Desmilitarizaci¨®n del pensamiento
Fernando Mor¨¢n en su libro Una pol¨ªtica exterior para Espa?a, publicado en v¨ªsperas de la victoria electoral socialista del 28 de octubre de 1982, propugnaba con pasi¨®n y lucidez la desmilitarizaci¨®n del pensamiento pol¨ªtico. Recordemos que, en aquellos tiempos, las cuestiones internacionales estaban muy condicionadas por el despliegue de los SS-20 sovi¨¦ticos y por el de su r¨¦plica: los euromisiles Pershing y Cruising. Ese despliegue suscit¨® graves problemas en las opiniones p¨²blicas nacionales en las democracias afectadas, m¨¢s a¨²n cuando semejante coheter¨ªa con cabezas nucleares se hac¨ªa sobre los territorios de varios pa¨ªses de la Alianza pero bajo exclusivo control de Washington. La receta de Mor¨¢n que era el estribillo de su libro pretend¨ªa una discusi¨®n m¨¢s libre de las cuestiones por encima de las obsesiones unidireccionales prevalecientes en esos momentos entre analistas muy reputados y en los centros de estudio de mayor prestigio.Ahora, 16 a?os despu¨¦s, en las actitudes de los pol¨ªticos nacionalistas firmantes del pacto de Estella se advierten tambi¨¦n algunas de esas perversiones obsesivas surgidas de una lectura aviesa de la Constituci¨®n Espa?ola de 1978. Enseguida en cualquier campa se alza el tingladillo sobre el que peroran invalidando el texto constitucional que mejor ampara los derechos y libertades p¨²blicas de la ciudadan¨ªa en los ¨²ltimos quinientos a?os. Alguno de los vociferantes -y no me gusta se?alar- insiste en que nuestra Constituci¨®n es una mera ortopedia militar. Aducen para demostrarlo el art¨ªculo 8? de la Carta Magna. Nada mejor que transcribirlo en su integridad. Dice as¨ª:
1. Las Fuerzas Armadas, constituidas por el Ej¨¦rcito de Tierra, la Armada y el Ej¨¦rcito del Aire, tienen como misi¨®n garantizar la soberan¨ªa e independencia de Espa?a, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional. 2. Una ley org¨¢nica regular¨¢ las bases de la organizaci¨®n militar conforme a los principios de la presente Constituci¨®n.
Queda, pues, clara cu¨¢l es la misi¨®n de las Fuerzas Armadas como garant¨ªa de la soberan¨ªa e independencia de Espa?a y defensa de su integridad territorial y de su ordenamiento constitucional. Tambi¨¦n queda claro que la definici¨®n de qu¨¦ sean conceptos como los de soberan¨ªa e independencia de Espa?a as¨ª como los de su integridad territorial y su ordenamiento constitucional es una potestad que corresponde a la representaci¨®n del pueblo espa?ol en el Congreso de los Diputados y en el Senado. Tambi¨¦n fija el art¨ªculo 97? que el Gobierno dirige la pol¨ªtica interior y exterior, la Administraci¨®n civil y militar y la defensa del Estado. Y en esa misma l¨ªnea, el art¨ªculo 11? de las Reales Ordenanzas para las Fuerzas Armadas establece que "La disciplina, factor de cohesi¨®n que obliga a todos por igual, ser¨¢ practicada y exigida como norma de actuaci¨®n. Tiene su expresi¨®n colectiva en el acatamiento a la Constituci¨®n, a la que la Instituci¨®n Militar est¨¢ subordinada".
Repito, por ¨²ltima vez, para I?aki Anasagasti y para los dem¨¢s, que hayan llegado tarde, que los ciudadanos amparados por la Carta Magna somos quienes fijamos la definici¨®n de todos esos conceptos anteriores, que pueden cambiarse por los procedimientos previstos en la propia Constituci¨®n. En cuanto a las Fuerzas Armadas, de una vez para siempre han quedado a nuestras ¨®rdenes. Esa es una de las diferencias capitales respecto de la situaci¨®n de los firmantes del pacto de Estella, quienes mientras no demuestren lo contrario ofrecen el espect¨¢culo inverso de figurar a las ¨®rdenes de sus referentes armados -la hueste de Mikel Antza-. Porque basta releer su comunicado de suspensi¨®n indefinida de asesinatos y secuestros para verificar c¨®mo se sienten autorizados para perfilar unos muy determinados conceptos de "soberan¨ªa", "independencia", "integridad" y, en definitiva, "ley del embudo" respecto a una imaginaria Euskal Herria, derivada por necesidad de una supuesta Ley Natural ad hoc, procedente de su particular Sina¨ª nacionalista, desentendida de la voluntad aleatoria y sospechosa de quienes la habitan. Y los firmantes de Estella, ni rechistar.
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