La dif¨ªcil tarea de ensayar la paz
Los ciudadanos vascos vivieron ayer la v¨ªspera del alto el fuego entre el escepticismo y la ilusi¨®n ante la posibilidad de que el final del conflicto sea real
Ser¨¢ un d¨ªa dif¨ªcil de olvidar. El avi¨®n de Iberia aterriz¨® en el aeropuerto de Sondika, a las afueras de Bilbao, a eso de las once de la ma?ana, con un cuarto de hora de retraso. Junto al aparcamiento de los coches de alquiler, un hombre mayor, muy mayor, le da palique al viajero. Hace sol. "?Qu¨¦? ?Forastero?". S¨ª, se?or. "?De turismo?". No, de trabajo. "Pues eligi¨® usted un buen d¨ªa; hoy le comprar¨¢n lo que venda". ?Y eso? "Por lo de la tregua de ETA. La gente est¨¢ contenta, aunque no lo digan a voz en grito. Los de un lado y los de otro, ?sabe usted? Despu¨¦s de tantos tiros no estar¨ªa mal una temporadita de tranquilidad, digo yo". ?Y usted cree que...? "Yo no creo nada, pero le digo una cosa y me gustar¨ªa que la recordara". D¨ªgame. "Mire ese ¨¢rbol de all¨ª abajo. Da sombra, ?no? Pues eso es lo que importa. Qu¨¦ m¨¢s da qui¨¦n lo plantara. Lo importante es que nunca le falte la humedad. Pues con la tregua lo mismo". Dice que se llama Alejandro Mu?oz, que tiene 82 a?os, que vive recogido en un asilo y que cada ma?ana viene al aeropuerto porque le gusta ver volar a los aviones. "A m¨ª me toc¨® la guerra en la zona nacional y...". Se le ve que est¨¢ contento, ilusionado: "F¨ªjese usted, a mi edad y con lo que yo he visto".Alejandro regresa al asilo, mirando con el bast¨®n lo que las cataratas no le dejan ver. A las once y media, los pol¨ªticos de Madrid, tambi¨¦n los de Vitoria, siguen en la radio intentando explicar, explicarse, por qu¨¦ ETA ahora, despu¨¦s de 30 a?os de cr¨ªmenes, de coches llenos de explosivos y de tiros en la nuca, ha mandado parar sus pistolas.
En Lezama, antes de bajar a la autopista que lleva hasta Francia, hay una de esas cafeter¨ªas peque?as -degustaciones las llaman en Vizcaya- donde se compra el pan y los bollos de mantequilla y, de paso, se toma un caf¨¦. Dos mujeres hablan. La dependienta tercia de vez en cuando. Se percibe una cierta confianza reci¨¦n descubierta -fruto quiz¨¢ de la euforia del d¨ªa- para hablar de ETA. "?Y a ti qu¨¦ te parece? ?Crees que durar¨¢ la tregua?". "No lo s¨¦", duda la amiga. "Ojal¨¢ sea verdad. No creo que el Gobierno les d¨¦ todo lo que piden. Pero, qu¨¦ quieres que te diga, mientras sigan hablando no matan".
La paz, aunque sea la paz incierta de la tregua de ETA, se escribe con las letras min¨²sculas de la vida de cada d¨ªa. La paz, para las dos amigas de Lezama, consist¨ªa ayer en la temeridad -antes nunca ensayada- de hablar sin tapujos delante de un extra?o; para la familia de un polic¨ªa, poder esperarlo sin encomendarse a todos los santos, sin tener el alma en vilo; para la madre de Miguel ?ngel Blanco -ayer la vieron subir al cementerio a rezarle a su hijo, como tantos d¨ªas desde julio de aquel a?o-, llegar a creer que tanto sufrimiento no fue in¨²til.
La paz en Euskadi -aunque sea dif¨ªcil entenderlo visto desde fuera- puede ser algo tan simple como arrancar un coche sin contener la respiraci¨®n, como pasear sin desconfiar de la propia sombra. Hay familias -muchas en el Pa¨ªs Vasco, casi todas- en que la paz transitoria tambi¨¦n significa sentarse juntos a la mesa y hablar sin pasar de puntillas por ning¨²n tema, sin callarse por no herir.
?ngel Y¨¢?ez es concejal en Tolosa (Guip¨²zcoa) y su hija Mar¨ªa Jos¨¦ en Ikaztegieta. No s¨®lo es un problema de distancia, apenas unos kil¨®metros. Lo m¨¢s duro es que ?ngel, el padre, es concejal del PP y Mar¨ªa Jos¨¦, la hija, de Herri Batasuna. Dice el padre que la tregua de ahora "hay que tom¨¢rsela con cautela y ver si cumplen lo que dicen, pero es lamentable que haya tardado tanto, despu¨¦s de tanto dolor y tanta sangre innecesaria". Debajo del escepticismo de ?ngel se vislumbra un tono de esperanza. "A partir de ahora", habla el padre, no el pol¨ªtico, "quiz¨¢ podamos hablar de lo que nos hemos callado para no hacernos da?o".
Unos minutos despu¨¦s del mediod¨ªa, en el peaje de Ermua, la enso?aci¨®n est¨¢ a punto de convertirse en pesadilla. Agentes de la Guardia Civil, fusil en mano, montan un control a toda prisa. Unos metros m¨¢s all¨¢, otros guardias, de paisano y en coches camuflados, cubren la huida de un hipot¨¦tico terrorista. ?Ha pasado algo? "No, es un control rutinario; circule". ?Pero no hab¨ªa tregua? "La tregua dicen que empieza esta noche, y de aqu¨ª a entonces ¨¦stos pueden hacer alguna de las suyas. No se pare; circule, por favor".
