"El Ej¨¦rcito no es el int¨¦rprete de la Constituci¨®n"
El adi¨®s de Jos¨¦ Faura, el general que ha mandado durante m¨¢s tiempo al Ej¨¦rcito espa?ol desde la muerte de Franco
Durante los ¨²ltimos cuatro a?os y medio, m¨¢s de lo que dur¨® cualquiera de sus antecesores desde la muerte de Franco, Jos¨¦ Faura Mart¨ªn ha sido el jefe del Estado Mayor del Ej¨¦rcito de Tierra, una de las instituciones a las que en otro tiempo se alud¨ªa bajo el eufemismo de poderes f¨¢cticos.Y, ciertamente, podr¨ªa pensarse que este general, cuyo nombre desconocen la inmensa mayor¨ªa de los espa?oles, es el paradigma del poder en la sombra: ha mantenido el cargo con tres ministros (Juli¨¢n Garc¨ªa Vargas, Gustavo Su¨¢rez Pertierra y Eduardo Serra) y dos presidentes (Felipe Gonz¨¢lez y Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar), sobreviviendo incluso al cambio del partido en el Gobierno.
Sin embargo, el general Faura afirma que fue el primer sorprendido por su nombramiento, en febrero de 1994, pues ni siquiera era el candidato preferido del generalato, y atribuye su larga permanencia "a las circunstancias, m¨¢s que a las personas".
Algo habr¨¢ influido su excelente relaci¨®n con los tres ministros, sin que quiera decantarse por ninguno, con los que ha mantenido id¨¦ntica actitud: "Yo creo que se puede hablar de todo cuando se hace con franqueza y respeto. La lealtad al superior consiste en manifestar lo que t¨² piensas y, una vez tomada la decisi¨®n, aplicarla". Las relaciones entre el Gobierno y los militares, asegura, est¨¢n absolutamente normalizadas. "Ya no existe la tensi¨®n de otros tiempos. El Ej¨¦rcito es una balsa de aceite".
Su estancia en el Palacio de Buenavista, el mismo donde muri¨® el general Prim, uno de los espadones m¨¢s populares del siglo XIX, no ha sido sino la ¨²ltima etapa de una carrera militar de casi 50 a?os que atraviesa la m¨¢s reciente historia de Espa?a.
Nacido en Ceuta en 1931, hijo, nieto y hermano de militar, admite que nunca se plante¨® ser otra cosa y que, por su origen, quiz¨¢ su sentimiento hacia las dos ciudades espa?olas del norte de ?frica no coincida con el de muchos de sus conciudadanos. "Comprendo que un se?or del norte tenga una sensaci¨®n m¨¢s difusa, a m¨ª me toca en mis ra¨ªces y mis entra?as".
La guerra civil, que vivi¨® en Tetu¨¢n siendo ni?o, es un recuerdo borroso que se va perfilando m¨¢s tarde, cuando la aprende de sus mayores. "Nosotros somos militares formados por militares que ganaron la guerra y eso nos parec¨ªa algo natural, incuestionable, pero, al menos yo, nunca tuve ning¨²n sentimiento de odio hacia el bando que la perdi¨®".
En varias ocasiones, asegura, ha sido consciente de estar viviendo un cambio hist¨®rico. La primera fue en Alcazarquivir, en 1956, cuando asisti¨® como teniente de regulares a la independencia de Marruecos. "Hab¨ªa una desinformaci¨®n casi absoluta, se cruzaban ¨®rdenes y contra¨®rdenes, gente que te hab¨ªa sido fiel hasta el d¨ªa anterior cambiaba sus lealtades, pero en medio de la confusi¨®n te dabas cuenta de estar presenciando el despertar de un pueblo y eso es algo impresionante, aunque fuera en contra de nuestros intereses".
Con la faja de Estado Mayor y tras un periplo por Ceuta, Granada y Canarias, su carrera militar dio un giro en 1971, cuando acept¨® el requerimiento de un compa?ero para incorporarse al Seced (Servicio Central de Documentaci¨®n de Presidencia del Gobierno), el servicio secreto organizado por San Mart¨ªn a las ¨®rdenes de Carrero Blanco. "S¨¦ que puse pegas, aunque no muchas. Y eso que un amigo me advirti¨®: "Pepe, Madrid es como el cielo, que hay que ir, pero lo m¨¢s tarde posible".
Incorporarse al Seced fue colocarse en el ojo del hurac¨¢n, justo cuando se desataba. "El atentado de Carrero fue como un mazazo. El almirante era un hombre bondadoso, serio, muy trabajador, de convicciones firmes". Ante la pregunta de qu¨¦ hubiera pasado si Carrero no muere, se encoge de hombros: "?Qu¨¦ hubiera pasado si Espa?a en vez de ir a Am¨¦rica va a ?frica?".
Aunque ahora cueste creerlo, asegura, los del Seced "¨¦ramos gente progre, en el sentido de que ten¨ªamos conciencia de que iba a venir algo nuevo y hab¨ªa que ayudar a traerlo". En 1976, ya con Andr¨¦s Cassinello como jefe del servicio y antes de la legalizaci¨®n de los partidos, particip¨® en dos reuniones trascendentales.
"La cita fue en un hotel. Cassinello y yo llegamos al aparcamiento y subimos directamente a la habitaci¨®n. All¨ª nos esperaban Felipe Gonz¨¢lez y Alfonso Guerra. Llev¨¢bamos el encargo de Adolfo Su¨¢rez de tender puentes y atraer a esta gente, que tambi¨¦n eran Espa?a, para que participara en lo que se estaba preparando. Estuvimos tres o cuatro horas y tengo que decir que nos entendimos muy bien, quiz¨¢ porque los cuatro ¨¦ramos andaluces. Hab¨ªa un punto de afinidad, no ideol¨®gica. Salimos de all¨ª con la impresi¨®n de que hab¨ªamos dado un paso muy importante".
