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Cambio pol¨ªtico rotundo en Alemania. Cambio de era, cambio de expectativas y prioridades, cambio de humor social incluso. Die Zeit war reif, el tiempo, el momento estaba ya maduro para el cambio, m¨¢s incluso de lo que los institutos demosc¨®picos y los pol¨ªticos se atrev¨ªan a creer antes del 27 de septiembre. Los resultados de las elecciones del domingo suponen un terremoto pol¨ªtico y no s¨®lo para Alemania. Son espectaculares por la rotundidad de la derrota de Helmut Kohl, por la incuestionable voluntad general del giro a la izquierda y por las consecuencias que pueden tener a medio plazo. Habr¨¢ de pasar a¨²n bastante tiempo, no s¨®lo el que requieren las negociaciones para la formaci¨®n de Gobierno, para que puedan medirse las dimensiones reales de este cambio.Si durante la campa?a no ha existido un entusiasmo en favor del cambio parecido al que Willy Brandt logr¨® despertar en 1969, se ha debido posiblemente menos a falta de ganas que a un miedo difuso a que Kohl lograra de nuevo imponerse. Ahora, cuando todo est¨¢ ya decidido, se antoja insoportable la idea de m¨¢s a?os bajo un canciller Kohl reafirmado en la pol¨ªtica de par¨¢lisis de la ¨²ltima legislatura. Eran muchos los que desde hace tiempo pensaban que Kohl hab¨ªa cometido un error de graves consecuencias -para ¨¦l, pero ante todo para su partido- con su intento de recabar apoyo popular para gobernar una quinta legislatura. Y gran parte de ellos estaban en su entorno. El jefe del grupo parlamentario, Wolfgang Sch?uble, y el ministro de defensa, Volker R¨¹he, lo sab¨ªan, pero Kohl nunca ha sido persona que aceptara consejos no pedidos y menos en los ¨²ltimos a?os. As¨ª, la CDU/CSU, convertida en una asociaci¨®n de aplauso incondicional al canciller, le ha acompa?ado a la peor derrota de su historia.
Al final, Kohl ha demostrado una grandeza pol¨ªtica y humana que sin duda no ten¨ªa cuando lleg¨® al poder en 1982, pero que fue adquiriendo con la satisfacci¨®n que genera la certeza de haber entrado por derecho propio en los libros de historia. La forma en que reconoci¨® la derrota, asumi¨® toda la responsablidad del fracaso y felicit¨® al vencedor le hacen acreedor de ese respeto que, en el momento del ocaso pol¨ªtico, le atestiguaron el canciller electo y los l¨ªderes mundiales.
El nuevo canciller socialdem¨®crata tiene tanta ambici¨®n como Kohl en pasadas d¨¦cadas. Ideol¨®gicamente puede situ¨¢rsele cerca del primer ministro brit¨¢nico, Tony Blair, es decir, en ning¨²n sitio en particular. Lo que no quiere decir que no tenga principios. Es un nieto de Willy Brandt huido hacia posiciones m¨¢s centristas. Pero tiene toda la voluntad de poder que al SPD le ha faltado desde 1982. Y tiene literalmente hambre de hacer cosas y la transmite. Esta desbordante vocaci¨®n emprendedora ha marcado la diferencia y se ha ganado la confianza de los alemanes.
La CDU ha entrado en una crisis que puede ser larga. Con los resultados del domingo, la hip¨®tesis de una gran coalici¨®n queda pr¨¢cticamente descartada. Con la fuerza del SPD y suya personal, Schr?der podr¨¢ negociar un acuerdo de coalici¨®n con Los Verdes que los comprometa a una cooperaci¨®n leal y a bloquear las posibles excentricidades de su base contra el mundo empresarial y el mercado, as¨ª como a renunciar a toda pol¨ªtica que ponga en cuesti¨®n los compromisos y la fiabilidad de Alemania en el mundo. Los Verdes, que han perdido votos, aceptar¨¢n, por sus deseos de entrar en un gobierno federal y porque la responsabilidad de hacer fracasar esa coalici¨®n y las expectativas creadas por ella supondr¨ªa un suicidio pol¨ªtico.
Los mercados y el mundo financiero pueden estar tranquilos. La par¨¢lisis de la difunta coalici¨®n bajo Kohl era mucho m¨¢s amenazadora para sus intereses que un nuevo dinamismo. Con su mayor¨ªa en Bundestag y Bundesrat, la nueva coalici¨®n puede llevar a cabo las reformas de pensiones, fiscal y laboral en las que Kohl fracas¨®. Previsiblemente no diferir¨¢n mucho. Con Schr?der llega al poder en Alemania una nueva generaci¨®n que ve en la Uni¨®n Europea una instituci¨®n incuestionable en la que participar¨¢ con m¨¢s pragmatismo que Kohl, que la hab¨ªa convertido ya en pelda?o metaf¨ªsico de su propia ascensi¨®n a las cumbres de la historia. Y en cuestiones como son la solidaridad internacional o la concesi¨®n de la ciudadan¨ªa alemana a los extranjeros que viven desde hace d¨¦cadas en este pa¨ªs, el nuevo Gobierno puede pronto marcar las diferencias. La nueva Alemania puede muy pronto mostrar una cara que refleje la voluntad pol¨ªtica de sus ciudadanos y no s¨®lo la de sus grandes compa?¨ªas y el Bundesbank. Schr?der es posiblemente menos estatalista que muchos conservadores alemanes. Pero lo que s¨ª queda claro con el comienzo de la nueva era es que se han acabado los tiempos de los grandes gurus del neoliberalismo dogm¨¢ico y pararreligioso dispuestos a sacrificar a la sociedad entera en el altar del mercado.
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