"Barcelona atracci¨®n"JOSEP MARIA MONTANER
Barcelona atracci¨®n, as¨ª se llamaba la revista mensual que desde 1910 hasta 1936 public¨® en su primera etapa la Sociedad de Atracci¨®n de Forasteros de Barcelona. Su objetivo era el de promocionar una ciudad incipientemente metropolitana, que ya acog¨ªa las primeras grandes olas migratorias, y el de dar a conocer un territorio catal¨¢n -especialmente el Maresme, la Costa Brava, la Costa Dorada y ciudades del interior como Berga, Igualada, Molins de Rei o Vic- del que se empezaban a valorar sus cualidades paisajistas, hist¨®ricas y monumentales. En la revista se hablaba de los museos y monumentos y se anunciaban restaurantes, hoteles, balnearios y compa?¨ªas de transporte como la Transatl¨¢ntica y la Transmediterr¨¢nea. Hoy, la Barcelona del final de siglo ha incrementado su capacidad de atracci¨®n y es una capital mod¨¦lica y deseada. Con el nuevo curso van a llegar nuevos profesionales, m¨¢s estudiantes y tambi¨¦n inmigrantes buscando fortuna. Para una ciudad que pretende ser una capital del mundo universitario y de la investigaci¨®n, un lugar para la creatividad y la cultura, un foro para la paz y la sostenibilidad, esta afluencia internacional es b¨¢sica. Lo que sucede es que Barcelona seduce pero castiga un poco. No acostumbra a ponerlo f¨¢cil. En otras capitales europeas -en ciudades holandesas como Amsterdam y Delft, por ejemplo- se ofrecen muchas m¨¢s facilidades e infraestructuras. Es cierto que en los ¨²ltimos a?os han empezado a construirse residencias para estudiantes y han empezado a funcionar secciones universitarias dedicadas a la acogida de extranjeros y a la promoci¨®n de becas entre pa¨ªses. Por ejemplo, en Barcelona residen casi 4.000 estudiantes extranjeros, de los cuales unos 500 est¨¢n matriculados en la Universidad Polit¨¦cnica de Catalu?a, y dentro de ella, unos 250 en la Escuela de Arquitectura de Barcelona, que es la m¨¢s solicitada; no en vano la cr¨ªtica, la arquitectura y el urbanismo barceloneses son admirados desde muchos pa¨ªses, especialmente en Italia, Alemania y en todos los pa¨ªses latinoamericanos. El hecho es que poco a poco se ha ido produciendo un cambio cualitativo que ya no se puede integrar por medios ordinarios. Hacen falta unas nuevas estructuras que expliciten esta transformaci¨®n humana de la ciudad, que prevean la acogida de visitantes en residencias para estudiantes y profesores; que incidan en planes de ense?anza que cada vez m¨¢s han de ir dirigidos a ni?os cuyos padres procedan de culturas muy distintas; que haya facilidades para conseguir viviendas o estudios de alquiler por unos pocos a?os; que se ofrezca todo tipo de orientaciones para una inmigraci¨®n extranjera que en dos a?os ha crecido en Barcelona en un 22%. Tambi¨¦n los proyectos urbanos han de tener en cuenta esta nueva realidad multi¨¦tnica, en la que se superponen distintas culturas de uso del espacio p¨²blico y del espacio privado. Ya no es suficiente prever que los visitantes no van a tener otro remedio que espabilarse e integrarse, es necesario comprender que las circunstancias han cambiado y se han de crear unas nuevas condiciones y unas nuevas coordenadas de interpretaci¨®n social, lejos de cualquier anacr¨®nico nacionalismo. Se ha hablado, incluso, de crear un nuevo Ministerio estatal de Migraciones y el pr¨®ximo octubre est¨¢ previsto que se firme el Compromiso de Barcelona que propondr¨¢, entre otras medidas, el derecho de voto de los inmigrantes. Para ver la responsabilidad que todos tenemos, solo hace falta detenernos a intentar comprender el esfuerzo, por ejemplo, que para muchos estudiantes europeos y, sobre todo, latinoamericanos, significa poder estudiar unos cursos, un master o un doctorado en la deseada Barcelona: la inversi¨®n econ¨®mica y el sacrificio personal de abandonar temporalmente su pa¨ªs, su familia y su casa. Y ciertamente, entre los extranjeros que llegan a Barcelona se han establecido autom¨¢ticamente distintas categor¨ªas y tratos: los europeos comunitarios, los