Viaje al pa¨ªs m¨¢s secreto y hambriento
Corea del Norte privilegia al Ej¨¦rcito y al partido en el reparto de la escasa comida que produce
ENVIADO ESPECIALSu edad es de casi un a?o pero tienen la mirada perdida. No responden a las caranto?as de las monitoras por mucho que ¨¦stas se esfuercen. Siguen ausentes. Kang Sung Sun, la directora de la "Guarder¨ªa 29 de Abril", recorre con la mirada las cunas de los nueve beb¨¦s. "No est¨¢n bien", afirma con gesto preocupado. "Es por culpa de la escasez de alimentaci¨®n", a?ade dirigi¨¦ndose al visitante extranjero. "Un tercio de los 400 ni?os que acuden a la guarder¨ªa est¨¢n desnutridos".
Los nueve peque?os de la guarder¨ªa municipal de este puerto norcoreano, situado a 150 kil¨®metros al sur de Pyongyang, la capital, son s¨®lo un bot¨®n de muestra de los estragos que la hambruna lleva haciendo en este pa¨ªs desde 1995. Pero en el ¨²ltimo r¨¦gimen estalinista del mundo el asolamiento que provoca el hambre no reviste tintes tan espectaculares como en Somalia o en Etiop¨ªa.
En Corea del Norte la hambruna es discreta, nadie se pelea por una raci¨®n de arroz, nadie se atreve a mendigar, nadie agoniza en la calle. "Aqu¨ª se sufre y se muere entre cuatro paredes, en silencio", asegura un cooperante extranjero que prefiere permanecer en el anonimato. Apenas hay im¨¢genes en televisi¨®n sobre la tragedia.
Hace ya cuatro a?os que el pa¨ªs sufri¨® su primera racha de inundaciones, con sus consiguientes da?os a la agricultura, que las autoridades consideran causantes de la hambruna. Lanzaron, por primera vez, una llamada de auxilio a la comunidad internacional y la Uni¨®n Europea y el Programa Alimentario Mundial (PAM) de la ONU se movilizaron para ayudarles.
Vestidos de domingo
A escasos metros de los peque?os fam¨¦licos, otros ni?os, algo mayores, juegan en una habitaci¨®n soleada. A pesar de que les han obligado a engalanarse con sus r¨ªgidos vestiditos de domingo por la visita de la delegaci¨®n extranjera, desbordan energ¨ªa en sus movimientos. Su aparente buena salud contrasta con la inanici¨®n de los nueve beb¨¦s. La pregunta surge de la boca de alg¨²n miembro de la delegaci¨®n: "?Por qu¨¦, en un mismo centro, d¨®nde acuden muchachos de un mismo barrio, los unos se encuentran bien y los otros no?".Las respuestas son siempre imprecisas. "Hay varios factores", contesta evasiva la directora, "pero intentamos paliar las carencias de los menos saludables pidiendo a sus padres que prolonguen su estancia en la guarder¨ªa hasta el s¨¢bado para poder alimentarles m¨¢s tiempo". "En mayo", prosigue mientras ense?a el almac¨¦n repleto de sacos con la bandera europea, "recibimos 2,2 toneladas de arroz y ma¨ªz con las que les damos de comer". Desde que hace algo m¨¢s de tres a?os el r¨¦gimen de Pyongyang abri¨® t¨ªmidamente el pa¨ªs a las organizaciones no gubernamentales (ONG), los cooperantes no acaban de comprender el porque ni?os aquejados de anemia, escorbuto, pelagra, marasmo e incluso kwashiorkor (vientre hinchado) se codean en la misma guarder¨ªa con otros en plena forma. A veces, intuyen, el peque?o fam¨¦lico pertenece a una familia monoparental con menos ingresos en la que s¨®lo un adulto puede sacrificar parte de su raci¨®n alimentaria para mejorar la comida de sus hijos. Pero esto s¨®lo explicar¨ªa algunos casos.
Todos las organizaciones que operan en Corea del Norte comparten la misma sospecha: La producci¨®n alimentaria norcoreana no se reparte equitativamente entre todas las capas de la poblaci¨®n. Los ni?os desnutridos pertenecen a sectores desfavorecidos. Por regla general la ayuda alimentaria internacional s¨ª llega, en cambio, por igual a todos los afectados. No en balde la Comisi¨®n Europea mantiene sobre el terreno a expertos que siguen de cerca su distribuci¨®n.
