Ciencia e industria, a prop¨®sito de Curie
En julio y diciembre de 1898 -es decir, ahora hace pr¨¢cticamente un siglo-, Marie y Pierre Curie enviaban a la Academia de Ciencias de Par¨ªs dos art¨ªculos en los que presentaban dos nuevos elementos radiactivos: el polonio y el radio (en este ¨²ltimo caso, el art¨ªculo iba firmado tambi¨¦n por el qu¨ªmico Gustave B¨¦mont). Aunque es cierto que la radiactividad ya hab¨ªa sido descubierta (lo fue en 1896, por Henri Becquerel), no lo es menos que fueron aquellos dos trabajos los que abrieron realmente una nueva era en diversos, y muy notables, apartados de la historia cient¨ªfica, social y pol¨ªtica de la humanidad.El hallazgo del radio result¨® ser especialmente importante: fue identificado por poseer una "actividad" (capacidad de hacer conductor el aire) 900 veces mayor que la del uranio, el elemento que hab¨ªa llevado a Becquerel a su descubrimiento. Semejante actividad indicaba que emit¨ªa una gran cantidad de radiaci¨®n; se convirti¨® as¨ª en el elemento que m¨¢s radiaba; de ah¨ª que los Curie le diesen el nombre de radio y que hablaran de radiactividad.
Hasta aqu¨ª la celebraci¨®n. Al fin y al cabo, no est¨¢ mal recordar, de cuando en cuando, sucesos trascendentes del pasado. Pero es mucho mejor intentar descubrir en ese pasado hechos que nos puedan servir de algo hoy. Y en este sentido, los primeros tiempos de la radiactividad, aquellos en los que la figura de Marie Sklodowska-Curie se alzaba, imponente, en el horizonte de esa rama de la f¨ªsica, contienen al menos una lecci¨®n de inter¨¦s.
Marie Curie no hizo nunca ascos a relacionarse con la industria. De hecho, no es posible comprender el desarrollo de la radiactividad -desarrollo, recordemos, estrechamente ligado al de nada m¨¢s y nada menos que la teor¨ªa cu¨¢ntica- sin tomar en cuenta lo mucho que la ciencia de la radiactividad debe a la industria. Cuando Marie visit¨® Estados Unidos en 1921 estuvo m¨¢s interesada en visitar una f¨¢brica de radio de Pittsburgh que el laboratorio de su colega Bertrand Boltwood en Yale.
Se argumentar¨¢ que existen hechos que explican, en este caso, el inter¨¦s de Marie Curie en la industria; hechos como los procesos industriales implicados en la producci¨®n de muestras radiactivas de gran pureza. Y por supuesto que argumentos de ese tipo son ciertos Pero hay m¨¢s. Marie Curie comprendi¨® (y si no fue as¨ª, no importa, se puede utilizar su ejemplo de igual manera) que la ciencia est¨¢ estrechamente ligada a la pr¨¢ctica y los problemas industriales. He dicho "comprendi¨®", pero seguramente debiera haber dicho que "no olvid¨®" que es imposible entender la naturaleza sin ser capaz de manipularla; que teor¨ªa, experimento y capacidad de plasmar conocimiento te¨®rico-experimental en "poder industrial" se encuentran ¨ªntimamente unidos.
Tendemos, por ejemplo, a hacer nuestro h¨¦roe cient¨ªfico a Einstein, el cient¨ªfico, se dice (olvidando que firm¨® patentes, como una que ten¨ªa que ver con refrigeradores), que s¨®lo se preocupaba por desarrollar abstractas s¨ªntesis te¨®ricas. Pues bien, pedag¨®gicamente ser¨ªa mejor tomar otros modelos. Como Fermi, que se movi¨® con igual gracia en la teor¨ªa que en el experimento.
Tal vez no sea inoportuno recordar todo esto en Espa?a, un pa¨ªs en el que en los ¨²ltimos tiempos han progresado de manera notoria las ramas te¨®ricas de algunas ciencias, al igual que las aportaciones y habilidades en el dominio de lo experimental. Tales avances, que, por supuesto, todos debemos celebrar y continuar impulsando, no deben hacer olvidar un, en mi opini¨®n, grave problema -acaso el problema- de la ciencia espa?ola: su deficiente articulaci¨®n con la industria, deficiencia en la que no s¨®lo tiene culpa el mundo empresarial, sino tambi¨¦n aquellos que creen que la salud de una ciencia se mide ¨²nicamente en base a par¨¢metros como "n¨²mero de citas", aquellos que no son conscientes de que una ciencia extra?a al mundo de las "aplicaciones" (ll¨¢mese, si se quiere, "mundo industrial") terminar¨¢ siendo, a corto o medio plazo, una ciencia de baja calidad.
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