Demasiado mercado mata el mercado
Corresponde al soci¨®logo franc¨¦s Alain Touraine el m¨¦rito de haber sabido detectar hace m¨¢s de dos a?os el hecho de que el mundo no entraba, sino que sal¨ªa de una transici¨®n liberal y se encaminaba hacia una etapa distinta, cuyas caracter¨ªsticas todav¨ªa no son n¨ªtidas. Esta apreciaci¨®n era m¨¢s dif¨ªcil de compartir en Espa?a, que viv¨ªa con el ciclo pol¨ªtico cambiado respecto a los pa¨ªses de su entorno: la mayor parte de la Uni¨®n Europea se acercaba a f¨®rmulas de Gobierno socialdem¨®cratas, mientras que en nuestro pa¨ªs llegaba la derecha con un presidente que se hab¨ªa definido, de modo gen¨¦rico, como "liberal".De esta transici¨®n desde el neoliberalismo a¨²n no se sabe el destino. Una revoluci¨®n te¨®rica s¨®lo tiene lugar, dice Kuhn, cuando frente al paradigma en crisis contamos con un paradigma te¨®rico alternativo, lo que no es el caso. Hagamos un poco de historia: los a?os ochenta fueron protagonizados por la revoluci¨®n conservadora que encabezaron Thatcher y Reagan. Fue tan intensa su hegemon¨ªa en los centros de poder, las universidades, los think tanks, los ambientes financieros, etc¨¦tera, que dicha revoluci¨®n devino en una especie de pensamiento ¨²nico cuyo programa se convirti¨® en la ideolog¨ªa del mundo: el mercado lo resuelve todo del mejor modo posible; achicar el Estado es agrandar la civilizaci¨®n; se acab¨® la historia, la sociedad ser¨¢ siempre capitalista y liberal; el liberalismo econ¨®mico lleva inexcusablemente a la democracia; primero hay que agrandar la tarta y s¨®lo luego repartirla, etc¨¦tera. Para aplicar tales leyes naturales, el pensamiento ¨²nico utiliz¨® unas herramientas de pol¨ªtica econ¨®mica de aplicaci¨®n universal, independientes de las condiciones de los lugares en las que se instrumentaran. Yugular la inflaci¨®n como primer objetivo. Disminuir los gastos del Estado: todo d¨¦ficit presupuestario, sea cual sea su composici¨®n interna y su coyuntura, es condenable. Equilibrio en las cuentas del Estado bajando, adem¨¢s, los impuestos (demasiados impuestos matan los impuestos). Desarrollo de las f¨®rmulas privatizadoras de la Seguridad Social, como la capitalizaci¨®n particular de las pensiones, el mutualismo, la ayuda familiar... Acabar con el universalismo del Estado de bienestar: los gastos sociales deben aplicarse tan s¨®lo a los muy pobres y a los ancianos sin posibles. Abolici¨®n del salario m¨ªnimo, con el argumento de que es un obst¨¢culo para la creaci¨®n de empleo. Apertura total de los mercados, con libre circulaci¨®n de capitales, servicios y mercanc¨ªas, aunque no de personas y trabajadores; supresi¨®n de los monopolios p¨²blicos, pero escasa atenci¨®n a los privados, etc¨¦tera.
En ¨¦sas est¨¢bamos cuando lleg¨® la crisis financiera actual, hace a?o y medio. Cuando las principales bolsas de valores (occidentales) comenzaron a reverberar los efectos de la quiebra asi¨¢tica dijeron que se trataba de un "ajuste t¨¦cnico"; tan s¨®lo muchos meses despu¨¦s aceptaron la posibilidad de una recesi¨®n. Los primeros episodios afectaron a los tigres asi¨¢ticos y a Jap¨®n; los tigres, que hab¨ªan sido uno de los centros del paradigma neoliberal, devinieron por arte de magia en ejemplo de capitalismo corrupto. Su crisis demostraba, como antes lo hizo el Chile de Pinochet (al que los Chicago Boys legitimaron y dieron programa y ministros. Milton Friedman visit¨® el Santiago de la infamia), que no es cierto que el capitalismo lleve de forma natural a la democracia.
