El d¨ªa que Franco pas¨® a la Infanter¨ªa La retirada de la estatua del general¨ªsimo puso contra las cuerdas al Ayuntamiento de Valencia
Se trataba de un pulso al inmovilismo. El primer alcalde socialista de la democracia, Fernando Mart¨ªnez Castellano, hab¨ªa tenido la deferencia con Jaime Milans del Bosch de plantearle la intenci¨®n de retirar todos los s¨ªmbolos franquistas de la ciudad, entre los cuales se?oreaba la estatua ecuestre del general¨ªsimo. Esta intenci¨®n, por supuesto, provoc¨® la negativa encendida del teniente general de la Tercera Regi¨®n Militar, que lleg¨® a amenazar con enviar una compa?¨ªa para rendirle los honores correspondientes al capit¨¢n general de los ej¨¦rcitos si se llegaba a producir. Sin embargo el Ayuntamiento de Valencia decidi¨® la retirada de la estatua el 27 de abril de 1979, aunque no ser¨ªa Mart¨ªnez Castellano sino su teniente de alcalde de Urbanismo, Ricard P¨¦rez Casado, que habr¨ªa de sucederle tras una crisis, quien la llevar¨ªa a cabo. El r¨¦gimen hab¨ªa sucumbido, pero no sus hu¨¦rfanos, y esta estatua ecuestre, obra de Jos¨¦ Capuz, era el s¨ªmbolo de esa obcecaci¨®n. Para los dem¨®cratas la nueva situaci¨®n pol¨ªtica no se visualizaba del todo mientras el general¨ªsimo continuase cabalgando por el espacio p¨²blico m¨¢s concurrido de la ciudad. En todas las manifestaciones de dem¨®cratas era com¨²n el clamor "?El burro i l"haca fora de la pla?a!" (el burro y la jaca fuera de la plaza) a su paso ante el monumento en la entonces plaza del Pa¨ªs Valenciano, y los ataques a la escultura con botes de pitura eran constantes, pero los temores y la delicada consistencia de la democracia desaconsejaban casi siempre la operaci¨®n de retirada. Dos a?os antes, en 1977, un grupo de militantes del Frente Revolucionario Antifascista Patri¨®tico (FRAP) ya hab¨ªa intentado a la desesperada el derribo de la estatua con un cami¨®n y un despliegue de maromas, pero la acci¨®n de este comando fracas¨®. En 1980 la comisi¨®n de Cultura del Ayuntamiento ratificaba por unanimidad el acuerdo del pleno, aunque no se materializaba nunca, bien por ruido de sables, bien por campa?as electorales, bien porque se produc¨ªa una filtraci¨®n que anulaba el operativo ya en marcha. El Ayuntamiento hab¨ªa retirado la estatua de Jos¨¦ Antonio Primo de Rivera de la avenida que llevaba su nombre sin ning¨²n problema, pero cuando el s¨ªmbolo estaba vinculado al Ej¨¦rcito, las cosas se complicaban. P¨¦rez Casado hab¨ªa tratado de negociar con Milans del Bosch una transformaci¨®n de la Cruz de los Ca¨ªdos en el monumento al Soldado Desconocido, pero el teniente general hab¨ªa sido meridiano: "Las cosas hay que dejarlas como est¨¢n". Hasta que en 1983, con el PSOE en La Moncloa y estrenado un nuevo mandato, Ricard P¨¦rez Casado decidi¨® aplicar el pleno del a?o 1979. Milans del Bosch estaba en la c¨¢rcel por la insurrecci¨®n del 23 de febrero de 1981, pero parte de su entusiasmo hab¨ªa quedado fuera. Para colmo, el PSPV-PSOE s¨®lo estaba unido en la operaci¨®n por la base. Los sectores contrarios a P¨¦rez Casado, que eran notorios, siendo partidarios de la retirada, esperaban el fracaso de la operaci¨®n para que el alcalde pagara la factura pol¨ªtica. Debido al miedo, ninguna de las empresas que ejecutaban las contratas del Ayuntamiento quer¨ªa comprometerse a un trabajo como ¨¦ste, y la sensaci¨®n de excesivo compromiso que reinaba entre los servicios municipales imposibilitaba que el operativo fuese asumido por los medios propios del Consistorio. P¨¦rez Casado recurri¨® al concejal comunista Pedro Zamora, que aunque no formaba parte del equipo de gobierno era amigo suyo, para trazar un plan que s¨®lo conocer¨ªan ellos y el socialista Juan Antonio Lloret. Zamora acudi¨® a la Comisi¨®n de Defensa de la Naturaleza (Codena), un servicio de la Diputaci¨®n