"La producci¨®n agr¨ªcola propia norcoreana se reparte a trav¨¦s del sistema p¨²blico de distribuci¨®n que no incluye al Ej¨¦rcito que posee sus propios cauces", comenta en Pyongyang un experto en ayuda alimentaria. "Creemos que los primeros en servirse son las fuerzas armadas, despu¨¦s le toca a la nomenklatura del Partido de los Trabajadores, los obreros y las zonas urbanas gozan tambi¨¦n de alg¨²n tipo de prioridad y, al final, les llega el turno a las ¨¢reas rurales", comenta. "El tama?o de la raci¨®n var¨ªa en funci¨®n del rango jer¨¢rquico".
Varias ONG han puesto por escrito sus recelos sobre la iniquidad del racionamiento. "Es posible que se otorgue prioridad en la distribuci¨®n de las limitadas cantidades de alimentos a disposici¨®n del Gobierno a los centros urbanos y a los militares", indica un informe de Save Children Fund, una organizaci¨®n brit¨¢nica. "Algunos datos indican que el Ej¨¦rcito sigue recibiendo raciones completas y que posee adem¨¢s reservas para 60 d¨ªa. M¨¦dicos Sin Fronteras esgrimi¨® tambi¨¦n este mes ideas parecidas a las de la ONG brit¨¢nica. En el campo norcoreano se pasa m¨¢s hambre que en las ciudades. Lee Ok Sun es la directora de la Granja Cooperativa Up situada a 65 kil¨®metros de Haeju. Bajo la batuta de esta mujer, una civil que viste un uniforme caqui, trabajan 680 campesinos. La cooperativa posee una guarder¨ªa, con 68 ni?os, que hace un mes vaci¨® sus ¨²ltimos sacos de ayuda alimentaria. "Las comidas que damos ahora a los ni?os son inadecuadas", se queja Lee. "A¨²n as¨ª, la salud de los menores es algo mejor que la de los adultos", a?ade. "Algunos adultos se est¨¢n muriendo de hambre".
Lee respira energ¨ªa por los cuatro costados, pero su rostro se vuelve angustiado cuando se atreve a preguntar al visitante: "?Cuando nos llegar¨¢ m¨¢s ayuda?" La directora no sabe bien qui¨¦n le env¨ªa los alimentos. Menciona a duras penas a la ONU y, cuando se lo sopla un funcionario, a?ade a la Uni¨®n Europea. Ignora que son los "enemigos hist¨®ricos" de Corea del Norte, EEUU y Jap¨®n, los principales donantes de alimentos a trav¨¦s del PAM.
Las carreteras norcoreanas est¨¢n repletas de camiones del Ej¨¦rcito, la ¨²nica instituci¨®n con medios de transporte, atiborrados de sacos con la bandera europea y la norteamericana. Los cooperantes narran an¨¦cdotas de jefes locales del Comit¨¦ de Reconstrucci¨®n de los Da?os de las Inundaciones, el ¨®rgano encargado de canalizar la ayuda extranjera, que ordenaron vaciar sacos y rellenarlos del rev¨¦s para esconder los estandartes.
"Lo que recibimos de EEUU, a trav¨¦s de la ONU, no nos los env¨ªa su Gobierno", afirma, repitiendo la doctrina oficial, Paek Mun Song, el jefe del Comit¨¦ de Reconstrucci¨®n para Haeju. "Es el pueblo estadounidense el que recauda fondos para ayudarnos y lo hace contra la voluntad de sus autoridades".
Las tierras de la cooperativa de Lee, como todo el campo, est¨¢n salpicadas de peque?as caba?as de paja construidas sobre cuatro largos palos que las elevan a unos tres metros de la tierra. En v¨ªsperas de la cosecha se llenan de soldados que vigilan que nadie sustraiga los cereales ya casi maduros.
En el "para¨ªso de los obreros", como se autodescribe Corea del Norte, no hay ladrones y cuando se le pregunta por la finalidad de las casetas Paek responde en consonancia con la doctrina oficial: "Es para ahuyentar a los animales que pueden da?ar la cosecha". Pero, ?y los espantap¨¢jaros? "Bueno", contesta titubeante, "tambi¨¦n hay ni?os traviesos a los que los espantap¨¢jaros no meten miedo".
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