Cogida grave de Alberto Elvira
El tercer toro cogi¨® de forma tremenda a Alberto Elvira. Le cogi¨® cuando ce?¨ªa un quite por chicuelinas. Demasiado lo ci?¨®, o valdr¨ªa decir que demasiado consinti¨®. El toro le peg¨® la cornada en el momento mismo del embroque: humill¨® y tir¨® certero el derrote. Se ve que iba sobre seguro.Iba el toro a coger y, tras la voltereta, a¨²n sigui¨® buscando al torero en el suelo menude¨¢ndole hachazos, algunos a la cabeza y al cuello, con esa furia ind¨®mita que es propia del aut¨¦ntico toro de lidia. Menos mal que los toros se ciegan en el ataque, tiran al bulto, y no volvi¨® a acertar. Se incorpor¨® Alberto Elvira como para seguir toreando; como si nada hubiera pasado. Pero s¨ª hab¨ªa pasado. Las asistencias se lo llevaron a la enfermer¨ªa y mucho hab¨ªa de ser el dolor que sent¨ªa el torero pues se llev¨® las manos a la cabeza.
Recitales / S¨¢nchez, Padilla, Elvira
Toros de Los Recitales (dos rechazados en el reconocimiento), desarrollaron casta, algunos tambi¨¦n dificultades. Dos del Conde de Mayalde, devueltos por inv¨¢lidos. Dos sobreros de Ortigao Costa, 4? con casta, violento; 6? flojo y manso. Todos con trap¨ªo, cornalones y astifinos.Andr¨¦s S¨¢nchez: pinchazo, estocada ladeada, rueda de peones -aviso- y dobla el toro (ovaci¨®n y salida al tercio); pinchazo, otro hondo -aviso- y descabello (aplausos y saludos); media (aplausos y salida al tercio). Juan Jos¨¦ Padilla: estocada trasera -aviso- y dobla el toro (silencio); pinchazo y estocada trasera (silencio); dos pinchazos y estocada (silencio). Alberto Elvira: cogido en un quite al 3?. Enfermer¨ªa: Intervenido Alberto Elvira, de una cornada de 20 cent¨ªmetros en el muslo derecho que contusiona el nervio ci¨¢tico y alcanza el f¨¦mur. Pron¨®stico grave. Plaza de Las Ventas, 12 de octubre. Media entrada.
Una cogida es lamentable, nadie la quiere, y el p¨²blico qued¨® consternado. Sin embargo ¨¦se es el riesgo del torero; un accidente impl¨ªcito al ejercicio de la lidia. El torero en la enfermer¨ªa, para no salir ya, sus compa?eros hubieron de torear la corrida mano a mano.
Que era una verdadera corrida de toros, seria, con unas cabezas respetables y algunas impresionantes tambi¨¦n. Sale un toro de estos, cuajado, exhibiendo por delante par de astas desarrolladas y buidas, y la gente se pregunta de qu¨¦ pasta estar¨¢n hechos los restantes toros, los habituales en las corridas de feria que les sueltan a las figuras.
Da qu¨¦ pensar. Y la afici¨®n piensa (luego existe). Aqu¨ª hay trampa y hay cart¨®n. Unos u otros han de ser suced¨¢neos. Si los toros verdaderos son esos espec¨ªmenes ovejunos con dos pl¨¢tanos por pitones que torean las figuras, ser¨¢ que a los que les echan a los modestos les afilan las astas con sacapuntas y les inyectan rabia por la garra. Si, por el contrario, los verdaderos son estos, ser¨¢ que a los de las figuras los afeitan hasta dejarlos mondos y les suministran papelina.
Toros cuajados y serios... Andr¨¦s S¨¢nchez y Juan Jos¨¦ Padilla no se amilanaron. Padilla, antes del percance, ya se hab¨ªa jugado el tipo. Fue en banderillas. Sali¨® como una moto, cuarte¨® un par a toda velocidad, reuni¨® con mayor exposici¨®n el segundo y el toro le levant¨® los pies del suelo de un certero pitonazo. Luego se vio perseguido, el toro haciendo hilo a punto de darle alcance, cuando entr¨® oportuno al quite Andr¨¦s S¨¢nchez y diluy¨® el ga?af¨®n en los vuelos de su capote.
Juan Jos¨¦ Padilla, que tambi¨¦n banderille¨® al sexto, estuvo muy voluntarioso en sus tres toros. Templ¨® poco, es cierto, pero las embestidas tampoco daban para m¨¢s. El primer sobrero de Ortigao Costa trajo a su cuadrilla por la calle de la amargura. Ese toro era al estilo de los de siempre -quiere decirse de los de antes- y despu¨¦s de haber cantado su mansedumbre en la pelea con los caballos, se recreci¨® en la que osaban presentarle los banderilleros. As¨ª cualquiera, claro. La lucha era desigual y los banderilleros, asustados por las intenciones de aquella mala bestia que rebasaba la media tonelada y llevaba unos cuernos que verg¨¹enza le deber¨ªa dar, se pusieron a correr y a gemir, tiraban los palos donde pod¨ªan, hu¨ªan despavoridos.
Hubo de intervenir el maestro Padilla para serenar los ¨¢nimos y al toro, ya no tan fiero como lo pintaban aunque duro de pezu?a, lo mulete¨® valent¨®n. Andr¨¦s S¨¢nchez uni¨® a la valent¨ªa una calidad de toreo importante, lo mismo con el capote a la ver¨®nica, que con la muleta en el derechazo. Mejor con la muleta y en el derechazo -por naturales se aclaraba menos- que instrument¨® empleando buena t¨¦cnica e interpret¨® derrochando gusto.
Ese toreo en redondo, para cuya acabada ejecuci¨®n el toro ha de ir embebido en el enga?o y la suerte fundamentarse en el mando y la reuni¨®n, lo hizo Andr¨¦s S¨¢nchez, principalmente en su faena al toro que hiri¨® a Elvira. Y provoc¨® ol¨¦s. Y la afici¨®n vente?a tom¨® nota. No es cuesti¨®n balad¨ª. La afici¨®n vente?a toma nota cuando ve toreo bueno. Y eso fue lo que ocurri¨®.
Babelia
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