Tregua y elecciones
La tregua anunciada por ETA deja a los l¨ªderes pol¨ªticos un campo minado que exigir¨¢ mucha habilidad para moverse. El calendario no es casual: la tregua se relaciona directamente con las elecciones vascas. Y en ellas se jugar¨¢ buena parte del futuro del proceso. El c¨¢lculo que desde el nacionalismo se hace es elemental. Se apuesta por el efecto psicol¨®gico. La sociedad vasca por primera vez tiene razones para pensar que el fin de la violencia no es un sue?o. Ello generar¨¢ un fen¨®meno de euforia que redundar¨¢ en favor de los partidos nacionalistas. El gesto de ETA beneficiar¨¢ a HB, que recuperar¨¢ algunos votos ahuyentados por sus ¨²ltimos cr¨ªmenes y puede recibir cierto voto de oportunidad en un pa¨ªs que suspira por que callen las armas. Y favorecer¨¢ al PNV, que, ante la pasividad del PP y del PSOE, capitalizar¨¢ el papel de mediador impenitente. Si la lechera del cuento no se rompe, esto puede significar una amplia mayor¨ªa para el bloque de partidos nacionalistas en las pr¨®ximas elecciones vascas. Y desde esta mayor¨ªa, interpretar que se dispone de la legitimidad necesaria para plantear las cuestiones de fondo: el refer¨¦ndum de autodeterminaci¨®n y la reforma de la Constituci¨®n. Con lo cual entrar¨ªamos en una fase pol¨ªtica de alto riesgo. Una verdadera segunda transici¨®n.Ante esta pel¨ªcula, el PP y el PSOE deben mostrar mucha finura pol¨ªtica. Lleva raz¨®n Jordi Pujol cuando dice que ¨¦ste es un tren que no hay que dejar pasar aun al precio de correr algunos riesgos. Es obligaci¨®n del Gobierno asegurar que los riesgos sean m¨ªnimos. Ser¨ªa tr¨¢gico que la tregua s¨®lo fuera un par¨¦ntesis que permitiera a una ETA debilitada rearmarse. La ansiedad de una sociedad deseosa de acabar con la pesadilla terrorista no debe hacer perder la realidad de vista, ni romper las reglas del juego de la democracia. Ser¨ªa lamentable que algunas fuerzas pol¨ªticas trataran de especular de modo ventajista con el fin de la violencia. Generosidad no debe confundirse con ruptura de las reglas de la democracia.
Un Gobierno del PP en aparente fuera de juego y un PSOE ensimismado en sus problemas del pasado han hecho que la iniciativa del proceso recayera por completo en el nacionalismo vasco. Ahora se echar¨¢ en falta en el conjunto del pa¨ªs un liderazgo equivalente al que Arzalluz ha sabido ejercer en el Pa¨ªs Vasco. Puede ser cierto que la prudencia aconseje esperar las elecciones, pero de la capacidad de retomar la iniciativa que tengan el PP y el PSOE depende tambi¨¦n lo que ocurra en las elecciones vascas.
Aunque aparentemente la tregua de ETA se plantea sin condiciones, el documento est¨¢ lleno de interrogantes sobre las exigencias futuras que se van a plantear, incluidas las referencias a Navarra y al Estado franc¨¦s. Y, sin embargo, es innegable que los acontecimientos de estos d¨ªas, desde la Declaraci¨®n de Barcelona hasta el comunicado de ETA, anuncian cierto cambio en las coordenadas pol¨ªticas del pa¨ªs. Si, como se ha dicho, la Declaraci¨®n de Barcelona estaba ya en la estrategia del PNV que conduce al comunicado de ETA, de nuevo la cuesti¨®n de la articulaci¨®n del Estado espa?ol y de la revisi¨®n de la Constituci¨®n est¨¢ sobre la mesa. Afortunadamente, estos temas ya no son tab¨². Los partidos nacionalistas del Pa¨ªs Vasco, Catalu?a y Galicia se adelantaron a poner sobre la mesa unas exigencias de futuro. La lealtad entre las fuerzas democr¨¢ticas es fundamental para que los cambios que se tengan que hacer sean por consenso entre ellos y no por concesi¨®n a ETA.
El propio caso GAL, que tanto ha empantanado la vida pol¨ªtica reciente, toma otro rumbo ante este cambio de coordenadas. Si el proceso hacia el fin de la violencia avanza, muchos de los juicios del GAL ni siquiera llegar¨¢n a celebrarse. Esta hip¨®tesis no deber¨ªa, sin embargo, condicionar el comportamiento del partido socialista. El PNV ha hecho sus movimientos y, de momento, puede alardear de haber conseguido lo que nadie hab¨ªa logrado hasta ahora: arrancar una tregua indefinida a ETA. Ahora, el PP y el PSOE deben estar a la altura de las circunstancias: no perder el tren del fin de la violencia, pero tampoco poner la democracia a subasta.
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