Los toros, violencia institucionalizada
Que se sepa, no existe ninguna evidencia, ni siquiera indicio, que nos deba hacer suponer que ser pol¨ªtico equivale a poseer un m¨ªnimo nivel de razonamiento coherente. Y algunos de los casos que ¨²ltimamente se han visto reflejados en los medios de comunicaci¨®n lo atestiguan de manera pat¨¦tica. Un alto cargo pol¨ªtico vasco dice que las voces disconformes con las corridas de toros (en referencia al nuevo coso taurino de Illumbe, en San Sebasti¨¢n) reflejan el pluralismo de la sociedad vasca. Por la intenci¨®n de las declaraciones, tama?a estulticia s¨®lo puede salir de alguien cuyo intelecto, al menos en el momento de la afirmaci¨®n, est¨¢ bajo m¨ªnimos. ?Naturalmente que la sociedad vasca es plura1! Algunos condenan el terrorismo mientras otros lo aplauden y apoyan. Muchos denuncian la violencia dom¨¦stica mientras los agresores se creen con todo el derecho a majar a palos a sus compa?eras si la comida no est¨¢ a su gusto. Hay quienes se niegan a adquirir productos elaborados por ni?os que dejan sus vidas en infectos cuchitriles mientras que a muchas otras personas esta terrible situaci¨®n les importa un bledo. La vasca es, efectivamente, una sociedad plural. Pero nos tememos que esta pluralidad ya le guste menos al mencionado cargo. Queda muy bien (pol¨ªticamente correcto, ?no se dice as¨ª ahora?) eso de la pluralidad, el respeto y la tolerancia cuando el sufrimiento no lo padece un ser humano. Las corridas de toros son violencia institucionalizada, dolor, agon¨ªa y tortura. Y el dolor es tan indeseable para el toro ensangrentado como para el ertzaina envuelto en llamas. Igual de repugnante para la mujer maltratada que para el ni?o esclavizado. Dolor es dolor, y provocarlo fr¨ªvolamente a sabiendas de sus consecuencias, una burda y simple perversi¨®n. Muchos pensar¨¢n que, al fin y al cabo, los toros son animales. Efectivamente lo son, pero no "al fin y al cabo". Lo son igual que usted, amigo lector. Igual que sus vecinos, que los pol¨ªticos que nos representan y que sus familiares. Todos los seres humanos sin excepci¨®n somos animales, y el hecho de que algunos poseamos eso que se denomina racionalidad nos convierte, entre otras cosas, en potenciales degenerados, como es el caso de todas aquellas personas que apoyan cualquiera de las formas de violencia gratuita con los animales no humanos.- . Presidente de ATEA (Asociaci¨®n para un trato ¨¦tico con los animales). .
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