Sin apenas descompresi¨®n
Entre el desgarro de Paul Fuster y el candor de Edwyn Collins, entre la adusta sonoridad de Anari y la fiesta de taberna de Martin Stephenson, entre la algarab¨ªa de Los Planetas y la contundencia de Roger S¨¢nchez. As¨ª, casi sin estaciones de descompresi¨®n, entre la Ceca y la Meca, entre dispares sonidos albergados por diferentes espacios, transcurri¨® la segunda noche de BAM en los escenarios del Moll de la Fusta -donde las masas se concentran- y la plaza del Rei -donde reina el individuo-. A la masa la acun¨® el decibelio guitarrero, y ya entrada la noche, el chip danzar¨ªn, mientras que al individuo le meci¨® la introspecci¨®n a menudo en forma de lamento. Una noche de BAM. La imagen final fue una vez m¨¢s brindada por el tecno, que convirti¨® la explanada del muelle situado frente a Correos en escenario de una formidable fiesta animada por el hispano Roger S¨¢nchez a base de house. Un caudal de gente transitaba, bailaba o hac¨ªa cola en las barras mientras las caderas sintonizaban con los beats servidos desde el escenario, cuya potencia de sonido incluso hac¨ªa inteligible la conversaci¨®n. La plaza, llena La discoteca al aire libre funcionaba a todo trapo recogiendo al personal que o bien a¨²n no ten¨ªa ganas de horizontalidad o bien deseaba agitar el poso na?f sedimentado tras la actuaci¨®n del mel¨®dico escoc¨¦s Edwyn Collins en la plaza del Rei. All¨ª hab¨ªa reinado la m¨²sica tenue, s¨®lo sobresaltada por ese individuo que toca a la guisa de Ben Harper y canta emulando a Jeff Buckley llam¨¢ndose Paul Fuster. Fue ¨¦l quien abri¨® plaza congregando a unas 1.500 personas, cifra que s¨®lo Collins fue capaz de igualar. Y aunque Collins no sea Phil, no es de recibo menoscabar la capacidad de convocatoria de un Fuster que comienza su carrera. Lleno total. Eso s¨ª, los reyes num¨¦ricos de la noche fueron de nuevo Los Planetas, capaces de hacer cantar a m¨¢s de 10.000 personas aquello de "qu¨¦ puedo hacer si despu¨¦s de tanto tiempo no te dejo de querer", postrer hit de su concierto. Pues eso, que les quieren, y que sus canciones siguen enganchando por su vitalidad y sabio manejo del estribillo. Eso, estribillos, fue lo que le falt¨® a Anari, claro que esta cantautora vasca tampoco los precisa. Su m¨²sica, una especie de herida siempre fresca, se dej¨® o¨ªr aventada por un tr¨ªo que ella encabezaba con voz s¨®lida y porte propio de quien sabe utilizar las palabras. Una confirmaci¨®n. Y as¨ª, con el concurso de m¨¢s y m¨¢s m¨²sicos dispuestos a sumarse a la fiesta, fue pasando una noche sin m¨¢s historia que la cara de satisfacci¨®n de muchos de los que participaron en ella. Una noche de BAM. Una noche de la Merc¨¨.
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