Con tregua o sin ella, con paz provisional o indefinida, todav¨ªa deber¨¢ pasar mucho tiempo, a?os, hasta recobrar una imagen de tranquilidad en Euskadi. De hecho, ayer, unos metros m¨¢s all¨¢ del control de la Guardia Civil, la Ertzaintza hab¨ªa desplegado un dispositivo espectacular. En Goienkalea, una de las calles m¨¢s c¨¦ntricas de Ermua, un vecino hab¨ªa cre¨ªdo ver algo raro -el fantasma de la violencia por todas partes- en el veh¨ªculo particular de In¨¦s Fern¨¢ndez, la edil del Partido Popular que sustituy¨® a Miguel ?ngel Blanco.
Despu¨¦s de media hora de trabajo, la Ertzaintza levant¨® el dispositivo. El perro amaestrado para detectar explosivos no hab¨ªa conseguido encontrar nada. Lo que en cualquier otro lugar se atribuye r¨¢pidamente a un vulgar robo de gasolina aqu¨ª se convierte inmediatamente en una sospecha de atentado. Y empiezan a desfilar, de pronto, uno tras otro, los horrores de un pasado tan reciente. Junto a la puerta del Ayuntamiento, los reporteros de la televisi¨®n preguntan a los vecinos su parecer sobre la tregua. Un hombre admite que dio un respingo en su sof¨¢ la noche del mi¨¦rcoles. "Estaba viendo el partido de f¨²tbol. La verdad es que me hizo ilusi¨®n. Ojal¨¢ sea cierto", conf¨ªa. Luego, y en eso coincidir¨¢n otros vecinos, reclama el papel de su pueblo en la decisi¨®n de ETA; la reacci¨®n multitudinaria, pac¨ªfica, ejemplar tras el asesinato de Miguel ?ngel; el "basta ya" a las pistolas.
Escaleras arriba, atendiendo por tel¨¦fono a los periodistas de todo el pa¨ªs, Carlos Totorika, el alcalde socialista que aquel d¨ªa tan triste supo convertir en democr¨¢tica indignaci¨®n la rabia insoportable de sus vecinos, segu¨ªa llamando ayer a la prudencia, frenando a la euforia: "Creo que el anuncio de ETA es positivo, pero no suficiente, porque persiste la espada de Damocles de que vuelva a la actividad terrorista".
Una actividad, una situaci¨®n, con la que han vivido permanentemente todos los j¨®venes vascos menores de 30 a?os. "Ahora, si es verdad lo de la tregua, tendremos que aprender a vivir en paz", ironiza una estudiante en la plaza de Guip¨²zcoa. "Mi padre", le replica una compa?era, "descorch¨® ayer una botella de vino muy buena. ?l cree que esto es el principio de una marat¨®n. Habr¨¢ desfallecimientos, gente que se retire, incluso la tentaci¨®n de algunos de volver a matar... Pero lo importante es que ya hay una meta se?alada donde llegar". Ninguno de los que ahora estudian una carrera o aprenden un oficio o buscan desesperadamente su primer trabajo en Euskadi ha vivido sin el terrorismo; sin la posibilidad de encontrar su barrio ensangrentado en todos los telediarios. "Nos es m¨¢s dif¨ªcil imaginar la paz que recordar todos estos a?os de violencia", confiesan.
Muchos de los vascos que ayer llamaron a la radio para hablar de la tregua pusieron el dedo en una cuesti¨®n fundamental. "Si resulta que esto es verdad", se sorprend¨ªa un radioyente, "vamos a ser la primera generaci¨®n de padres vascos que podr¨¢ educar a sus hijos en libertad y sin tiros, porque, primero con Franco y luego con ETA, vaya racha que llevamos".
Al atardecer de ayer, junto al hospital Nuestra Se?ora de Ar¨¢nzazu de San Sebasti¨¢n, Unai disfrut¨® uno de sus primeros paseos. Su padre, Juan Manuel, aproveh¨® la buena temperatura para estar con su hijo a solas. "Me gustar¨ªa que cuando fuese mayorcito, cuando entienda las cosas, pueda explicarle todo esto como una lecci¨®n de historia. Me parece imposible, pero mi sue?o es poder explicarle toda esta guerra como si fuera la de otro pa¨ªs, porque tan malo es el terrorismo de ETA como la guerra sucia del Estado, pero no lo creo".
Juan Manuel reconoce que tambi¨¦n a ¨¦l le sorprendi¨® la buena noticia viendo el partido de f¨²tbol, que al principio se sobresalt¨®, que sinti¨® una alegr¨ªa muy ¨ªntima. Pero, luego, cuando se fue enfriando, cuando ya acostado le dio una y m¨¢s vueltas a la cabeza, recapacit¨® y volvi¨® a instalarse en el pesimismo. "Esta vez", medita, "parece que la cosa va en serio, pero tambi¨¦n lo parec¨ªa otras veces y f¨ªjate d¨®nde estamos. Yo estoy seguro de que despu¨¦s de esta tregua vendr¨¢n m¨¢s muertos y luego quiz¨¢ la paz. No se me va de la cabeza el atentado de Omagh. Cuando los irlandeses cre¨ªan que lo hab¨ªan conseguido todo, cataplum".
Con un punto de escepticismo todos, pero con ilusi¨®n tambi¨¦n, una gran parte de los vascos sali¨® ayer a la calle so?ando que la paz puede ser posible. Ser¨¢ un d¨ªa dif¨ªcil de olvidar. Ser¨¢ una pena si se olvida.
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