Al Madrid le ataca la par¨¢lisis
El equipo espa?ol se desinfla tras adelantarse en Mosc¨² y no encuentra respuestas en el banquillo
El Madrid respondi¨® mal al d¨¦bil desaf¨ªo que le lanz¨® el Spartak, un equipo que no juega ni bien ni mal, sino todo lo contrario. O sea, que no se sabe c¨®mo juega. Pero gan¨® y pone dif¨ªcil el camino al Madrid, obligado a exigirse en la Liga de Campeones. Adem¨¢s de dolorosa, la derrota abre algunas cuestiones sobre el estado del equipo y sobre ciertas decisiones, o indecisiones, del entrenador. En el momento cr¨ªtico, tras el segundo gol ruso, Hiddink no tuvo mano para dar a su equipo lo que necesitaba. Peor a¨²n, cometi¨® un error capital: retir¨® a Ra¨²l de la delantera, lo traslad¨® a la banda derecha y meti¨® a Morientes en la punta. El resultado del movimiento fue nefasto. Ra¨²l, que hab¨ªa sido el mejor del partido, se alej¨® de la porter¨ªa en el tramo decisivo del encuentro, con el Madrid en estado cr¨ªtico.Lo que el Madrid necesitaba en esos instantes era alguien capaz de robustecer el medio campo. No tanto para quitar, como para construir. Alguien con capacidad para pensar y pasar. Alguien como Guti, que vive una paradoja. Asombr¨® frente al Pe?arol pero desde ese d¨ªa s¨®lo ha jugado un minuto, para perder tiempo frente al Valladolid. Sin capacidad para reponerse, sometido a las discutibles decisiones de Hiddink, el Madrid se desplom¨® tras el segundo gol del Spartak.
Hasta entonces hab¨ªa maniobrado con cierta comodidad, sin un gran juego, desde luego, pero por encima del equipo ruso, que s¨®lo lanz¨® un remate en el primer tiempo y apenas inquiet¨® a Illgner en el segundo. Al Spartak le dio un ataque de entusiasmo despu¨¦s del gol del empate y entr¨® en un estado de euforia con el segundo tanto. En la misma medida, el Madrid pas¨® del estupor a la quiebra en apenas diez minutos, pero esta vez no encontr¨® la ayuda del entrenador.
Mientras el partido fue pol¨ªticamente correcto -ni duro ni blando, ni r¨¢pido ni lento, ni agobiante ni permisivo-, el Madrid pareci¨® jugar con ventaja. Daba m¨¢s impresi¨®n de poder¨ªo, aunque sin extralimitarse. Simplemente era mejor. El primer tiempo lo gan¨® a los puntos, en gran medida por la excelente actuaci¨®n de Ra¨²l, que volvi¨® a jugar con vitalidad, astucia y sentido. Protagoniz¨® todo el juego de ataque del Madrid, que tampoco fue excesivo. Ra¨²l tuvo un problema de soledad. Mijatovic dice que est¨¢ fatigado. No hace falta que lo diga. Se le ve en el campo. El cansancio lo tradujo en su obstinaci¨®n por realizar la jugada del siglo en cada una de sus intervenciones. A prop¨®sito, su desinter¨¦s por conectar con Savio es asombroso.
Savio tampoco fue un factor importante. Le buscaron poco, sin entender que el desborde del extremo brasile?o era necesario por varias razones. Hab¨ªa metido a su marcador Baranov en problemas (una amonestaci¨®n) y ten¨ªa la llave para acabar con el juego excesivamente frontal del Madrid. Seedorf y Mijatovic trasladaban demasiado el bal¨®n, y lo hac¨ªan por el medio. Embestidas in¨²tiles que facilitaban el trabajo de los centrales rusos. Redondo interpret¨® un papel intrascendente. No pes¨® sobre el partido en ning¨²n aspecto. Sobre Karembeu no hubo novedades: un gran despliegue con escasos resultados tangibles, sobre todo en el juego de ataque. El caso es que el Madrid se remiti¨® a Ra¨²l y al poder¨ªo de Hierro hasta que sufri¨® una lesi¨®n que le merm¨® considerablemente. Pero con todas sus limitaciones, el Madrid dirigi¨® el partido con bastante facilidad. Una leve respuesta del Spartak en el segundo tiempo no fue suficiente para cambiar el signo del partido. El gol del Madrid, que lleg¨® en una buena jugada de Seedorf y una gran maniobra de Ra¨²l, pareci¨® definitivo. No lo fue. Marc¨® Tsymbalar en un espectacular tiro libre y Titov consigui¨® el segundo poco despu¨¦s. Todos los defensas miraron la larga y previsible jugada del Spartak. El Madrid estaba paralizado. Su entrenador tambi¨¦n. En lugar de atacar a la ra¨ªz de los problemas, hizo cambios pol¨ªticos, el tipo de cambio que no molesta a sus famosos jugadores, pero que no tiene efecto sobre el partido. O si lo tiene, es indeseable.
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