Crecer en exceso es decaer
CARLES DOL?Un estado febril de grandeza hace palpitar las capitales valencianas. No existe otra obsesi¨®n en los planes urban¨ªsticos, en el sector de la construcci¨®n, entre las autoridades pol¨ªticas que nos gobiernan: el crecimiento en extensi¨®n, el desarrollo urbano entendido como ocupaci¨®n de territorio para obras de nueva planta, construir vol¨²menes de arquitectura bien visible... Alicante libera suelo para 30.000 nuevas viviendas, el nuevo plan de ordenaci¨®n de Elche duplica el suelo urbanizable del municipio, las promotoras tienen programadas en Valencia inversiones sobre 3,5 millones de metros cuadrados, un informe de la Consejer¨ªa de Obras P¨²blicas considera excesivo el crecimiento programado para Castell¨®n... Las cifras bailan seg¨²n los meses, pero son sobre todo noticias grandiosas que nos hablan de cantidades. Si se suman las viviendas a construir en los pr¨®ximos tiempos en nuestras capitales se puede llegar a contabilizar m¨¢s de 100.000. ?C¨®mo se explica su oportunidad? ?Ser¨¢ que las viviendas ya no se hacen necesariamente para que tengan ocupantes? No se concibe o, mejor, no se anuncia otro desarrollo urbano. Pero podr¨ªa haberlo. En nuestras ciudades subsisten intersicios (solares sueltos, bolsas de suelo, terrenos con usos obsoletos) sin edificar; existen amplias zonas, en los centros hist¨®ricos y en la periferia, necesitadas de urgentes y fuertes inversiones de reforma, regeneraci¨®n y reconstrucci¨®n; analizado desde un ¨¢mbito metropolitano puede haber puntos concretos en que haga falta suelo. Pero las decisiones son municipales y cada Ayuntamiento repite y multiplica las mismas opciones (de pol¨ªgonos industriales, zonas de ocio, diversas tipolog¨ªas de viviendas...) aunque no tengan justificaci¨®n. No hay que subestimar la megaloman¨ªa pol¨ªtica como agente urbanizador. La inexistencia de reflexi¨®n sobre la perspectiva de nuestras capitales se traduce en una concepci¨®n pr¨¢ctica de crecimiento cuyos l¨ªmites convenientes nadie pretende establecer. Subyace la idea de que deber¨¢ ser indefinido. Y se plasma en urbes desarticuladas, en metr¨®polis que existen y que como organismo no funcionan porque ni siquiera son reconocidas como tales. En nuestras ciudades desaparece el deseable protagonismo de las formas y el paisaje urbano por ser obst¨¢culos (supuestos no reales) a la econom¨ªa cremat¨ªstica. Las consideraciones ambientales se apartan o falsean porque llevar¨ªan a renunciar a implantaciones edificadas, a consolidar suelos en sus usos agr¨ªcolas o forestales, a respetar entornos naturales por su simple valor visual... Se echan de menos intervenciones de conjunto que busquen estados de simbiosis. En cambio, se sustituyen por detalles de destreza arquitect¨®nica individual, con demasiada frecuencia de nulo inter¨¦s, sin relaci¨®n con el alma colectiva. Con la concepci¨®n de la ciudad construida de crecimiento sin l¨ªmites es posible que gane la econom¨ªa monetarista, pero pierden el medio, el territorio y la socialidad. Los resultados ya los conocemos: se dieron en los a?os sesenta y setenta con el aumento exponencial de las periferias de Valencia o Alicante. Pero en aquellos a?os desastrosos para el urbanismo al menos exist¨ªa la necesidad de construir viviendas para la poblaci¨®n trabajadora que inmigraba a nuestras ciudades. Hoy ni siquiera eso. Hoy la raz¨®n es el negocio y estamos en v¨ªas de perder definitivamente la posibilidad de hacer bellas, sanas y habitables las capitales valencianas. Con lo que programan los planes urbanos en redacci¨®n para Alicante, Elche y el resto de municipios vecinos se llegar¨ªa a una metr¨®polis de cerca del mill¨®n y medio de habitantes: ?Es una perspectiva realista para la calidad de vida? Es decir, para la condici¨®n urbana. Cuando existe coincidencia entre urbanistas sobre la idoneidad funcional y de habitabilidad de las ciudades de tama?o medio (alrededor de 250.000 habitantes) nos empe?amos en multiplicar el tama?o de las nuestras. Despu¨¦s de todo una concepci¨®n puramente cuantitativa del urbanismo no tiene por qu¨¦ prestar demasiada atenci¨®n a par¨¢metros de calidad. La periferizaci¨®n contin¨²a en estos momentos y entiendo por ello ese proceso de crecimiento sin consideraciones est¨¦ticas, liberado de criterios paisaj¨ªsticos de conjunto y furtivo de premisas ambientales. El fen¨®meno alcanza incluso a zonas de alto standing. S¨ª, pero crecemos. Caballo grande. Ahora bien: ?Son superiores las ciudades m¨¢s grandes del planeta? ?Se vive mejor cuanto mayores son? ?Tiene m¨¢s prestigio una ciudad por el hecho de que tenga m¨¢s suelo urbanizable y m¨¢s viviendas posibles, aunque quedasen vac¨ªas? ?La sociedad postindustrial exige t¨¦rminos municipales colmatados? ?No es hora de tener la imaginaci¨®n de pensar que determinados cascos urbanos no crezcan m¨¢s? La frase que da t¨ªtulo a este art¨ªculo es una m¨¢xima oriental.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.