de Valencia, cuyo jefe t¨¦cnico era un socialista. En este servicio de mantenimiento de plantas y jardines trabajaban varios militantes de izquierdas que se encargar¨ªan de efectuar la retirada. La alcald¨ªa pidi¨® con discreci¨®n un informe sobre la estatua, y los datos del expediente municipal no resultaron alentadores. La operaci¨®n se complicaba: la estatua estaba anclada al pedestal a mucha profundidad y se hab¨ªa fundido de una pieza, por lo que habr¨ªa que serrarla. Pese a los inconvenientes, el Ayuntamiento no dio marcha atr¨¢s: ser¨ªa el d¨ªa 9 de septiembre. Ante la filtraci¨®n producida en un intento anterior por parte de un concejal entonces socialista, el alcalde urdi¨® la idea de proceder de madrugada. Pero los fans del general estaban al acecho. Poco despu¨¦s de las cuatro de la madrugada lleg¨® a la plaza un cami¨®n de Codena con una peque?a gr¨²a que s¨®lo serv¨ªa para transportar palmeras previamente arrancadas. Llevaba las placas de matr¨ªcula y los distintivos de la Diputaci¨®n de Valencia ocultos y aparc¨® junto al monumento para enganchar la escultura con cables y mantenerla sujeta. Los operarios empezaron los trabajos para separar las patas del caballo del pedestal con sopletes, pero estos instrumentos resultaron ineficaces, por lo que hubo que recurrir a sierras manuales. Entre tanto, empezaron a aparecer ultras tratando de fotografiar a los trabajadores, forcejeando tras el cord¨®n de agentes de la polic¨ªa municipal y nacional. Los concentrados, que cada vez eran m¨¢s, comenzaron a insultar y a agredir a los trabajadores, y ante esta situaci¨®n el alcalde, que estaba siguiendo la operaci¨®n desde el balc¨®n del Consistorio, solicit¨® m¨¢s efectivos de la fuerza p¨²blica al gobernador civil, Eugenio Burriel, a quien, no obstante, estaban transmitiendo novedades de total tranquilidad sus subordinados. Burriel comunic¨® a P¨¦rez Casado que si no estaba sucediendo nada no era necesario destacar m¨¢s efectivos, pero el alcalde le insisti¨® en que s¨ª que estaban ocurriendo disturbios junto al monumento, porque ¨¦l los estaba viendo. Los trabajadores no pod¨ªan cumplir su cometido sin garant¨ªas, y lo que iban a ver al instante les confirmar¨ªa las sospechas. La polic¨ªa facilit¨® el paso a un joven significado en los ambientes ultras y lo ayud¨® a subir al monumento para que retirara una bandera nacional que uno de estos grupos hab¨ªa colocado sobre el bast¨®n de mando de la efigie en d¨ªas anteriores. Una vez arriba, este joven aprovech¨® para desenganchar los cables de la gr¨²a y tirar los serruchos al suelo, y se puso a cantar el Cara al sol con el brazo en alto. Los obreros no tardar¨ªan a renunciar a culminar la operaci¨®n, ante la impasividad de la polic¨ªa. La alcald¨ªa trat¨® de reforzar a la brigada pero el esfuerzo era bald¨ªo. Ya hab¨ªa amanecido y los ultras se contaban por centenares, provistos de megafon¨ªa para insultar a muchos vatios al alcalde y al Rey. Sobre las nueve de la ma?ana los franquistas iniciaron una ofrenda floral en la que particip¨® el teniente de alcalde y concejal de Alianza Popular Juan Carlos Gimeno, quien deposit¨® una corona junto al pedestal. La operaci¨®n hab¨ªa quedado en suspenso y la presencia de algunos grupos de dem¨®cratas empez¨® a provocar refriegas en las que los ultras llegaban a exhibir armas de fuego de modo amenazante sin que la polic¨ªa interviniese. Mientras tanto, el alcalde hab¨ªa tratado de movilizar los recursos del Ayuntamiento y ni en las brigadas municipales ni en los bomberos, entre cuyos integrantes hab¨ªa muchos sindicados en CC OO y UGT, hab¨ªa encontrado a nadie que quisiera obedecer la orden. En medio de la desesperaci¨®n, algunos concejales como Vicent Garc¨¦s iniciaron gestiones en medios sindicales, sobre todo en el sector del metal, y al cabo de media