Las apuestas cient¨ªficas gozan de buena salud
Los f¨ªsicos m¨¢s eminentes tienden a jugarse los descubrimientos por venir
Tras escapar de Alemania pocos meses despu¨¦s de la llegada al poder de Hitler en 1933 y de vagar por el mundo por separado durante 15 a?os, Maurice y Gerson Goldhaber estaban preparados para la m¨¢s normal de las relaciones fraternas cuando se reunieron como f¨ªsicos de part¨ªculas en Estados Unidos. De modo que cuando Gerson estaba metido en el experimento de su vida, y compet¨ªa por descubrir una part¨ªcula de antimateria llamada antiprot¨®n, Maurice hizo lo que pr¨¢cticamente cualquier cient¨ªfico de una familia unida har¨ªa: se apost¨® 500 d¨®lares con un colega a que el antiprot¨®n no exist¨ªa.Lejos de mostrar deslealtad, Goldhaber se limitaba a seguir una noble tradici¨®n -apostar sobre el resultado de asuntos cient¨ªficos- que parece estar tan difundida en los laboratorios como las quinielas entre el p¨²blico en general. La tradici¨®n ya estaba en pie cuando titanes como Johannes Kepler e Isaac Newton estaban poniendo los cimientos de la ciencia moderna y hac¨ªan apuestas.
Este siglo
Los sabios de este siglo han hecho apuestas acerca de todo, desde las propiedades de las masas m¨¢s diminutas de materia hasta el destino de todo el universo. Entre los m¨¢s aficionados a las apuestas cient¨¬ficas est¨¢, por ejemplo, Stephen Hawking, que a veces incluso ha encadenado una apuesta perdida con otra que matiza el resultado.Normalmente se juegan desde unos pocos d¨®lares hasta unos pocos cientos de d¨®lares, a menudo en forma de cenas costosas o de licores caros y, por lo menos en un caso, de cientos de litros de gasolina.
"Muchas botellas de los mejores champa?as y whiskys, e incluso apuestas m¨¢s esot¨¦ricas, quedan a la espera, mientras los expertos se esfuerzan por contar extra?os protones procedentes de galaxias lejanas", escribieron los tambi¨¦n f¨ªsicos James Peebles y Joseph Silk en la revista Nature hace unos a?os.
Tales apuestas son "una forma de llamar la atenci¨®n en cuestiones clave" dijo Peebles durante una entrevista. Otros creen que las apuestas cient¨ªficas son tan corrientes que pueden indicar algo importante sobre la investigaci¨®n cient¨ªfica.
"A menudo se tiene el estereotipo de que los cient¨ªficos pretenden crear un plan b¨¢sico del universo y que creen sus teor¨ªas con un fervor religioso", dice Robert P. Crease, fil¨®sofo de la ciencia. "Las apuestas son interesantes, porque revelan que los cient¨ªficos a menudo se plantean su trabajo como si fuera un juego".
Sin embargo, otras personas est¨¢n lejos de ver tanta importancia en las apuestas cient¨ªficas. la astr¨®noma Margaret Geller, las considera "algo repulsivas". Dice: "Siempre me han parecido uno de los aspectos machistas y m¨¢s bien primarios de estos campos". Martin Rees, astrof¨ªsico de la Universidad de Cambridge, a?ade: "Creo que hacer apuestas es algo bastante fr¨ªvolo". Para ¨¦l, lo que se apuesta en una discusi¨®n cient¨ªfica es la reputaci¨®n profesional.
Puede que sea as¨ª, pero los cient¨ªficos lo hacen con mucha frecuencia. Durante d¨¦cadas, en los antiguos Laboratorios Bell (ahora integrados en Lucent Technologies), de Nueva Jersey, hubo un "libro de apuestas" en la sala del caf¨¦, donde los cient¨ªficos se reun¨ªan a discutir todos los d¨ªas a las cuatro de la tarde, recuerda Pierre Hohenberg, f¨ªsico. "Unos cuantos de nosotros nos sent¨ªamos ideol¨®gicamente inclinados a afirmar que las discusiones deb¨ªan zanjarse con una apuesta. Hablar no cuesta nada", dice Hohenberg.
