VolatilidadPEP SUBIR?S
Hace unos d¨ªas asist¨ª a la presentaci¨®n en sociedad del F¨®rum Virtual lanzado al ciberespacio por los responsables del F¨®rum Universal de las Culturas Barcelona 2004. Uno de los gestores del proyecto me comentaba con entusiasmo las inmensas posibilidades de comunicaci¨®n y participaci¨®n que el invento abre, aunque, realista ¨¦l, tambi¨¦n constataba su fragilidad: el gran problema de Internet, ven¨ªa a decirme, no s¨®lo es la dificultad de hacerse un hueco en un medio tan competitivo, sino la propia volatilidad de la comunicaci¨®n virtual, la dificultad de fidelizar a un p¨²blico m¨¢s all¨¢ del inter¨¦s inicial por la novedad. Es cierto, pero no es s¨®lo un problema del ciberespacio. Es un problema de nuestra ¨¦poca. La precariedad, la fungibilidad y la incertidumbre se hallan plenamente instaladas como datos b¨¢sicos no s¨®lo de la comunicaci¨®n y la cultura, sino de la pol¨ªtica y de la econom¨ªa. La ya cl¨¢sica boutade de Warhol -todo el mundo tendr¨¢ derecho a 15 minutos de fama- est¨¢ siendo reformulada en negativo: cada vez m¨¢s, lo dif¨ªcil va a ser que algo o alguien capture durante m¨¢s de 15 minutos la atenci¨®n del p¨²blico. Ello tiene que ver, por supuesto, con la vertiginosa aceleraci¨®n del ritmo de cambio en todos los ¨®rdenes de la vida. Antes, los cambios -mucho m¨¢s lentos- y las incertidumbres -no siempre tan obvias como ahora- de la vida material y pol¨ªtica eran parcialmente compensados por la unidad, la coherencia y la estabilidad de los mitos, de los relatos, de las ficciones, de las representaciones. Casi todo era aparente, como ahora, pero duraba, y todo lo que perdura llega a ser valorizado, a convertirse en verdad, a ser verdad. Hoy, nada permanece. Los cambios materiales son muy r¨¢pidos, pero los de las im¨¢genes y las representaciones a¨²n lo son m¨¢s, de modo que incluso las verdades ayer m¨¢s s¨®lidas, hoy son falseadas. ?Crisis de valores? S¨ª, pero no por defecto sino por exceso de oferta. No hay informaci¨®n sin contrainformaci¨®n, ni mito sin contramito, ni valor sin contravalor. Una de las consecuencias de este hecho es que la noci¨®n de futuro deja de ser significativa. El ritmo de cambio es tan intenso y la diversidad de mensajes tan alta que las posibilidades de previsi¨®n a medio plazo -necesariamente basadas en una cierta regularidad y continuidad de los procesos objetivos, as¨ª como en una cierta fidelidad a los compromisos personales- dejan de ser razonables, pierden toda credibilidad. Lejos de constituir un dep¨®sito de proyectos, el futuro es cada vez m¨¢s una caja negra que s¨®lo interesa cuando una cat¨¢strofe se cierne sobre nosotros. Hasta hace relativamente poco se supon¨ªa que la pol¨ªtica democr¨¢tica era, entre otras cosas, el arte de garantizar objetivos a medio y largo plazo m¨¢s all¨¢ de los problemas e intereses inmediatos. Hoy, el horizonte temporal de la mayor¨ªa de los dirigentes pol¨ªticos apenas alcanza unas pocas semanas. La pol¨ªtica tiende a la mera supervivencia. Los datos b¨¢sicos sobre los que opera son los de los ¨²ltimos sondeos de opini¨®n, tanto o m¨¢s vol¨¢tiles que las cotizaciones de las bolsas del sureste asi¨¢tico. "No s¨¦ qu¨¦ va a pasar en el 2000 o en el 2001. Lo importante es lo que va a pasar el 25 de octubre", dec¨ªa hace pocos d¨ªas una importante personalidad. ?Van