causa de una enfermedad cr¨®nica de garganta. Lograron salvar de la expropiaci¨®n un terreno muy pr¨®ximo al puente de Ventas, donde construy¨® un edificio de cinco plantas en el que reside toda su familia, cuatro hijos y siete nietos. En la misma calle a¨²n sobrevive el almac¨¦n de vinos de su abuelo, que tiene arrendado. Uno de sus hijos, tambi¨¦n llamado Mariano Polo, ha seguido la tradici¨®n de tabernero y ejerce su oficio en la Taberna de Abajo, en la calle del Lim¨®n.
Si con algo disfruta el viejo tabernero Mariano Polo es recordando a los personajes que daban vida al barrio de Las Ventas hace m¨¢s de medio siglo. "Yo he conocido al bizco Pirobe, que siempre lo ve¨ªa todo, y a la Guaja, una asturiana que vend¨ªa conejos, y a Carmen la Chuletera, que asaba gallinejas en la puerta de la taberna", dice en un tono entre c¨®mplice y misterioso. Se le ilumina el semblante al hablar de El Lamparilla, El Comadreja y El Col¨¢s, tres carterista que viv¨ªan en la casa grande, donde hoy se levanta el hotel Las Ventas. "Eran unos profesionales de clase, artistas que te robaban la cartera sin que te enteraras. Por supuesto, nunca trabajaban en el barrio y manten¨ªan puntualmente informado al cabo Robles sobre lo que se coc¨ªa en los bajos fondos". Por lo que cuenta, el cabo Robles era una especie de teniente Colombo con tricornio que ten¨ªa fichados a todos los vecinos del barrio. "Una vez le arre¨® un bofet¨®n al pescadero por marcharse sin pagar de la casa de citas que hab¨ªa en la esquina. Por algo le apodaban el Generoso".
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