Desayuno con (21) aforismos
El futuro se diferencia del pasado en que a¨²n podemos predecirlo. El pasado, en cambio, es imprevisible. A una Europa con autosuficiencia alemana, reticencia brit¨¢nica, contradicciones francesas, caos italiano e ingenuidad espa?ola s¨®lo le podr¨ªa faltar socioling¨¹¨ªstica valenciana. La ¨²nica alternativa razonable al suicidio es la curiosidad. Entre el jazz y el rock hay la misma distancia que entre la esquizofrenia y la paranoia. Charlie Parker y Bob Dylan, por ejemplo. Una piedra no es m¨¢s admirable que un hombre por su capacidad de perduraci¨®n. Si el hombre fuera eterno continuar¨ªa pareciendo igualmente pat¨¦tico. Deber¨ªamos relacionarnos con el mal como un ni?o con un cactus. Observarlo -enigm¨¢tico-, admirarlo, desearlo con todas nuestras fuerzas. Y caer en la tentaci¨®n de tocarlo con la terrible seguridad de que nos pincharemos. La izquierda siempre ha desconfiado de la caridad. Ha considerado la caridad como un valor sintom¨¢tico de la derecha, una operaci¨®n mixtificadora que tiene por objetivo escamotear la aut¨¦ntica justicia. Quiz¨¢ por eso la gente de izquierdas suele ser m¨¢s autodestructiva que la de derechas: ya se sabe que la caridad bien entendida comienza por uno mismo. En todo caso, es un problema insoluble: ?es tan dif¨ªcil impartir justicia sobre ti mismo! Las personas con las que no nos hablamos son como esos animales -gatos y perros, ratas y conejos, quiz¨¢ serpientes- que, asaltados por un autom¨®vil demasiado veloz para detenerse, se han quedado en la cuneta, despanzurrados y pudri¨¦ndose. En las carreteras de la desolaci¨®n. A quien, con raz¨®n o sin ella, te acusa de obsceno, o de ego¨ªsta, o de fr¨ªvolo, o de ambicioso, deber¨ªas esforzarte por parecerle a¨²n m¨¢s obsceno, o m¨¢s ego¨ªsta, o m¨¢s fr¨ªvolo, o m¨¢s ambicioso. S¨®lo as¨ª, por sobreactuaci¨®n, ser¨¢ capaz de entender qu¨¦ est¨²pido resulta -y qu¨¦ banal- que un hombre acuse a otro de los vicios que constituyen la entera condici¨®n humana. Detr¨¢s de algunos pol¨ªticos valencianos hay siempre el eco de una masclet¨¢. Eso a ellos no les quita el sue?o, pero a otros les impide dormir. Deber¨ªamos de empezar a prohibir que las religiones se apropien del nombre de Dios. Dios es demasiado importante para dejarlo en manos de sus funcionarios. Una religi¨®n que nos quisiera convencer de cualquier tema -el sexo o el aborto, o la pena de muerte- sin recurrir a la autoridad divina ser¨ªa rechazada. As¨ª sea. Imaginar una sociedad, igualmente puritana, donde lo ¨²nico que se le reprochara a Clinton fuera su condici¨®n de fumador de habanos. Incluso un presidente de los Estados Unidos deber¨ªa saber que, en esas circunstancias, lo m¨¢s apropiado era un buen polvo. La diferencia entre la obra bien hecha y la obra mal hecha a veces radica en algo tan insignificante como saber poner una coma. He aqu¨ª las nuevas clases sociales: los que dominan y los que no dominan la sintaxis. Un fantasma recorre Europa: el solecismo. La mirada de Lauren Bacall. Lo puramente animal en ella. Y s¨®lo el blanco y negro es capaz de revelarlo. De oficio, alegrarse con los errores del pr¨®jimo. Corramos un tupido velo sobre la profesi¨®n de su madre. Un tipo tan perezoso que ni siquiera ten¨ªa enemigos. El conocimiento requiere siempre un acercamiento a su objeto. El reconocimiento, en cambio, necesita una distancia. Por eso nos resulta tan dif¨ªcil aceptar que alguno de nuestros coet¨¢neos pueda ser un genio. ?La generaci¨®n del 98? No me impresiona. Su ¨²nico m¨¦rito extraliterario fue confundir el patriotismo con la ictericia. Hay d¨ªas en que me levanto y querr¨ªa salvar al mundo. Antes de desayunar, es el propio mundo el que me disuade. Por mi bien.
Joan Gar¨ª es escritor.
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