El ex comunista imp¨¢vido
Massimo D'Alema, el nuevo primer ministro italiano, posee grandes dosis de sangre fr¨ªa y siente aversi¨®n hacia la prensa
Las primera decisi¨®n de Massimo D'Alema como primer ministro ha sido tan ins¨®lita como reveladora. El nuevo inquilino de Palazzo Chigi, sede del Gobierno italiano, ha anunciado la retirada de todas las querellas que ten¨ªa presentadas en los tribunales contra diversos periodistas. La decisi¨®n habr¨¢ hecho pensar a ¨¦stos que el nuevo jefe del Ejecutivo viene en son de paz, pero, con o sin querellas, lo que resulta obvio es que la aversi¨®n de D'Alema hacia los periodistas es un punto capital de su personalidad. El hombre que asume hoy el poder en Italia detesta cordialmente a la prensa e incluso ha llegado a considerar un "signo de civilizaci¨®n" no comprar los peri¨®dicos. La cosa es tanto m¨¢s curiosa por cuanto con los datos biogr¨¢ficos de Massimo D'Alema en la mano se comprueba que si ha tenido alguna profesi¨®n en su vida, aparte desde luego de la de dirigente pol¨ªtico, es la de periodista. El hoy primer ministro italiano ejerci¨® de 1988 a 1990 como director de L'Unit¨¢, ¨®rgano del Partido Comunista Italiano (PCI). Es cierto que la prensa, particularmente la de izquierdas, ha sido dura con este hombre forjado en la escuela del PCI. Cuando en julio de 1994 D'Alema conquist¨® el liderazgo de su partido, tras la dimisi¨®n de Achille Occhetto, que asumi¨® con este gesto el descalabro electoral del PDS en las elecciones de marzo de ese a?o, un diario romano se refiri¨® al vencedor, D'Alema, llam¨¢ndole "El pu?o del partido". M¨¢s recientemente, a lo largo de los dos a?os y medio del Gobierno de El Olivo dirigido por Romano Prodi, D'Alema se ha sentido v¨ªctima de las intrigas informativas hasta el punto de denunciar m¨¢s de una vez a la prensa como la culpable de crear un clima de desconfianza entre el ex primer ministro y su principal aliado.
Los periodistas no se han mordido la lengua a la hora de insinuar la sombra de la conjura en la ¨²ltima crisis, la que ha llevado a D'Alema a la jefatura del Gobierno y ha jubilado a Prodi. Para nadie era un secreto que el l¨ªder del PDS acariciaba el sue?o de llegar a la presidencia del Gobierno italiano desde el d¨ªa en que la coalici¨®n de centro-izquierda, El Olivo, gan¨® las elecciones en abril de 1996. Entonces era demasiado pronto, a D'Alema le faltaba un poco de rodaje internacional. Pero el l¨ªder del PDS, que es un hombre tenaz, ha hecho grandes progresos. Ha aprendido espa?ol y estudiado aceleradamente ingl¨¦s -el franc¨¦s lo aprendi¨® en la escuela- siempre pensando en el relevo. La gran hora lleg¨®, finalmente, el pasado d¨ªa 9, cuando Fausto Bertinotti, l¨ªder del partido de Refundaci¨®n Comunista, retir¨® el apoyo al Gobierno y Prodi dimiti¨®.
D'Alema, un Aries testarudo, nacido en Roma el 20 de abril de 1949, ten¨ªa a su favor su larga experiencia en una escuela pol¨ªtica de las m¨¢s duras: el PCI, donde "no se regalaban los diplomas", como recuerda un cronista pol¨ªtico. Una escuela a la que lleg¨® de la mano de su padre, Giuseppe D'Alema, antifascista y diputado del PCI, que le inscribi¨® en el partido como pionero cuando a¨²n era un ni?o. En 1962, con apenas 13 a?os, intervino por primera vez en un acto oficial, pronunciando unas palabras ante el l¨ªder hist¨®rico Palmiro Togliatti. A partir de ah¨ª, todo fue un camino ascendente. En plazo breve es nombrado secretario de las juventudes, y en 1983 secretario regional de la Puglia (en el sur); de ah¨ª pasa a hacerse cargo de la direcci¨®n de Prensa y Organizaci¨®n del partido. Conquista un acta de diputado en 1987 por Gallipolli, es reelegido en 1992 y pasa a portavoz parlamentario.
Es un ascenso de manual por el resbaladizo escalaf¨®n de un partido que reclama fidelidad absoluta a los dogmas. Pero su habilidad personal le sit¨²a en los a?os de la gran transformaci¨®n del partido como n¨²mero dos a las ¨®rdenes de Achille Occhetto. Con ¨¦ste participa en la larga marcha ideol¨®gica del PCI, que abandona los ideales marxistas y pasa a convertirse en un partido de corte socialdem¨®crata, con una encina (Quercia) como s¨ªmbolo. El nuevo Partido Dem¨®crata de Izquierdas (PDS) se estrella en las elecciones de marzo de 1994, perdiendo m¨¢s de un mill¨®n de votos. Occhetto, amargado, presenta su dimisi¨®n, y en julio de ese a?o Massimo D'Alema es elegido nuevo secretario general. El PDS, dirigido por la mano tranquila de D'Alema ("un pol¨ªtico jam¨¢s debe mostrar ansiedad", ha dicho alguna vez), se embarca en la experiencia de El Olivo, la coalici¨®n de centro-izquierda nacida en 1995, que aglutina a media docena de partidos, desde liberales cat¨®licos hasta verdes y ex comunistas. Meses despu¨¦s del triunfo en las elecciones del 21 de abril de 1996 es elegido vicepresidente de la Internacional Socialista, y un a?o despu¨¦s asume la presidencia de la comisi¨®n Bicameral, formada con la misi¨®n de reformar la Constituci¨®n italiana. ?stos son los diplomas de D'Alema; los otros, los universitarios, no parecen haberle preocupado nunca demasiado. Dej¨® los estudios en la Normal de Pisa, despu¨¦s de la convulsiva etapa del 68, para sumergirse de lleno en la pol¨ªtica.
No hay dudas, no hay vacilaciones, no hay ruptura generacional en su vida. Aunque m¨¢s que la figura del padre, parece haber sido la de la madre, la se?ora Fabiola, conocida como El General, la determinante de la personalidad de un hombre en el que los amigos destacan la firmeza, la tozudez, la sangre fr¨ªa y la capacidad de mostrarse siempre tranquilo como las principales caracter¨ªsticas. D'Alema se retrata a s¨ª mismo con trazos m¨¢s despiadados. "Peco de una cierta arrogancia intelectual, y reconozco que para un pol¨ªtico se trata de un defecto desagradable. Tengo adem¨¢s mal car¨¢cter, lo que me lleva a cometer errores".
Su segunda mujer -la primera muri¨® en un accidente-, Linda Giuva, una funcionaria de los archivos del Estado de 45 a?os, reconoce que Massimo s¨®lo desvela su lado afectivo cuando se trata de hablar de los hijos: Giulia, de 12 a?os, y Francesco, de 8. Entonces s¨ª, el sesudo dirigente ex comunista es capaz de comentar que Giulia se le parece, que es tozuda y no reprime las protestas cuando a pap¨¢ D'Alema le da por embarcarles a todos en el magn¨ªfico velero del que es copropietario. Un barco mil veces citado como s¨ªmbolo de las ansias de mando de su due?o.
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