hora se present¨® ante P¨¦rez Casado un militante socialista de base y se le ofreci¨® para organizar un nuevo intento "en serio" de cuya efectividad respond¨ªa. El alcalde acept¨® el ofrecimiento y alrededor de las 14.10 apareci¨® un grupo de 12 voluntarios vestidos con mono azul y el rostro cubierto por pasamonta?as, entre los que hab¨ªa militantes del PSPV-PSOE, PCE y miembrosdel Partido Comunista Marxista- Leninista para afrontar el reto. Su presencia fue acompa?ada de una lluvia de piedras y bolas de plomo, que hiri¨® a dos de ellos, pero a partir de ese momento la polic¨ªa empez¨® a disciplinarse m¨¢s y el trabajo pudo llevarse a cabo en un plazo de tiempo razonable, pese a los escasos medios t¨¦cnicos. La gr¨²a no pod¨ªa soportar el peso y al tirar de la escultura hacia el cami¨®n se parti¨® en dos trozos. No estaba anclada a tanta profundidad ni estaba fundida de una pieza. "Era tan falsa como el franquismo", recuerda Ricard P¨¦rez Casado. El cami¨®n retir¨® las piezas y la polic¨ªa carg¨® contra los ultras, que en su protesta derribaron varios contenedores, volcaron un Land Rover y apedrearon la puerta del Ayuntamiento. Inmediatamente los restos del monumento se convirtieron en un altar ultra revestido de banderas, flores y retratos del caudillo. A esa hora todos los medios de comunicaci¨®n de Espa?a hab¨ªan difundido la noticia y el golpismo, languidecido tras el fracaso del 23-F, trataba de reanimarse sobre la peana de este dictador desguazado. AP no perd¨ªa el tiempo y ped¨ªa la dimisi¨®n del alcalde por retirar un monumento "catalogado con un valor de tres millones de pesetas". Por contra, algunos concejales como Manuel Gallent, del PDP, y algunos compa?eros de partido felicitaron al alcalde. Sin embargo, P¨¦rez Casado sufrir¨ªa la desautorizaci¨®n solemne de Felipe Gonz¨¢lez, quien d¨ªas despu¨¦s declar¨® a Cambio 16: "Yo no hubiese retirado la estatua". Durante la operaci¨®n, Capitan¨ªa General no hab¨ªa cesado de llamar al Ayuntamiento para conocer el destino que le deparaba a la escultura. El Consistorio, antes de que el PSOE ganase las elecciones, la hab¨ªa ofrecido a la delegaci¨®n territorial de Cultura, cuyo cargo ocupaba el abogado Juan Marco Molines, pero ¨¦ste respondi¨® que no dispon¨ªa de sitio para la estatua. El mismo d¨ªa de la retirada P¨¦rez Casado habl¨® con el ministro de Defensa, Narc¨ªs Serra, quien a su vez habl¨® con el teniente general Vallesp¨ªn para que le encontrara un sitio en alguna instalaci¨®n militar. Mientras tanto, el cami¨®n de Codena la traslad¨® con total sigilo hasta unos almacenes municipales junto a la Alameda, para mandarla posteriormente a la restauraci¨®n en el taller de unos especialistas. Una de las cosas que llamaron la atenci¨®n a los restauradores fue que la espada hab¨ªa desaparecido, por lo que hubo que hacer una nueva. Uno de los voluntarios se la hab¨ªa quedado como trofeo. Cuando termin¨® el trabajo los militares fueron a recogerla y llev¨¢rsela al claustro de Santo Domingo, en la Capitan¨ªa General de Valencia, donde todav¨ªa permanece. Intervenci¨®n de referencia Fall¨® la operaci¨®n t¨¦cnica y el mantenimiento del orden fue insuficiente, pero fue una intervenci¨®n de referencia en el resto de Espa?a, puesto que en las ¨²nicas ciudades donde la estatua de Franco se encontraba en el lugar de m¨¢xima representaci¨®n eran Valencia y Santander. El alcalde de Santander, Juan Hormaechea, quien hab¨ªa retirado la estatua en su ciudad sin ruidos, volvi¨® a ponerla por considerar que el Ayuntamiento de Valencia "hab¨ªa insultado al general¨ªsimo". Quince a?os despu¨¦s todav¨ªa muchos alcaldes se muestran convencidos de que la retirada de s¨ªmbolos franquistas debiera haber sido una decisi¨®n de Estado, como hizo la Rep¨²blica Federal Alemana.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.