Camenzind gana el Mundial m¨¢s duro
El corredor suizo sorprendi¨® a todos los favoritos con su fortaleza en una carrera marcada por la lluvia y el fr¨ªo
Fueron s¨®lo seis horas peladas porque los ciclistas corrieron mucho. Fueron todos muy deprisa, a casi 43 por hora, los 255 kil¨®metros bajo la lluvia fr¨ªa que el viento del norte convert¨ªa en agua heladora empapada en los finos maillots. Terminada la carrera, los 66 supervivientes son una m¨¢scara de barro. Todos, desde el primero, un ganador sorprendente para un Mundial de una dureza inesperada, el suizo Oskar Camenzind, un rubio con cara de travieso, hasta el ¨²ltimo, un impronunciable polaco (Artur Krzeszowiecz) que cruz¨® la meta 25 minutos despu¨¦s. Puede que el nombre del ganador no le diga nada a los poco iniciados. No es uno de los clasic¨®manos consumados (no es Bartoli, no es Jalabert), ni es uno de los grandes corredores conocidos por las vueltas (no es Ullrich, no es Pantani, no es Olano). Alguien pensar¨¢ que no es un campe¨®n digno para lucir el maillot arcoiris, pero la belleza, la dureza, la carrera de Valkenburgo, devuelven la fe a los que dudan del ciclismo. Fue una carrera hermosa. 258 kil¨®metros. 15 vueltas. "Viendo el perfil, pens¨¦ que habr¨ªa un sprint de 40 pero el viento y el fr¨ªo y la lluvia han hecho una selecci¨®n de los m¨¢s fuertes", dijo Camenzind. Y los m¨¢s voluntariosos. Los campeones.Fue un d¨ªa duro, s¨ª. Tambi¨¦n para Txente Garc¨ªa Acosta, el mulo de Tafalla. "Me han dejado en cuanto han querido". Se acerca Francisco Antequera a felicitar al mejor espa?ol (el 13? al final en la tienda de campa?a, en una silla de pl¨¢stico, se deja quitar el barro del cuerpo con friegas de colonia administradas por los masajistas, se deja vestir agotado, y a¨²n saca fuerzas para sonre¨ªr y pensar) y el navarro le responde pidi¨¦ndole perd¨®n por no haber llegado hasta la meta con los mejores. Con el m¨¢s duro que nadie, y tambi¨¦n desafortunado, Michele Bartoli; con el milagroso Lance Armstrong; con el ¨ªdolo local (y tambi¨¦n rey del infortunio) Michael Boogerd, con el r¨¢pido y listo Peter van Petegem; con el campe¨®n, el hombre al que nada pod¨ªa salirle mal y al que un instinto m¨¢gico le indic¨® c¨®mo deb¨ªa correr para sacar el m¨¢ximo partido a sus fuerzas, con Oskar Camenzind.
El d¨ªa hab¨ªa comenzado mal para los espa?oles. Y para Bartoli. A la contra, contrariamente a lo que hab¨ªan planificado, anduvieron los 12 seleccionados de Antequera. Persiguiendo, gastando energ¨ªas en los momentos tontos, aquellos en que otros los economizaban, anduvo el italiano, finalmente medalla de bronce. "Hemos salido ya congelados", explic¨® David Plaza, uno de los primeros en abandonar. Bugno, el grande, decidi¨® marcar la t¨¢ctica reci¨¦n comenzada la tercera vuelta. Forz¨® un corte en el que entr¨® toda la Uni¨®n Europea (italianos, suecos, holandeses, belgas, suizos, y Aebersold, que tambi¨¦n estuvo en el ¨²ltimo corte, estonios, daneses, franceses y alemanes) salvo gente de Espa?a y Portugal. Dos vueltas a sufrir para aplacarlo. Medio equipo al garete. Los supervivientes (Rubiera, Mauri, Freire, Txente), un solo objetivo: coger el corte bueno. Algunos se frigorizan y dejan pasar el tren. Txente persiste. Huele y espera. Mientras, Bartoli persiste. Persigue. Lleva 200 kil¨®metros. En la segunda vuelta se le rompe el manillar; despu¨¦s pincha. Y luego se cae. Peor suerte: se cae en la 10? vuelta, justo cuando Italia decide desencadenar la estrategia de la locura; justo cuando comienza la carrera de las cabras, con Tafi en primer plano. El incontrolable italiano del Mapei ataca cuando ten¨ªa previsto. No se entera de la ca¨ªda de su l¨ªder porque ha decidido quitarse el transmisor de la oreja: le duele. Nuevamente, como en San Sebasti¨¢n 97, Italia tira por delante y por detr¨¢s. ?El suicidio, la ruina? No. Bartoli, el m¨¢s fuerte, enlaza por todos los lados. Un dispendio que le cuesta el oro.
Con el soplo justo lleg¨® a la vuelta 12?, al momento en que todo se decide. Armstrong y Zberg atacan en el Cauberg, el duro repecho cercano a meta. Es el momento justo. El viento de costado provoca el enfilamiento en el falso llano de la cima, provoca el corte de los m¨¢s fuertes, los que se van a jugar el t¨ªtulo: Txente, entre ellos, y Bartoli, Camenzind, Tafi, Bolts, un lituano y un let¨®n, Magnien, Van Petegem, Boogerd, Wauters, Zberg, Armstrong y Aebersold. Se acab¨® la carrera para el pelot¨®n gordo: Italia lo bloquea. Comienza la lucha delante. Camenzind, el m¨¢s inteligente, rompe el grupo en el descenso del primer repecho, por Margaten y su molino con las aspas zumbando a toda velocidad. Es el primer corte bueno. Los dem¨¢s se separan en el Cauberg. Txente se queda ya cortado. "Se me cay¨® Zberg delante cuando ¨ªbamos cazando a Bartoli y nos rompi¨® el ritmo". Con el segundo grupo, tirando de ¨¦l, lleg¨® el navarro.
En la ¨²ltima vuelta, ataque definitivo del suizo, el m¨¢s lento en caso de llegada en grupo; Bartoli, ya gastado, no puede seguirle; tampoco Armstrong ; ni Van Petegem, el m¨¢s r¨¢pido, que quiere aprovecharse de todos. Lo intenta Boogerd, el ¨ªdolo, y pincha. Frustraci¨®n sin medida: todo el a?o, toda la Vuelta so?ando con ir escapado en la ¨²ltima vuelta de su Mundial... Actos fallidos. El pinchazo, dir¨ªa Freud, le evita dar explicaciones. Pero lejos del psicoan¨¢lisis, vuela Camenzind. Y solo (ya se ha dicho, un Mundial extra?o) gana.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.