El v¨¦rtigo de la tregua
En ocasiones el brusco cambio en el panorama habitual no s¨®lo sume en el desconcierto, sino que incluso hace a?orar un pasado en que las certezas parec¨ªan gran¨ªticas. Muchos no creyeron al principio en una transici¨®n espa?ola a la democracia, tal como se produjo hace veinte a?os, ni en una ca¨ªda del comunismo, como hace diez. Durante alg¨²n tiempo sus criterios oscilaron entre la incredulidad y el deseo de que los hechos confirmasen lo que apuntaba como posibilidad. Luego pudo verse la luz, pero quiz¨¢ la pertinacia en no querer siquiera intuirla hubiera podido contribuir a evitar que brillara, por fin, en el horizonte.La tregua de ETA no garantiza el ¨¦xito en cualquier negociaci¨®n, cualesquiera que sean los interlocutores. No convierte tampoco en m¨¢s l¨²cidos a los terroristas o sus c¨®mplices, ni obliga a mostrarse condescendiente con ellos. No da, en absoluto, seguridades de que no vayan a existir m¨¢s muertes violentas; por desgracia, las habr¨¢. Pero exige, tras el momento de par¨¢lisis que produce la sorpresa, una actitud de clara apertura hacia una novedad, por m¨¢s que rompa esquemas previos.
La apertura debe estar sometida a perpetuo contraste con la realidad, pero esto ya nos proporciona algunas certezas. Es probable que sin una pol¨ªtica policial, al mismo tiempo efectiva y alejada de sospechas, no se hubiera llegado a donde estamos, pero es seguro que, sin el plan Ardanza y la actitud de PNV y EA, tampoco. Quienes quieran inclinarse por el escepticismo (y todos, en los meses que vienen oscilaremos entre ¨¦l y su antag¨®nico) deben pedir pruebas, pero no pretender atribuir a dem¨®cratas un deseo de rendici¨®n, pretendiendo que los hay capaces de plegarse ante el terrorismo o de beneficiarse de ¨¦l. A los nacionalistas vascos se les podr¨¢ reprochar, antes y a partir de ahora, muchas cosas. Nadie les puede negar un papel decisivo en el brote de esperanza que ahora ha nacido.
Esperanza no es lo mismo que hermanismo et¨ªlico de romer¨ªa, tentaci¨®n que, como la incapacidad para la apertura ante realidades nuevas, es consecuencia del anquilosamiento y la simplificaci¨®n. Si nos remitimos a los textos de ETA comprobaremos no s¨®lo lejan¨ªa de la democracia sino de la pura y simple realidad. Lo de menos en la autodeterminaci¨®n es la dificultad de incluirla en una reforma de la Constituci¨®n;lo verdaderamente dificil es su casi imposible aplicaci¨®n en una sociedad, como la vasca, tan fragmentada y variable en sus rasgos sociol¨®gicos de comarca en comarca. Y siendo eso complicado, qu¨¦ decir de c¨®mo cicatrizar las heridas causadas por tantas muertes.
Pero la barbarie del terrorismo, que corresponde al lado oscuro de la naturaleza humana, no nos debe hacer olvidar que ella misma puede superar las mayores dificultades. Terroristas del pasado son hoy ciudadanos muy meritorios. En Irlanda ha habido cuatro veces m¨¢s v¨ªctimas, existen unos guetos humanos infinitamente m¨¢s enfrentados y San Sebasti¨¢n es el Para¨ªso siempre, pero a¨²n m¨¢s comparado con Belfast. Y parece, hace meses, que la paz puede renacer all¨ª.
De seguro la soluci¨®n ser¨¢ compleja e incluso en apariencia ambigua, de modo que pueda ser interpretada de diferente forma por cada parte. No ser¨¢ una gran contribuci¨®n al Derecho Constitucional y quiz¨¢ deje malparadas grandes palabras, como Soberan¨ªa e Historia. En un reciente libro, ??igo Gurruchaga ha recordado que un diputado nacionalista irland¨¦s, Mallon, dice que las propuestas de paz que parecen abrirse camino ahora son como las de hace un cuarto de siglo pero simplificadas "para retrasados mentales". No importa mucho: lo decisivo es que el resultado sea lo bastante confortable para el conjunto y no hiera los derechos de nadie.
Y nos queda lo m¨¢s importante: el tiempo de negociaci¨®n en que el resultado puede averiarse y habremos de atravesar avatares borrascosos. Ya los pasamos en nuestras transici¨®n a la democracia. Un protagonista decisivo de la que, luego, tuvo lugar en Uruguay, Sanguinetti, ha escrito que el ritmo lo marcaron dos sentimientos contradictorios, la impaciencia y el miedo. Ojal¨¢ sepamos combinarlos ahora de la manera m¨¢s oportuna.
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