El trastorno del adicto MERCEDES ABAD
Cuando, a finales de 1996, acab¨¦ de leer No se sap mai (es decir, cuando fui arrojada al vac¨ªo que se te traga tras la lectura de una gran obra), me precipit¨¦ a recomendar la novela a mi vecina Pepita, a mi amiga Margarita y a cuanto bicho viviente se me pusiera por delante. No me animaba, a decir verdad, el filantr¨®pico prop¨®sito de contribuir a la difusi¨®n de una obra hermosa, sabia, ambiciosa y audaz, ins¨®lita en el actual panorama de la literatura catalana (y tambi¨¦n de la espa?ola), sino el deseo furiosamente ego¨ªsta de sembrar el mundo de adictos a No se sap mai para poder comentarla en largas y apasionadas discusiones. De la novela, que narra la historia inici¨¢tica de Franz Hoozenberger, un joven alsaciano que no sabe qu¨¦ hacer con su vida y que planifica con obsesiva meticulosidad hasta el m¨¢s nimio de sus actos, me cautiv¨® la mirada esc¨¦ptica y amoral sobre un mundo gobernado por el azar como ¨²nico principio rector, una mirada cuya profundidad la hace destacar unas cuantas cabezas por encima de la mayor parte de lo que se publica por estos pagos. Y la asombrosa facultad de su autora para diseccionar actitudes y conductas humanas con humor¨ªstico distanciamiento. O la audacia con que se saca de la manga una botella de vino que permite la transmigraci¨®n de las almas (y que ser¨¢ el detonante de toda la acci¨®n posterior), sin que ese elemento, propio de la literatura fant¨¢stica, chirr¨ªe al ser engarzado en el interior de un relato psicol¨®gico. Por no hablar de lo sorprendente que resulta el hecho de que una novela tan llena de reflexi¨®n y de peripecia interior tenga a la vez ese ritmo endemoniadamente trepidante que hace de ella lo que yo llamo una novel.la-corc¨®, categor¨ªa que abarca a todas esas novelas que tiran desp¨®ticamente de ti y que, por mucho que quieras saborearlas lentamente, no te dejan en paz hasta que las acabas. En fin, ya s¨¦ que los adictos nos ponemos hiperb¨®licos y plastas cuando se nos permite explayarnos a nuestras anchas. El caso es que quienes est¨¢bamos esperando con impaciencia la segunda novela de Imma Mons¨® estamos de enhorabuena: premiada con el Prudenci Bertrana, El trastorn de Polt (t¨ªtulo provisional) irrumpir¨¢ pr¨®ximamente en sus pantallas. Si en No se sap mai, Mons¨® nos llevaba a las brumas de los bosques alsacianos, ahora la acci¨®n se desarrolla en una granja de Normand¨ªa. La novela, que pone en pie dos voces narrativas, la de un hombre y la de una mujer, tiene por protagonistas a un profesor de m¨²sica y a una psiquiatra. ?l, un tipo que recibi¨® una educaci¨®n extravagante y que toda la vida ha luchado por ser normal, empieza de pronto a cuestionar esa normalidad y sucumbe a una feroz fobia a las repeticiones que lo obligan a abandonar su trabajo. Ella es una psiquiatra que ha perdido la vocaci¨®n y que busca un paciente que le permita recuperar el entusiasmo por su profesi¨®n. Seg¨²n la propia Mons¨®, una mujer t¨ªmida a quien le asusta conocer gente nueva (?la que se te viene encima!), la novela indaga en asuntos tan enjundiosos -bienvenida sea, por cierto, esa ambici¨®n- como la frontera entre el delirio patol¨®gico y el delirio creativo o la incapacidad de distinguir entre lo que es nuevo o lo que s¨®lo lo parece.
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