Oficios y beneficios MANUEL CONTHE
El salvamento del Long Term Capital Management (LTCM) que la semana pasada orquest¨® la Reserva Federal americana ha recibido severas cr¨ªticas. Dirigido a proteger a acaudalados e influyentes inversores, se ha dicho, recuerda a ese "capitalismo de amiguetes" tan denostado en el Sudeste Asi¨¢tico. Adem¨¢s, ha a?adido un influyente congresista americano, la Reserva Federal, al mu?ir el acuerdo entre los 14 bancos acreedores que han comprado el fondo en crisis, ha favorecido un c¨¢rtel bancario prohibido por la legislaci¨®n antitrust.A mi juicio, tan severas cr¨ªticas no distinguen aquellos casos en que las autoridades proporcionan fondos p¨²blicos a un deudor en crisis de aquellos otros en los que la autoridad p¨²blica presta tan s¨®lo sus "buenos oficios" para coordinar a los acreedores privados y evitar la quiebra de un gran deudor. Este segundo tipo de intervenci¨®n -al que parece limitarse la actuaci¨®n de la Reserva Federal- persigue por una ¨¢gil v¨ªa extrajudicial los objetivos t¨ªpicos de la legislaci¨®n concursal: paralizar la ejecuci¨®n del deudor por cada acreedor individual, instar a que todos ellos logren un "convenio" -con la habitual "quita" y aplazamiento de pagos- y, en suma, evitar que la precipitada liquidaci¨®n de los bienes del deudor merme su valor en perjuicio de sus acreedores. A la postre la crisis de un gran deudor se asemeja a un "incendio en el teatro" o a un "dilema del prisionero" en el que a todos los acreedores les interesa como mal menor que un Leviat¨¢n (sea juez o banco central) coordine sus actuaciones y evite que ning¨²n "listillo" obtenga el privilegiado reembolso de su cr¨¦dito. Ese papel puede incluso jugarlo un acreedor privado con ascendiente moral sobre los restantes, como hizo en la famosa crisis de 1907 el legendario J. P. Morgan al organizar el socorro de la Trust Company of America (con el auxilio espiritual, todo hay que decirlo, de los predicadores de Nueva York, a quienes el c¨¦lebre banquero pidi¨® que hicieran un llamamiento a la calma y la confianza en sus sermones dominicales). Enfrentar los "buenos oficios" de tan esforzados Leviatanes con la legislaci¨®n antitrust es desconocer la esencia misma de todo procedimiento concursal.
En el plano internacional, entre las propuestas de mejora del sistema financiero internacional se est¨¢ desempolvando justamente la de atribuir al Fondo Monetario Internacional (FMI) ese papel de Leviat¨¢n que autorizar¨ªa, primero, y administrar¨ªa, despu¨¦s, la suspensi¨®n de pagos de un pa¨ªs en crisis. S¨®lo una vez alcanzado un convenio entre el pa¨ªs y sus acreedores que entra?e cierto aplazamiento y "quita" de la deuda -lo que har¨ªa de la operaci¨®n no un bail-out sino un bail-in- desembolsar¨ªa el FMI las divisas precisas para que el pa¨ªs estabilice su moneda y encauce su recuperaci¨®n econ¨®mica.
Ese imprescindible esfuerzo por evitar el "escaqueo" de los acreedores, ya debatido en el FMI tras la crisis de M¨¦xico de 1994, qued¨® patente el pasado diciembre durante la operaci¨®n de apoyo a Corea del Sur -sin esc¨¢ndalo para nadie, aquella Nochebuena muchos gobernadores y ministros de Hacienda ejercieron con los bancos acreedores de Corea unos "buenos oficios" parecidos a los de Greenspan en la crisis del LTCM-. El nuevo enfoque est¨¢ sufriendo su prueba de fuego en Ucrania, donde el FMI intenta impedir que los d¨®lares que ha empezado a desembolsar al Gobierno ucraniano se utilicen por ¨¦ste para reembolsar una controvertida emisi¨®n de bonos que, dirigida por un banco americano, efectu¨® en diciembre pasado bajo el compromiso solemne de devolverla en divisas. M¨¢s all¨¢ de esos recientes casos, la aprobaci¨®n de un procedimiento concursal internacional bajo la ¨¦gida del FMI estar¨ªa erizada de dificultades jur¨ªdicas; podr¨ªa suscitar p¨¢nico entre los actuales acreedores de pa¨ªses en el filo de la navaja (entre ellos, Brasil); y encarecer¨ªa la nueva financiaci¨®n a los pa¨ªses emergentes sujetos a ¨¦l.
Para que los mercados de capitales funcionen bien -tr¨¢tese de la Bolsa o de los restantes- es deseable que quienes, negligentes, midieron mal sus riesgos durante la euforia purguen luego durante la crisis sus excesos, sin un g¨¦neroso b¨¢lsamo de subvenciones p¨²blicas. Pero no llevemos ese flam¨ªgero celo hasta impedir que las autoridades desplieguen sus "buenos oficios" para impedir que el deseable quebranto de los m¨¢s culpables degenere en p¨¢nico general.
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