El Barrio Chino de Michaelis
Una fot¨®grafa anarquista austriaca retrat¨® la pobreza y la vida popular en Barcelona durante la Rep¨²blica
Cuando Margaret Michaelis lleg¨® a Barcelona en 1933 ten¨ªa 30 a?os, estaba casada con el restaurador arqueol¨®gico y anarquista Rudolf Michaelis, hab¨ªa trabajado como fot¨®grafa en Berl¨ªn y sab¨ªa lo que significaba ser detenida por los nazis a causa de sus ideas pol¨ªticas y sus actividades culturales. El a?o anterior, durante unos pocos d¨ªas de primavera, y probablemente con la intenci¨®n de buscarse un refugio para un exilio que parec¨ªa inevitable, Margaret viaja por primera vez a Barcelona, donde se encontr¨® con una bien asentada colonia de alemanes, igualmente anarquistas y exiliados. De esa breve estancia, se conservan una colecci¨®n de fotograf¨ªas excepcionales y unos pocos folios mecanogr¨¢ficos en los que cuenta sus incursiones -y las de su Leika, todo hay que decirlo- en el barrio Chino. Margaret viv¨ªa -nos dice en sus apuntes- en el coraz¨®n mismo del barrio, en la calle del Mediod¨ªa, en una pensi¨®n en la que hab¨ªa "muchos alemanes".
Que la joven austriaca -tierna, casi infantil, delicad¨ªsma en los retratos de la ¨¦poca- fue una fot¨®grafa excelente nadie lo duda. Ah¨ª est¨¢n los testimonios que prueban su modernidad, su personal visi¨®n del entorno y su dominio t¨¦cnico. Que adem¨¢s pudo ser -si se lo hubiera propuesto- una estupenda escritora es menos sabido, pero se har¨¢ evidente para el lector de los apuntes que se conservan en el Archivo Hist¨®rico del Colegio de Arquitectos de Catalu?a, publicados en el cat¨¢logo de primera exposici¨®n.
Con una admirable econom¨ªa de medios, la fot¨®grafa consigue describir sus personajes y narrar sus propias aventuras, sin que, finalmente, al lector le importe saber si est¨¢ navegando por un mar de realidad o si se ha sumergido en aguas de fantas¨ªa.
Vidas legendarias, "los hermanos Tippel, personajes arruinados", una "sociedad selecta" integrada por marineros anclados en su pen¨²ltimo puerto, vagabundos de opereta y m¨²sicos ambulantes. Y un poco m¨¢s all¨¢ de las puertas salvadoras de 1a pensi¨®n esperan amenazantes las gitanas de la buenaventura, los fulleros, los chulos y sus putas lamentables, los ni?os tullidos y enfermos que escuchan en ¨¦xtasis al acordeonista... "Un sujeto viejo y gordo, que seguro ya era muy, muy rico, me persegu¨ªa con el bast¨®n alzado grit¨¢ndome: "?No te atrevas a fotografiarme!". Me alegr¨¦ de volver a estar en la fonda. All¨ª hab¨ªa muchos alemanes, no se atrever¨ªan a entrar".
"Fue una tarde muy emocionante", concluye la osada ya a salvo. Pero antes ha escrito: "Un d¨ªa por la tarde, en Barcelona, cog¨ª mi peque?a c¨¢mara Leika e hice una incursi¨®n por el barrio Chino. All¨ª encontr¨¦ a mis amigos, los tramposos de las cartas. A su alrededor, una gran cantidad de gitanos y c¨®mplices. ?Val¨ªa la pena sacar una foto! Hice una con rapidez y prepar¨¦ 1a siguiente, pero ya me hab¨ªan visto. Todos me miraron con cara de pocos amigos, pensaban que deb¨ªa ser una chivata de la polic¨ªa y que har¨ªa uso de las fotos en su contra. Adoptaron todos una actitud amenazante. El fulero tramposo se levant¨® de inmediato y empez¨® a gritarme: "Ya nos has fotografiado?". "No, acabo de empezar, pero me hab¨¦is descubierto demasiado pronto". Tres de sus c¨®mplices saltaron hacia m¨ª: "?Qu¨¦ quieres de nosotros? ?L¨¢rgate y no te dejes ver m¨¢s por aqu¨ª!". Me re¨ª compasivamente de ellos y me fu¨ª. Pero ya no pude trabajar con tranquilidad en 1a calle del Mediod¨ªa".
Ese "?Val¨ªa la pena sacar una foto!" define una personalidad e inaugura un modo de hacer in¨¦dito hasta entonces en Espa?a. Juan Jos¨¦ Lahuerta reflexiona sobre su significado en el cat¨¢logo de la exposici¨®n: "Sus fotos est¨¢n mal encajadas y torcidas, pero, sobre todo, entre el objetivo y las gentes no hay casi aire, no hay distancia: est¨¢n en el mismo lado. Sacar, disparar y captar una imagen secreta; disparar y atrapar la imagen; disparar y cazar; pero, claro, ?no era 1a met¨¢fora del cazador la m¨¢s empleada en la Alemania de los reci¨¦n estrenados a?os treinta para referirse a ese nuevo personaje que, a decir de muchos, iba a sustituir al fot¨®grafo de prensa: el fotorreporter?".
El fotorreporterismo fue el camino elegido por Michaelis. Los trofeos de sus primeras cacer¨ªas quedaron al cuidado de los amigos alemanes de la pensi¨®n cuando ella se march¨® despu¨¦s de su primera estancia provisional. Antes de que regresase para establecerse, en 1933, algunas de las fotos ya se hab¨ªan publicado. Un grupo de arquitectos de vanguardia barceloneses -el GATCPAC- las utiliz¨® en su revista AC como ilustraci¨®n de sus propuestas para sanear los suburbios de 1a ciudad.
Pero las fotograf¨ªas vivas de Michaelis son mucho m¨¢s que una ilustraci¨®n. Se han convertido por s¨ª mismas en una denuncia silenciosa, un grito sin voz. No hay necesidad de a?adirles nada, ni tan siquiera un "pie de foto". Por s¨ª mismas sustituyen a cualquier texto. Cuando abandon¨® Espa?a se fue a Par¨ªs. Tambi¨¦n all¨ª fue fot¨®grafa de prensa ("fot¨®grafo", dec¨ªan entonces). En una visita a sus padres aprovech¨® para meterse en el mercado del gueto jud¨ªo de Cracovia. Esas fotograf¨ªas, como las de Roman Vishniac, han servido para sacar a la luz las atrocidades sufridas por el pueblo jud¨ªo bajo el dominio nazi. Michaelis segu¨ªa siendo una cazadora.
Margaret Michaelis: fotograf¨ªa, vanguardia y pol¨ªtica en la Barcelona de la Rep¨²blica, es la primera gran retrospectiva de la fot¨®grafa que se celebra en Espa?a. Puede verse en el Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM), hasta enero de 1999.
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