Luego lleg¨® Rusia, que devalu¨® el rublo, suspendi¨® pagos y entr¨® en una inestabilidad pol¨ªtica y econ¨®mica de la que no sabe c¨®mo salir. Pero el problema de Rusia no es demasiado Estado, sino de que el Estado no existe y nadie paga impuestos. Poco despu¨¦s, como efecto de la globalizaci¨®n, el desastre se traslad¨® a Am¨¦rica Latina; tras una d¨¦cada perdida, el continente latinoamericano hab¨ªa hecho los deberes, se hab¨ªa ajustado a los programas del Fondo Monetario Internacional y hab¨ªa abierto sus econom¨ªas espectacularmente. El Brasil de Cardoso era el alumno ejemplar y despu¨¦s de China era el destino favorito de la inversi¨®n extranjera. De poco le ha servido: todos los d¨ªas salen de sus fronteras centenares de millones de d¨®lares, sin control alguno, y el pa¨ªs est¨¢ al borde del abismo.
La inc¨®gnita consiste ahora en saber si lo que empez¨® siendo un mero ajuste t¨¦cnico se convierte en una crisis sist¨¦mica y devora a Europa y Estados Unidos. Cuando ese temor ha llegado al centro del sistema, cuando Wall Street, Francfort, la City, Mil¨¢n o Madrid se tambalean un d¨ªa s¨ª y otro tambi¨¦n, es cuando ha comenzado a cambiar el discurso: hay que reformar y fortalecer al FMI para que, adem¨¢s de guardi¨¢n de la ortodoxia, anticipe los problemas y vigile la transparencia del sector financiero; la urgencia es hoy la regulaci¨®n y no la desregulaci¨®n; el mal no es un Estado grande (el Leviat¨¢n), sino la falta de Estado, que hay que reconstruir con extrema celeridad; es preciso asegurar una redistribuci¨®n de la renta y la riqueza para garantizar la cohesi¨®n de las sociedades, ya que -se ha demostrado- el conflicto no era entre la eficacia del sistema y la cohesi¨®n social, sino entre la eficiencia del mismo y la desvertebraci¨®n a la que condujo en muchos lugares un capitalismo desenfrenado.
M¨¢s vale tarde que nunca. El clamor por establecer reglas de juego en las finanzas y en las econom¨ªas de fin de siglo ya no es s¨®lo compartido por "socialdem¨®cratas trasnochados" como Helmut Schmidt ("as¨ª como el tr¨¢fico a¨¦reo internacional necesita controles universalmente aceptados, tambi¨¦n nosotros necesitamos urgentemente una regulaci¨®n de los movimientos de capital. Y no hablo de inversiones en f¨¢bricas o en maquinarias, sino del comercio internacional financiado por el cr¨¦dito telem¨¢tico, realizado con valores, acciones y t¨ªtulos de todo tipo. Este comercio se ha escapado casi por completo de las manos a las autoridades nacionales encargadas de la vigilancia y del control de las instituciones crediticias y a los bancos centrales naciona-
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Demasiado mercado mata el mercado
Viene de la p¨¢gina anteriorles"), sino que llega al mundo de Washington, reunido estos d¨ªas en torno al G-7 y a la Asamblea del FMI. Economistas poco sospechosos como Samuelson o Krugman plantean l¨ªmites a la acci¨®n de los mercados: "La pol¨ªtica econ¨®mica se ha vuelto prisionera de los inversores fr¨ªvolos. ?Puede cambiar? S¨ª, pero la soluci¨®n est¨¢ estigmatizada, d¨¦mod¨¦ y nadie osa sugerirla: esta pol¨ªtica es el control de cambios" (Krugman, en Fortune del pasado 7 de septiembre).
Se trata de volver a la pol¨ªtica, frente a la ruptura de los controles sociales de la econom¨ªa y la utilizaci¨®n de ¨¦sta, en su provecho y seg¨²n sus ¨²nicos criterios, de todos los dem¨¢s aspectos de la vida social, incluidas las necesidades fundamentales de la vida humana. Alguien ha recordado que hasta los casinos tienen normas para entrar en ellos y el mundo siente hoy, en una coyuntura complicada, la necesidad de ser dirigido por aqu¨¦llos a los que se elige, no por los hechiceros econ¨®micos que juegan al p¨®quer del mentiroso. S¨®lo encontrando un new deal, un nuevo pacto, se podr¨¢ evitar la inestabilidad de este tiempo, pero tambi¨¦n el da?o de volver a un pasado proteccionista, del que emerja una especie de contraideolog¨ªa del pensamiento ¨²nico, igual o m¨¢s peligrosa que ¨¦ste: contra globalizaci¨®n, autarqu¨ªa; contra el libre cambio, aranceles; contra lo privado, lo estatal; contra el individuo, la comunidad; contra la eficiencia, la igualdad. Preparar las f¨®rmulas para salir de la transici¨®n liberal de la que hablaba Touraine, y encontrar un paradigma alternativo, abierto, mestizo.
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