Cr¨ªticas al informe sobre el valor de la Tierra
Uno de los intentos m¨¢s pol¨¦micos de los ¨²ltimos a?os de integrar la econom¨ªa y la ecolog¨ªa se ha plasmado en unos c¨¢lculos publicados el a?o pasado en la revista Nature por el ec¨®logo Robert Costanza, de la Universidad de Maryland, y por 12 coautores m¨¢s, sobre el valor monetario de los servicios del ecosistema y el capital natural del mundo (ver mapa y cuadro de la p¨¢gina anterior)La respuesta fue 33 billones de d¨®lares anuales, una cifra que supera el Producto Interior Bruto de todos los pa¨ªses sumados. Aunque recibi¨® una amplia atenci¨®n informativa por parte de peri¨®dicos y revistas, y la cifra de 33 billones ha sido citada por funcionarios gubernamental en discursos p¨²blicos, muchos economistas han tachado el trabajo no s¨®lo de equivocado, sino de enga?oso.
Costanza y los dem¨¢s autores se han mostrado tajantes a la hora de defender la importancia de su contribuci¨®n. Y, a medida que los vientos se calman, parece que los observadores m¨¢s interesados creen que un trabajo con graves defectos t¨¦cnicos puede tener de todas formas un prop¨®sito ¨²til al llamar la atenci¨®n sobre un problema importante.
Los economistas de la corriente dominante no tardaron en protestar. En un n¨²mero especial de la publicaci¨®n Ecological Economics (5, 1-72; 1998) dedicado a este trabajo, Michael Toman, de Recursos para el Futuro, calific¨® la cifra de 33 billones de "grave infravaloraci¨®n del infinito". Un grupo de economistas brit¨¢nicos escribi¨® que los c¨¢lculos a escala de bioma "corren el riesgo de ser ridiculizados tanto por los cient¨ªficos como por los economistas" y calific¨® la cifra de "imposible de apoyar".
Los economistas se quejaron de que Costanza y los dem¨¢s autores no hab¨ªan entendido correctamente lo que estaban haciendo. Nancy Bockstael, de la Universidad de Maryland, afirma: "Cuando se utiliza la definici¨®n de valor de un economista, hay que entender para qu¨¦ se puede utilizar y para qu¨¦ no".
Para los economistas neocl¨¢sicos, el valor se puede medir ¨²nicamente en el contexto de un intercambio espec¨ªfico. Desde este punto de vista, es absurdo preguntarse cu¨¢l es el valor de los servicios de los ecosistemas del mundo. Un economista se preguntar¨ªa, "?el valor para qui¨¦n?".
Un requisito es que uno puede evaluar ¨²nicamente cambios peque?os -o marginales- en las condiciones actuales. Las decisiones en el mundo real son proporcionales: puede que uno tenga que decidir cu¨¢nto vale renunciar a una hect¨¢rea de playa, pero nunca le pedir¨¢n que renuncie a todas las playas del mundo. Los detractores se quejan de que Costanza y los dem¨¢s autores se salieron del contexto y se pasaron mucho de la raya.
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