Mercadotecnia 'radikal'
Hasta 1996, Extremoduro provocaba espanto y embarazo en los medios profesionales de la m¨²sica, sentimientos ampliamente compartidos en su propia discogr¨¢fica. Con Agila, se acabaron las muecas y los desprecios. Gracias a colaboradores como los bilba¨ªnos Platero y T¨², Iniesta consegu¨ªa plasmar musicalmente una serie de arrebatadas canciones que hablaban descarnadamente de su condici¨®n. La garra de estas confesiones atrap¨® a un p¨²blico ampl¨ªsimo (y socialmente variado), atra¨ªdo por lo que sonaba a pura verdad en medio de una oferta de poses y montajes. Resultaba conmovedor acudir a conciertos de Extremoduro y comprobar que era la primera experiencia del rock en un recinto grande, para un buen porcentaje de los asistentes.A continuaci¨®n, Robe orde?¨® despiadadamente la vaca de su reci¨¦n adquirida popularidad. Si sus nuevos seguidores le percib¨ªan como un drogota incoherente y blasfemo, ¨¦l les daba ese personaje sin esforzarse mucho. Si sus conciertos ten¨ªan fama de ca¨®ticos, no hab¨ªa por qu¨¦ disculparse por los desastres. Su programa vital parec¨ªa no ir m¨¢s all¨¢ de pillar, en todos los sentidos.
Patr¨®n tem¨¢tico
Crey¨¦ndose en estado de gracia -?todo vale!- Robe public¨® un disco en directo bajo el po¨¦tico t¨ªtulo de Iros todos a tomar por culo; a punto estuvo de sacar un segundo volumen, convencido de que ten¨ªa una hinchada lo bastante verde para ignorar que esas grabaciones se compran y apenas se escuchan. Terminada la etapa de las giras a saco, se volvi¨® a encerrar en el estudio con sus colegas vascos y ha elaborado su primera colecci¨®n de temas in¨¦ditos en casi tres a?os.Misteriosamente titulada Canciones prohibidas, esta entrega sigue fielmente el patr¨®n tem¨¢tico y musical de Agila. Igualmente rotundo en sonido y sentimientos, el parto del disco ha debido ser duro, ya que ¨²nicamente contiene ocho canciones (m¨¢s un descerebrado Villancico del rey de Extremadura, cuyo subt¨ªtulo -Vaya puta mierda de villancico- revela que hasta el autor es consciente de su funci¨®n de relleno).
A Robe se le permite todo. Su nihilismo visceral le exime de controles de calidad o de cualquier otro tipo. Seg¨²n expresa en Esclarecido, los cr¨ªticos musicales merecen estar en el mismo contingente que los curas, los jueces o los funcionarios de prisiones. Se le han olvidado los empleados de banca, a los que antes espantaba pero con los que ahora debe tener una relaci¨®n cordial: alguno de ellos deber¨ªa explicarle el cuento de la gallina de los huevos de oro.
Babelia
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