El triunfo del Black Power
Tommie Smith y John Carlos provocaron una convulsi¨®n con su protesta contra el racismo hace 30 a?os en M¨¦xico
Han pasado 30 a?os, pero el momento es imperecedero. El 16 de octubre de 1968, Tommie Jet Smith realiz¨® dos desaf¨ªos. Y gan¨® los dos. Uno contra los l¨ªmites humanos, en la final de 200 metros de los Juegos de M¨¦xico. Otro contra el poder, contra la injusticia, contra el miedo, contra la discriminaci¨®n. Aquella tarde, Tommie Smith hizo historia en todos los sentidos. Su nombre evoca lo mejor del deporte y de la dignidad del hombre, representada en una imagen que figura como uno de los grandes iconos del siglo XX: un atleta negro sobre el podio, el brazo en alto frente a la bandera americana, el pu?o derecho enfundado en un guante negro, la cabeza ligeramente humillada, el oro sobre su pecho, la protesta en el momento de la gloria, el miedo a las represalias, la ebullici¨®n de un hombre que tem¨ªa ser tiroteado. C¨®mo olvidar ese momento.Tommie Smith acababa de ganar la final de 200 metros, con un tiempo de 19.83 segundos, una marca prodigiosa que se adelant¨® a su tiempo, como tantas otras en aquellos Juegos fabulosos. S¨®lo por esa carrera, Smith habr¨ªa entrado en la leyenda del atletismo. Nadie hasta entonces hab¨ªa bajado de los 20 segundos, una frontera que todav¨ªa hoy sirve para distinguir la verdadera excelencia de los especialistas.
A la salida de la curva, hab¨ªa cedido un metro y medio sobre su compa?ero John Carlos, un velocista agresivo, extrovertido, de gran talento. Pero nadie ten¨ªa m¨¢s clase que Smith y, desde luego, nadie dispon¨ªa de su capacidad para acelerar en los ¨²ltimos 80 metros. Por eso le llamaban Jet. Era el mejor. Alto (1,91 metros) y elegante, Tommie Smith sacaba un rendimiento espectacular a una zancada largu¨ªsima y ligera. Pero nunca como en la final de M¨¦xico. De repente despeg¨®: alcanz¨® a John Carlos, le sobrepas¨® y le meti¨® tres metros. La conclusi¨®n de la carrera tambi¨¦n fue inolvidable. Quince metros antes del final, Smith extendi¨® los brazos en cruz, convencido de su victoria y de la magnitud de su haza?a. Pudo mejorar su registro en medio segundo, pero ten¨ªa otras prioridades. Necesitaba expresar su entusiasmo por una victoria que le traer¨ªa consecuencias de todo tipo. Muchas de ellas desagradables.
Smith hab¨ªa llegado al atletismo gracias a sus maravillosas condiciones naturales. Eso no significaba que su acceso al deporte fuera sencillo, como tampoco lo hab¨ªa sido su vida. S¨¦ptimo entre los doce hijos de un recogedor de algod¨®n de Texas, Tommie hab¨ªa sufrido innumerables privaciones. Hab¨ªa visto c¨®mo los capataces golpeaban a su padre, hab¨ªa viajado api?ado en los camiones que recorr¨ªan los campos de algod¨®n del Sur de Estados Unidos, hab¨ªa trabajado en las tierras desde ni?o, hab¨ªa emigrado con su familia a California, donde tampoco pudo escapar a los abusos, la discriminaci¨®n y la intolerancia. Aquellos a?os marcaron irremediablemente su vida y le hicieron sensible a los tiempos de cambio que se viv¨ªan en los 60.
Sus cualidades f¨ªsicas le permitieron ingresar en la Universidad de San Jos¨¦ State, el para¨ªso de los velocistas. All¨ª se reunieron los fenomenales Lee Evans (campe¨®n ol¨ªmpico de 400 metros), Ronnie Ray Smith (campe¨®n ol¨ªmpico en el relevo 4x100) y John Carlos, el fogoso atleta del Harlem neoyorquino que se dirigi¨® al Oeste por consejo de Harry Edwards, el hombre que provoc¨® todo el movimiento de protesta a los Juegos de M¨¦xico.