No pod¨ªa sospechar que 18 a?os despu¨¦s, aquel joven sevillano que se hac¨ªa llamar Isidoro, del que ya entonces le impresionaron su "moderaci¨®n y don de gentes", le nombrar¨ªa jefe del Ej¨¦rcito. "Cuando volv¨ª a verle, siendo presidente del Gobierno, hablamos de aquel encuentro".
De esa ¨¦poca recuerda, sobre todo, al general Guti¨¦rrez Mellado, a quien tuvo la satisfacci¨®n de proponer para el ascenso a capit¨¢n general honor¨ªfico antes de que falleciera en accidente de tr¨¢fico. "Aunque actuara en ocasiones en contra de lo que pensaban la mayor¨ªa de los militares, siempre lo hizo buscando lo mejor para Espa?a. Para ponerse enfrente de la gente, hay que estar muy plantado, muy serio y muy convencido".
Faura se march¨® del servicio secreto, ya entonces llamado Cesid, en 1979, a la llegada a la direcci¨®n del general Mari?as, y el 23-F le sorprendi¨® en el curso de estados mayores conjuntos. "Yo creo que no cuaj¨®, aunque no se haya reconocido, por la sensatez y prudencia de los militares, que se resistieron a secundarlo. No digo que no hubiera gente proclive, pero una cosa es simpatizar y otra capitanearlo. Siempre que se produce un cambio hay quien no se adapta".
Mirar al futuro, sin renegar del pasado, es la actitud caracter¨ªstica del general Faura. Tuvo que ponerla a prueba en 1989, cuando muri¨® Lola, su mujer, dej¨¢ndole solo con siete hijos, el menor de 12 a?os. "Yo soy hu¨¦rfano de padre, pero los hu¨¦rfanos de verdad lo son de madre. Su ausencia no puede suplirse. Cuando ella falt¨® me di cuenta de cu¨¢ntas cosas ignoraba. Por ejemplo, que ten¨ªa un hijo con los pies cavos. Hice lo que pude, con la ayuda de mis hijos, por mantener unida a la familia y creo haberlo logrado".
Como jefe del Estado Mayor le ha tocado afrontar la mayor transformaci¨®n del Ej¨¦rcito en el ¨²ltimo siglo: la reducci¨®n del Plan Norte, la intervenci¨®n en el exterior, la integraci¨®n de la mujer y, por fin, la profesionalizaci¨®n y la supresi¨®n de la mili. "Socialmente era inevitable y, adem¨¢s, responde a una corriente mundial de la que no podemos quedar al margen. Partiendo de esa base, creo que hemos ido oportunamente a ese envite".
Cat¨®lico practicante y optimista impenitente, el general Faura no cree que en Espa?a pueda producirse una situaci¨®n parecida a la de la antigua Yugoslavia, que tan de cerca conocen los militares espa?oles, "porque aqu¨ª tenemos una capacidad de di¨¢logo que all¨ª falta". Pero no olvida una lecci¨®n: "Hay que cuidarse de los ayatol¨¢s de cualquier signo".
Aunque le produzcan "cierta inquietud" algunas declaraciones nacionalistas,no pierde la confianza. "No dir¨¦ que Espa?a va bien... pero creo que ha entrado en una senda de progreso y veo el futuro con esperanza".
Considera "un sofisma" que se cuestione la democracia espa?ola por el hecho de que el art¨ªculo ocho de la Constituci¨®n encomiende al Ej¨¦rcito defender la unidad de Espa?a. "Nosotros estamos pa-ra cumplir lo que nos manden, pero a las ¨®rdenes del Gobierno constituido. El Ej¨¦rcito no es el int¨¦rprete de la Constituci¨®n. Yo puedo interpretar el art¨ªculo ocho, pero lo que no puedo es, con mi interpretaci¨®n, echarme a la calle. Quien debe interpretar el art¨ªculo ocho, y la Constituci¨®n entera en lo que a las Fuerzas Armadas se refiere, es el Gobierno".
A su ¨²ltimo presidente, Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, lo conoci¨® en 1995, cuando era jefe de la oposici¨®n y el ministro Garc¨ªa Vargas le organiz¨® una comida con la c¨²pula militar. "Me pareci¨® una persona seria, preparada, como demostr¨® con sus preguntas, de mucha altura. Tengo la sensaci¨®n", agrega cuestionando la imagen de frialdad del presidente, "de que me aprecia y quiz¨¢ por eso yo tambi¨¦n lo aprecio".
Menos inescrutable es el car¨¢cter del Rey, quien el pasado d¨ªa 15 se present¨® sorpresivamente a almorzar con los generales del Consejo Superior del Ej¨¦rcito, reunidos por ¨²ltima vez bajo la presidencia de Faura. No dijo que viniera a despedirse, pero al marcharse salud¨® efusivamente. "Como siempre pasa en estas reuniones, se habl¨® de temas profesionales y militares, an¨¦cdotas... Le conocemos hace mucho tiempo y cada uno tiene un recuerdo con Su Majestad".
En un acto emotivo, en la Academia de Zaragoza, se despidi¨® el pasado martes de la bandera de Espa?a, que jur¨® hace 49 a?os. A la otra ense?a de su devoci¨®n -la rojiblanca, que sigue desde que siendo ni?o viera jugar al entonces llamado Atl¨¦tico Aviaci¨®n en Tetu¨¢n- no tiene intenci¨®n de decirle adi¨®s.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.