latinoamericanos, los norteafricanos y los asi¨¢ticos. Los europeos, especialmente franceses, italianos, alemanes, brit¨¢nicos y portugueses, son los que se sienten menos extranjeros en Barcelona. En teor¨ªa, a partir del Tratado de Schengen sus derechos profesionales son equiparables, pero a la hora de la verdad, la convalidaci¨®n de t¨ªtulos se convierte en bastantes casos en un laberinto de trabas y retrasos burocr¨¢ticos. Los latinoamericanos tienen especial afici¨®n por Barcelona, aunque sepan que deber¨¢n aprender o entender otra lengua. Especialmente para caribe?os y brasile?os, Barcelona y Sevilla son las ciudades espa?olas que les resultan m¨¢s atractivas, por ser similares al ambiente mar¨ªtimo del que muchos proceden. Bien vistos por la mayor¨ªa, sin embargo, en la medida que provienen de ciudades con problemas de pobreza y violencia y una buena parte de ellos vienen a conseguir trabajo, a¨²n los hay que se los miran con cierto desprecio. Tengamos en cuenta que la mayor parte de estudiantes extranjeros en Barcelona, alrededor de 2.000, son de origen latinoamericano; y que, a nivel general, Espa?a ha avanzado mucho durante los a?os noventa en el enriquecimiento y consolidaci¨®n de las relaciones culturales y econ¨®micas con Am¨¦rica. Y los africanos en su mayor¨ªa vienen impulsados por la m¨¢s perentoria necesidad de sobrevivir, con el deseo de encontrar trabajo y el sue?o de una vida digna. ?sta es la poblaci¨®n que se integra con menos dificultades en la Catalu?a que mantiene la estructura agraria. Por otra parte, los inmigrantes asi¨¢ticos, especialmente filipinos y chinos, llegan ya al 18,6% del total de extranjeros que viven en Barcelona. La Barcelona cada vez m¨¢s plural, compleja y mestiza que se perfila para el pr¨®ximo siglo deber¨ªa pensar de manera muy distinta a los planteamientos conservadores que esgrim¨ªa en 1907 Eugeni d"Ors desde su glosari de las p¨¢ginas de La Veu de Catalunya, exigiendo un control de acceso a la ciudad. D"Ors, que a?oraba una imposible ciudad cl¨¢sica, cerrada y terminada, y tem¨ªa las olas de emigraci¨®n que se avecinaban en la Barcelona que culminar¨ªa con la Exposici¨®n de 1929, consideraba negativa la "renovaci¨®n constante" y propugnaba unas "medidas selectivas de inmigraci¨®n" para conseguir un "proteccionismo de la raza". Al contrario, Barcelona deber¨ªa ser como aquella que asomaba en la revista Barcelona atracci¨®n, orgullosa de la eficaz capacidad de atracci¨®n de forasteros que ha hecho de ella la ciudad cosmopolita que es. Una atracci¨®n tur¨ªstica y unos flujos migratorios que hasta hace un siglo se produc¨ªa esencialmente dentro de Catalu?a, Arag¨®n y el Rosell¨®n, hasta hace unas d¨¦cadas se produc¨ªa casi exclusivamente en el ¨¢mbito de la Pen¨ªnsula y que en los ¨²ltimos tiempos ha abierto su capacidad de atracci¨®n hacia muy distintos puntos del planeta. Es cierto que no es lo mismo el turismo, los intercambios profesionales, las estancias por estudios, la inmigraci¨®n o el exilio; cada proceso comporta problem¨¢ticas sociales de muy diverso peso. Pero tambi¨¦n es cierto que una ciudad que se vanagloria de su ¨¦xito como deseada capital tur¨ªstica ha de estar cada vez m¨¢s preparada para dar facilidades a aquellos visitantes que, por muy distintas razones, deciden intentar instalarse en ella. Para cada uno de estos miles de profesionales, estudiantes o trabajadores que se acercan a Barcelona, esta se?ora provoca una recepci¨®n matizadamente distinta, pero la mayor¨ªa acaba encontr¨¢ndose bien en la ciudad y en su territorio. Las opiniones de nuestros visitantes temporales y no tan temporales son dispares, pero, sea Barcelona provinciana o cosmopolita, cerrada u hospitalaria, conservadora o moderna, seria o alegre, improvisadora u organizada, la verdad es que, hoy por hoy, Barcelona cotiza muy alto en el mercado de los mitos internacionales y de nosotros depende no defraudar las expectativas que hemos creado.
Josep Maria Montaner es arquitecto.
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