Corea del Norte, el naufragio imparable
Kim Jong Il, el l¨ªder comunista norcoreano, teme hacer reformas 'a la china' por miedo a perder el poder
ENVIADO ESPECIALCaminan. A lo largo de las carreteras sin asfaltar, caminan. Solos o en grupos, los norcoreanos andan todos los d¨ªas decenas de kil¨®metros cargados de bultos o empujando una carretilla. En verano, con un calor h¨²medo agobiante, o en invierno, con temperaturas que alcanzan 20 grados bajo cero, acuden a pie al trabajo y en los d¨ªas festivos visitan a familiares o practican el trueque en otras aldeas.
A veces, sobre todo las mujeres, se atreven a hacer autoestop en las raras ocasiones en las que aparece por la carretera alg¨²n veh¨ªculo. Esgrimen billetes de wons o cajetillas de tabaco para animar al conductor a transportarlas. En medio de una nube de humo, provocada por el gas¨®geno, se detiene un cami¨®n destartalado y sus pasajeros hacinados se aprietan un poco m¨¢s para hacer hueco a los reci¨¦n llegados.
La carrera no suele ser larga. Hay casi tantos veh¨ªculos averiados con el cap¨® abierto y el motor exhalando humo como camiones que circulan. De vez en cuando el enjambre de pasajeros instalado en lugar de la carga baja y se coloca detr¨¢s. Hay que empujar el cami¨®n para que acabe de subir una cuesta o para que arranque tras una parada. Hasta en la mismo Pyongyang, la capital, no es raro ver a trans¨¦untes api?ados detr¨¢s de un troleb¨²s exhausto.
Los cooperantes extranjeros que se patean con sus todoterrenos el pa¨ªs profundo no pueden subir a bordo a norcoreanos excepto a sus int¨¦rpretes. Estos se encargan adem¨¢s de velar porque los hu¨¦spedes extranjeros respeten las reglas. "Aqu¨ª no se puede", repiten sin cesar cuando el forastero intenta fotografiar a los peregrinos de la carretera o parar en una aldea no prevista en su itinerario.
Si hay im¨¢genes callejeras reveladoras de la crisis que atraviesa Corea del Norte son las de sus ciudadanos demacrados deambulando por carreteras requebradas pero salpicadas de retratos de su difunto l¨ªder, Kim Il Sung, o murales de propaganda en los que se puede leer: "El socialismo es invencible" o "Vivimos para ma?ana y no para hoy".
Hace a?os hubo en el pa¨ªs autobuses de l¨ªnea, ferrocarriles y hasta vuelos interiores. Ahora hay d¨ªas en que el aeropuerto de la capital no abre. Subsisten algunos trenes pero son inservibles porque su horario es aproximado y los cortes de corriente les obligan a permanecer horas parados en pleno campo.
S¨®lamente el Ej¨¦rcito posee medios de transporte y su flota de camiones y de coches oficiales es la m¨¢s numerosa por las carreteras y las autov¨ªas. Porque, aunque parezca parad¨®jico en un pa¨ªs con un reducid¨ªsimo parque automovil¨ªstico, Corea del Norte posee una red de m¨¢s de 600 kil¨®metros de autov¨ªas... vac¨ªas. En la que une, por ejemplo, a Pyongyang con Kaesong la mediana desaparece cuatro veces a lo largo de sus 170 kil¨®metros para convertir la autov¨ªa en una pista de aterrizaje para aviones militares. Las colinas circundantes est¨¢n adem¨¢s repletas de carros de combate y ca?ones que apuntan hacia el enemigo sure?o.
En un pa¨ªs sin transportes, en el que las f¨¢bricas producen a medio gas y las cosechas se quedan cortas, la ¨²nica instituci¨®n que funciona es el Ej¨¦rcito, con 1,1 millones de hombres en armas (el 5% de la poblaci¨®n), y sus industrias militares. Sus misiles tienen gran fama en el Tercer Mundo. A finales de agosto, Pyongyang lanz¨® adem¨¢s por encima de Jap¨®n un cohete del tipo Taepo Dong 1, de 2.000 kil¨®metros de alcance, con el que intent¨® poner un sat¨¦lite en ¨®rbita. Aparentemente no lo logr¨®.