En la libreta, escrita a mano al estilo laboratorio, se registraban apuestas sobre temas muy cient¨ªficos, como explicaciones diferentes de la superconductividad, en la que ciertos materiales a temperaturas relativamente altas transmiten electricidad sin resistencia. Tambi¨¦n conten¨ªa apuestas m¨¢s generales sobre cuestiones pol¨ªticas y econ¨®micas. El libro desapareci¨® de la sala hacia 1990; pero mucho antes, inspir¨® un libro parecido en la otra costa.
"En la portada dice Registro oficial de apuestas del Grupo SLAC", explica Michael Peskin, del Centro del Acelerador Lineal de Stanford, en California. Contiene 28 p¨¢ginas, y recoge sobre todo apuestas cient¨ªficas desde 1984. La contribuci¨®n al mismo de la que est¨¢ m¨¢s orgulloso es una apuesta victoriosa que hizo con Sidney Drell, en relaci¨®n con la existencia y masa del quark top, una part¨ªcula elemental cuyo descubrimiento fue anunciado a bombo y platillo en 1995. "Cena para cuatro," dice Peskin, lleno de satisfacci¨®n.
Se cree que quien inici¨® el juego fue el astr¨®nomo alem¨¢n Johannes Kepler, cuando, en el a?o 1600, le plantearon el problema de averiguar la ¨®rbita de Marte alrededor del Sol a partir de las observaciones astron¨®micas realizadas por su instructor, Tycho Brahe. Kepler se hizo cargo del problema, hasta entonces en manos de un veterano ayudante de Brahe, Longomontanus.
Kepler apost¨® con Longomontanus que resolver¨ªa el problema en una semana, m¨¢s o menos. Se desconoce lo que apostaron, pero se sabe que gan¨® Longomontanus: a Kepler le llev¨® cinco a?os encontrar la soluci¨®n.
Newton
Aquello abri¨® el camino a lo que ser¨ªa "sin duda una de las apuestas m¨¢s importantes de la historia cient¨ªfica" seg¨²n Alan E. Shapiro, historiador de la ciencia, la que dio lugar a los Principia de Isaac Newton, el tratado que se convirti¨® en la piedra angular de la f¨ªsica moderna. Sin embargo, cuando lo public¨®, hab¨ªan pasado varios a?os, cuando el plazo era de dos meses, y Newton no pudo cobrar su premio.Durante los siglos XVIII y XIX sigui¨® habiendo apostantes empedernidos entre los cient¨ªficos de renombre. Sin embargo, ha sido el siglo XX, por razones que nadie puede explicar, el que se ha convertido en el Montecarlo de la cultura cient¨ªfica. "Durante mi vida he hecho innumerables apuestas cient¨ªficas; puede que no sea capaz de acordarme de todas ellas," dice Walter Lewin, astr¨®nomo.
Aun as¨ª, algunos destacados apostantes se quejan de que no hay demasiada marcha. "La mayor¨ªa de los cient¨ªficos no est¨¢n interesados en las apuestas", dice Michael Turner, astrof¨ªsico. todav¨ªa echando humo porque despu¨¦s de una conferencia, nadie apost¨® con ¨¦l sobre la tasa de expansi¨®n del universo, la constante de Hubble. "Las apuestas implican un cierto grado de irracionalidad o una actitud de restregarlo por las narices", dice Turner. "A m¨ª me encantan".
Cuando cuenta un episodio, no tan inusual, de The neglect of experiment (Cambridge, 1986), el historiador Alan Franklin cont¨® no menos de tres apuestas distintas sobre si la paridad, una especie de simetr¨ªa izquierda derecha, se manten¨ªa en la interacciones subat¨®micas.
El f¨ªsico de Caltech ya fallecido Richard P. Feynman, por ejemplo, hizo una apuesta de un d¨®lar, 50 contra 1, y tuvo que pagar cuando los experimentos de 1957 demostraron que las leyes de la f¨ªsica no eran exactamente las mismas cuando se invert¨ªan la izquierda y la derecha y arriba y abajo, como en un espejo, como predijeron dos te¨®ricos, T. D. Lee y C. N. Yang. Casi todos los que hicieron estas apuestas llegaron a ganar el premio Nobel de F¨ªsica por una u otra raz¨®n.
The New York Times
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