Edwards ten¨ªa 25 a?os y era profesor de sociolog¨ªa en San Jos¨¦ State. Amigo de Martin Luther King y de l¨ªderes negros radicales como Stokey Carmichael, decidi¨® fundar un movimiento de boicot contra los Juegos Ol¨ªmpicos. Edwards y un grupo de deportistas entre los que figuraban Tommie Smith, Lee Evans y el jugador de baloncesto Lew Alcindor (que pasar¨ªa a la posteridad como Kareem Abdul Jabbar) redactaron un manifiesto en el que criticaban la admisi¨®n de Sur¨¢frica en el Comit¨¦ Ol¨ªmpico, exig¨ªan la dimisi¨®n por racista de Avery Brundage, presidente de dicho comit¨¦, y reclamaban la devoluci¨®n a Mohamed Al¨ª del t¨ªtulo de campe¨®n del mundo de boxeo.
Todos los atletas, menos Alcindor, acudieron a los Juegos de M¨¦xico, pero Smith estaba decidido a expresar su protesta y la de todos los compa?eros agrupados en el movimiento denominado Black Power (poder negro). Era un muchacho t¨ªmido, introvertido, m¨¢s proclive a actuar que a hablar. A causa de sus posiciones pol¨ªticas hab¨ªa recibido amenazas de muerte. Poco antes de los Juegos de M¨¦xico, se hab¨ªa casado y hab¨ªa recibido una oferta para jugar con los Bengals de Cincinatti en la Liga profesional de f¨²tbol americano. Desde el punto de vista t¨¢ctico, nada le conven¨ªa menos que un acto de rebeld¨ªa. Pero Smith era una persona de convicciones. Lo demostr¨® despu¨¦s de su gran victoria en la final de 200 metros.
Los guantes
Tras la carrera, se dirigi¨® a los vestuarios con John Carlos. Abri¨® una bolsa y sac¨® dos guantes negros. "John, ha llegado el momento. Aqu¨ª est¨¢n todos estos a?os de sufrimiento, de miedo. Yo voy a hacerlo. T¨² decides lo que quieras"."De acuerdo. Yo tambi¨¦n lo har¨¦", le dijo John Carlos. Tommie Smith le entreg¨® el guante izquierdo. ?l se qued¨® con el derecho. Ten¨ªa miedo. "Tommie, si alguien dispara, ya conoces el sonido. Mu¨¦vete r¨¢pido". Ninguno de los dos estaba seguro de la reacci¨®n de la gente y de los polic¨ªas. Nunca antes se hab¨ªa aprovechado una ceremonia ol¨ªmpica para realizar un abrupto acto de protesta pol¨ªtica.
Smith le puso una condici¨®n a John Carlos. "Lo que vamos a hacer tiene que estar cargado de dignidad y emoci¨®n. El himno americano es sagrado para m¨ª". Poco antes de salir al estadio para recoger las medallas, se encontraron con un aliado insospechado. El australiano Peter Norman, sorprendente segundo en la final, se interes¨® por la decisi¨®n de los dos atletas estadounidenses. Norman, de raza blanca, dijo que apoyar¨ªa su protesta y para acreditarlo se coloc¨® en el pecho una insignia del Proyecto Ol¨ªmpico por los Derechos Humanos, el movimiento creado por Harry Edwards.
El resto pertenece a la historia. Los dos atletas norteamericanos depositaron una zapatilla sobre el podio y sobre las notas del himno americano levantaron sus pu?os enguantados, ante la estupefacci¨®n de Avery Brundage y los dirigentes de la delegaci¨®n estadounidense. Un momento que recordar¨¢ para siempre el valor y la integridad de Tommie Smith y sus dos compa?eros en el podio.
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