Mensaje insuficiente
La reuni¨®n de los pa¨ªses m¨¢s industrializados del mundo en Washington, el conocido como Grupo de los Siete (Estados Unidos, Jap¨®n, Alemania, Canad¨¢, Reino Unido, Francia e Italia), ha terminado sin llegar a un acuerdo sobre la adopci¨®n de medidas coordinadas para afrontar una crisis financiera que se prolonga desde hace m¨¢s de un a?o. Tampoco ha resuelto nada nuevo sobre los mecanismos de emergencia para ayudar a los pa¨ªses en crisis, a pesar de que exist¨ªa una propuesta espec¨ªfica de Estados Unidos apoyada te¨®ricamente por los siete grandes.El G-7 y muchos de los pa¨ªses emergentes m¨¢s directamente afectados por esta crisis coinciden en la necesidad de un descenso coordinado de tipos de inter¨¦s y en la creaci¨®n de un fondo especial administrado por el FMI para conceder pr¨¦stamos de emergencia. La f¨®rmula propuesta por Clinton tiene, sin embargo, un tal¨®n de Aquiles: ni siquiera los pa¨ªses que se han comprometido para este fondo especial est¨¢n dispuestos a soltar un duro mientras EE UU no salde su deuda con el FMI. Mientras tanto, el G-7 se ha quedado, como suele, en la ret¨®rica. Bien est¨¢ decir que hay que estimular el crecimiento econ¨®mico para combatir el desorden financiero, pero hay que concretar algo m¨¢s. Tampoco est¨¢ mal afirmar que los pa¨ªses industrializados est¨¢n dispuestos a colaborar, pero hay que decir cu¨¢nto est¨¢n dispuestos a aportar y en qu¨¦ condiciones.
El nudo que no ha podido desatar la reuni¨®n de los grandes est¨¢ en la oportunidad y cadencia de esa reducci¨®n de tipos que se postula como remedio. Mientras los pa¨ªses menos desarrollados urgen su ejecuci¨®n, EE UU no parece dispuesto a reducir m¨¢s los tipos despu¨¦s de los 0,25 puntos recortados la semana pasada, para evitar un debilitamiento del d¨®lar. En Europa, el Banco Central Europeo y el Bundesbank se encuentran ante otra barrera importante, puesto que la posici¨®n relativa de las econom¨ªas europeas es dispar. Algunas, como la espa?ola, est¨¢n en una fase avanzada del ciclo, pero otras todav¨ªa no lo han alcanzado. De ah¨ª que sea complicado articular un descenso coordinado de los tipos de inter¨¦s. Las recetas universales son f¨¢ciles de enunciar, pero mucho m¨¢s dif¨ªciles de aplicar.
Cada d¨ªa que pasa es m¨¢s evidente que las claves de esta crisis est¨¢n en Jap¨®n y en Am¨¦rica Latina. En Jap¨®n, porque mientras no exista un acuerdo pol¨ªtico para reconstruir su sistema financiero -y para conseguirlo, se quiera o no, el ¨²nico m¨¦todo conocido es la inyecci¨®n de capital en los bancos mientras cambian sus estructuras- no estar¨¢ desactivado el epicentro de la crisis. Pero ¨¦se es un problema interno que deben resolver las fuerzas pol¨ªticas japonesas, hoy en abierto desacuerdo. Es sorprendente la poca atenci¨®n que se ha prestado en Washington al plan propuesto por Jap¨®n de inyectar 30.000 millones de d¨®lares a los pa¨ªses del sureste asi¨¢tico afectados por la crisis.
En Latinoam¨¦rica, buena parte de la suerte sobre la crisis se jug¨® ayer en Brasil. El presidente electo deber¨¢ poner en marcha un plan econ¨®mico muy riguroso si quiere evitar que la crisis financiera se instale en el pa¨ªs y en el resto del Cono Sur en forma de crisis econ¨®mica, algo que ya est¨¢ empezando a suceder. Parte de ese plan es evidentemente una devaluaci¨®n; pero la clave est¨¢ en si esa devaluaci¨®n es ordenada -es decir, si va acompa?ada de medidas de ajuste- o no. S¨®lo en el primer caso tendr¨¢ la credibilidad de los inversores. Brasil es la pieza que no debe caer en este tablero de domin¨®; si cae, caer¨¢n todas. Si se recupera, su Bolsa servir¨¢ de referencia para el resto de la zona.
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