La Feria
Feria de Libros de Ocasi¨®n, tambi¨¦n se llaman "de lance", en el paseo de Recoletos. Hay otra en mayo porque entre los libreros de viejo, lo mismo que entre los pol¨ªticos, hay escisiones y cada grupo organiza la suya. Resulta delicioso pasear ante las casetas, entre Cibeles y la esquina de B¨¢rbara de Braganza, para ver lo que pasa.Salir, ¨¦ste es el verbo adecuado para los libros de ocasi¨®n. Los compradores no suelen ir a la feria en busca de un libro en concreto, aunque tambi¨¦n puede suceder -"?tienen ustedes la Historia de Inglaterra de Andr¨¦ Maurois?", o¨ª preguntar a una se?ora-, sino que van a ver lo que encuentran, lo que sale.
La bibliograf¨ªa es una cosa diferente del gusto por la lectura, aunque los bibli¨®filos suelen ser grandes lectores. Lo que les gusta es el libro por el libro, a veces con independencia de lo que est¨¦ escrito en sus p¨¢ginas. Les importa la edici¨®n-hay gente que desde?a todo lo que no sean primeras ediciones. Y les interesa el libro como objeto que se ve y que se toca.
Hay libreros entendidos que son como "confesores" del bibli¨®filo pecador. Escuchan con paciencia sus ocultos deseos y le informan y aconsejan acerca de los libros. Delante de las casetas de los libreros m¨¢s expertos se re¨²nen a veces tertulias de convictos bibli¨®filos. Charlan entre s¨ª de lo que encontraron "el otro d¨ªa" y a veces alardean del hallazgo como los cazadores de las piezas cobradas. Son, siguen siendo en la era inform¨¢tica, sectarios gutenberguianos. Vi muchas otras cosas el otro d¨ªa en Recoletos. En esto no hay "novedades", s¨®lo hay agotados y "raros". La primera edici¨®n de La sagrada cripta de Pombo, de Ram¨®n G¨®mez de la Serna, manuales de urbanidad y de estudio de cuando los abuelos eran ni?os, con t¨ªtulos como Lecciones de cosas, un Devocionario del Requet¨¦ de los tiempos "nacionalcat¨®licos". Y hasta una Gu¨ªa de Ferrocarriles Espa?oles de 1910.
Todas las cosas tienen su tiempo y mueren, pero el libro que se cre¨ªa muerto y de pronto sale es como si resucitara.
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