Dos ¨®peras primas compiten en la secci¨®n Zabaltegui
La programaci¨®n de las secciones paralelas sigue a toda marcha en un festival que ha crecido tanto en los ¨²ltimos a?os como para programar alrededor de 70 pel¨ªculas cada d¨ªa, y en el que hay aut¨¦nticas joyas para cualquier cin¨¦filo, como los ciclos dedicados al realizador japon¨¦s Mikio Naruse y a la comedia italiana de posguerra, de los que dif¨ªcilmente se puede dar cuenta en una cr¨®nica, pero que resultan un apetitoso bocado para el p¨²blico donostiarra que llena masivamente casi todas las sesiones.El cronista debe, en cambio, fijar su atenci¨®n en aquellos recovecos de la programaci¨®n que presentan novedades a competici¨®n, como es el caso de la secci¨®n Zabaltegi. Entre lo ¨²ltimo que se ha podido ver figuran sendos primeros filmes, el espa?ol Pecata minuta, ¨®pera prima del actor Ram¨®n Barea, y el franc¨¦s Une minute de silence de Florent Emilio Siri. Dos son las ventajas del primero: una, y considerable, el conocer perfectamente sus l¨ªmites, el terreno que pisa. Barea jam¨¢s pretende sobrepasar las fronteras gen¨¦ricas, que no son otras que las de la comedia, para narrar una historia que transcurre ¨ªntegramente en un convento, en medio de una extra?a comunidad de monjas que viven entre la angustia y la esperanza las consecuencias de la puesta en pr¨¢ctica de revolucionarios m¨¦todos de mercadotecnia ideados por la Madre Superiora para vender huevos de chocolate.
Otra, no perder nunca el tono de la narraci¨®n, que Barea controla con una sabidur¨ªa de viejo zorro curtido en mil batallas frente a la c¨¢mara.
Muy d¨²ctiles
Con un elenco de actores que distan mucho de ser primeras figuras, pero que se demuestran muy d¨²ctiles en sus manos, el film pretende, igualmente, elevarse por encima de una lectura primaria para constituirse en algo parecido a una met¨¢fora cuyos componentes no son otros que modernidad y rancia tradici¨®n.Si acaso, Pecata minuta no logra elevarse demasiado entre otras cosas porque su gui¨®n no es lo que se dice particularmente ambicioso y porque, en general, le falta un poco m¨¢s de mala leche, una voluntad de transgresi¨®n a la que parece aspirar pero que raramente alcanza. No obstante, Barea salva, y con nota, su primera comparecencia como director. Tiene pulso, gusto para componer el encuadre y capacidad para sacar lo mejor de cada int¨¦rprete.
Lamentablemente, nada de esto se puede decir del film del franc¨¦s Siri. Cr¨®nica m¨¢s bien apresurada y torpe de unos sucesos reales, una huelga minera ocurrida en la Lorena francesa en diciembre de 1995 y el posterior y brutal enfrentamiento con la polic¨ªa, vista a partir de los ojos de dos obreros -polaco uno, italiano el otro- amigos y compa?eros de juerga, el filme intenta meter, en sus escasos 88 minutos de duraci¨®n, tantos hilos argumentales como para llenar varias pel¨ªculas.
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