Gaal o N¨²?ez, tal vez, regateando alguna pregunta sobre el negro futuro del Bar?a con el pretexto de alg¨²n trascendental compromiso en la Liga de Campeones? Fr¨ªo, fr¨ªo. ?Informaci¨®n privilegiada de alg¨²n agente de cambio y bolsa a sus sobresaltados clientes? Tampoco. La frase corresponde al ministro del Interior del Gobierno espa?ol, Jaime Mayor Oreja, comentando la petici¨®n del lehendakari Ardanza en el sentido de que el a?o 2000 empiece a renegociarse el encaje pol¨ªtico del Pa¨ªs Vasco en el Estado espa?ol. No deja de tener algo de raz¨®n, el ministro. ?C¨®mo dice usted? ?Dentro de dos a?os? ?Uf!, eso es la eternidad, una dimensi¨®n desconocida, y por tanto algo irrazonable e irrealista en t¨¦rminos pol¨ªticos, aunque se trate de algo de tanto calibre como la pacificaci¨®n del Pa¨ªs Vasco, de tanto valor como la redefinici¨®n de las reglas pol¨ªticas de juego en la agrietada piel de toro. Excepci¨®n hecha de algunos fetiches ret¨®ricos -entre nosotros, por ejemplo, las inagotables discusiones sobre nacionalismos, soberan¨ªas y sus infinitas variantes- o de espect¨¢culos morbosos de tanto calado como las desventuras de Clinton y la se?orita Lewinsky, con casi todos los temas realmente cruciales para el futuro ocurre lo mismo: desde las diversas guerras que en el mundo son, hasta la educaci¨®n, el paro o la crisis de las relaciones familiares tradicionales, pasando por la malaria, el sida, la capa de ozono y el efecto invernadero. No es que dejen de existir de un d¨ªa para otro, sin m¨¢s, pero de alguna manera dejan de ser significativos, al menos aparentemente. S¨®lo reaparecen en la superficie y adquieren relevancia cuando amenazan con estallarnos entre las manos. Ning¨²n otro momento de la historia ha vivido tan abocado al futuro como el nuestro. Ning¨²n otro momento le ha tenido tanto miedo. Habr¨¢ que acostumbrarse a coexistir con la volatilidad, con el imperio aparente de la actualidad. Pero sabiendo que los problemas siguen ah¨ª, agazapados, a la espera de su oportunidad. Para volver al tema inicial: ?c¨®mo programar un proyecto a seis a?os vista cuando la principal estrategia de casi todos los dirigentes pol¨ªticos es la de sobrevivir al d¨ªa? En su planteamiento original, el F¨®rum Universal de las Culturas Barcelona 2004 aspira a efectuar una aportaci¨®n significativa en el ¨¢mbito del conocimiento y el respeto mutuo entre las m¨¢s diversas tradiciones culturales, y con ello en el de la prevenci¨®n de los conflictos y de la pacificaci¨®n y cooperaci¨®n en las relaciones sociales internacionales. Probablemente una de las condiciones para alcanzar, por m¨¢s modestamente que sea, esos objetivos sea, justamente, la de no dejarse atrapar del todo por esa sumisi¨®n a una actualidad temporal que todo lo tritura. Por tanto, la de no pretender organizar el mayor espect¨¢culo del mundo, sino ejemplificar una relaci¨®n diferente con el tiempo. Porque el conocimiento, el respeto y la cooperaci¨®n exigen fundamentalmente tiempo. Alg¨²n d¨ªa, desde alg¨²n sitio, habr¨¢ que empezar a reinventar la noci¨®n de futuro como horizonte razonable, no como utop¨ªa pero s¨ª como proyecto posible. ?Por qu¨¦ no desde la Barcelona del 2004? ?Por qu¨¦ no, tambi¨¦n, desde su F¨®rum Virtual?
Pep Subir¨®s es escritor y fil¨®sofo.
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