La exhibici¨®n de su capacidad militar es una fuente de ingresos. En 1994 acept¨® cerrar su ¨²nico reactor nuclear que produc¨ªa plutonio, un elemento clave para la fabricaci¨®n de bombas at¨®micas, a cambio de que EE UU, Jap¨®n, Corea del Sur y la Uni¨®n Europea le costeasen dos centrales menos contaminantes. Washington se comprometi¨® adem¨¢s a suministrarle, hasta que entrasen en funcionamiento, medio mill¨®n de toneladas anuales de petr¨®leo. Tras confirmar que exporta misiles, Pyongyang pide ahora 500 millones de d¨®lares anuales (70.000 millones de pesetas) por renunciar a venderlos.
Los cambios constitucionales de septiembre, introducidos en v¨ªsperas del 50? aniversario de la independencia de Corea del Norte, reforzaron a¨²n m¨¢s el papel del Ej¨¦rcito. El Consejo Nacional de Defensa, que preside Kim Jong Il, acrecent¨® su supremac¨ªa convirti¨¦ndose en el ¨®rgano m¨¢s poderoso del Estado. "El Partido ha sido suplantado por las Fuerzas Armadas como columna vertebral del r¨¦gimen", afirma un diplom¨¢tico en Pyongyang.
Para sacar al pa¨ªs de la asfixia econ¨®mica que padece, la reforma constitucional abri¨® tambi¨¦n la v¨ªa a la creaci¨®n de sociedades mixtas con compa?¨ªas extranjeras y regulariz¨® los mercados campesinos en los que los agricultores venden directamente al consumidor la producci¨®n de sus peque?os huertos. Introdujo, adem¨¢s, la noci¨®n de contabilidad aut¨®noma y beneficios para las empresas estatales.
T¨ªmidas reformas
Todas estas medidas distan mucho de las que aplic¨® China en la era Deng Xiaoping y que tantos frutos le reportaron. Pyongyang se arrepiente, a veces, despu¨¦s de haber dado un paso adelante. A principios de julio, el grupo surcoreano Hyundai anunci¨® a bombo y platillo un primer acuerdo para llevar a turistas en un crucero hasta las monta?as del Diamante, en Corea del Norte, pero dos meses despu¨¦s el r¨¦gimen comunista lo cancel¨® sin dar explicaciones. Los turistas sigue inspir¨¢ndole desconfianza.Con el prop¨®sito de obtener ayudas, Corea del Norte comunic¨® en mayo a la ONU algunas estad¨ªsticas nunca publicadas por su propia prensa. Lleva, confes¨®, ocho a?os en recesi¨®n. S¨®lo en 1997 su Producto Interior Bruto cay¨® un 6,8%, seg¨²n estimaciones del banco central surcoreano. Mucho antes de que se produjesen las cat¨¢strofes naturales a las que el r¨¦gimen achaca la hambruna, el ¨²ltimo baluarte del estalinismo se iba ya a pique.
"La crisis es estructural, se acelera y solucionarla internamente es inimaginable sin un dr¨¢stico cambio ideol¨®gico", se?ala en un informe la ONG brit¨¢nica Save Children Fund. El presidente Kim Jong Il teme, sin embargo, poner el dedo en un engranaje de reformas que haga peligrar su estabilidad.
Aunque Kim "comprende la necesidad de la reforma", declaraba a The Washington Post Hwang Jang Yop, el antiguo ide¨®logo del r¨¦gimen norcoreano ahora convertido en disidente exiliado, "teme abrir la caja de Pandora (...) pues tiene miedo de lo que pueda suceder si abre demasiado la mano (..) esto no es China ni Vietnam".
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