Lo real y lo virtual
La airada reacci¨®n de Arzalluz al conocer los resultados electorales confirma los desajustes entre el principio de realidad y el imaginario nacionalista en la pol¨ªtica vasca. Parece absurdo de solemnidad que el l¨ªder de un partido que acaba de ganar unas elecciones convierta, con su irritada actitud, una victoria en derrota. Y, sin embargo, si Arzalluz reaccion¨® as¨ª fue porque no se reconoci¨® en el espejo. Arzalluz tiene en la cabeza un Pa¨ªs Vasco a imagen y semejanza del PNV. El retrato pol¨ªtico que surgiera de las urnas deb¨ªa devolverle de modo especular su propia imagen. Y la marea nacionalista de las primeras encuestas del Gobierno vasco no lleg¨®. Con gran sorpresa Arzalluz se encontr¨® con un retrato lleno de sombras.Como ha dicho Kepa Aulestia, el PNV con s¨®lo un 30% de los votos, dada su centralidad en el espacio pol¨ªtico vasco y dada la enorme distancia entre los extremos, ha conseguido reinar durante muchos a?os como si tuviera mayor¨ªa absoluta. De pronto, una simple p¨¦rdida porcentual de dos puntos (con un esca?o menos, pero cuarenta mil votos m¨¢s) ha sido sentida por Arzalluz como un zarpazo del principio de realidad. El Pa¨ªs Vasco no es tan moldeable a los designios del PNV como parec¨ªa. Por detr¨¢s, Euskal Herritarrok le amenaza el monopolio del nacionalismo. Enfrente, el crecimiento del PP le recuerda que este pa¨ªs no es homog¨¦neo y que no puede haber soluci¨®n en la que no quepan todos. Y Arzalluz se indigna, porque cree que su generosidad no ha sido compensada. Que tanto el Partido Popular como Euskal Herritarrok, por razones distintas, se benefician del trabajo que el PNV hizo. El art¨ªfice de la tregua se encuentra con que la gente premia a los duros de cada bando. Precisamente porque la ciudadan¨ªa quiere, por encima de todo, que el proceso de fin de la violencia termine bien. Y valora mucho m¨¢s este objetivo que la fantas¨ªa nacionalista del retablo de Estella.
La confusi¨®n en torno al principio de realidad es recurrente en la pol¨ªtica nacionalista vasca. Los que han seguido los m¨ªtines de Euskal Herritarrok durante esta campa?a (y los de HB antes) destacan el papel central acordado a la cuesti¨®n de los presos, con unas escenograf¨ªas muy ritualizadas. Y muchos pronostican que la cuesti¨®n de los presos ser¨¢ m¨¢s decisiva y complicada en el proceso hacia el final de la violencia que la soberan¨ªa y la autodeterminaci¨®n. Todo ello como consecuencia de una cierta conciencia confusa de la realidad, organizada en torno a una idea de conflicto que tiene mucho de virtual. Porque en el contencioso de la sociedad vasca con el Estado, que ha sido alimento espiritual del mundo abertzale durante la larga historia de ETA, finalmente, s¨®lo quedan dos elementos de realidad: las v¨ªctimas y los presos.
Los presos son una baza de cohesi¨®n del mundo abertzale y, por tanto, un factor de negociaci¨®n para ETA. Del mismo modo que son un arma que tiene el Gobierno en su mano para modular su estrategia. Pero, m¨¢s all¨¢ de esta utilidad pol¨ªtica, los presos son el elemento objetivo que da dimensi¨®n de realidad a la doctrina del conflicto. El principio de realidad est¨¢ invertido. Es en tanto que hay presos y v¨ªctimas que se puede cultivar la idea de que ha habido (y hay) un conflicto real entre Euskadi y el Estado y extenderla hasta convertirla en un lugar com¨²n, aceptado por todos. De ah¨ª que sea razonable pensar que la cuesti¨®n de los presos ser¨¢ un proceso de lenta resoluci¨®n. No s¨®lo por las resistencias que hay entre la ciudadan¨ªa espa?ola a aceptar la liberaci¨®n de presos con delitos de sangre y por los muchos problemas jur¨ªdicos que plantea, sino tambi¨¦n porque ETA y su entorno son los primeros interesados en que las cosas no vayan deprisa. El d¨ªa en que los presos est¨¦n en la calle ya s¨®lo quedar¨¢ un factor de realidad del conflicto entre Euskadi y el Estado espa?ol: las v¨ªctimas. Y las v¨ªctimas est¨¢n en su mayor¨ªa del otro lado. El fin de la violencia en Euskadi pasa tambi¨¦n por que el principio de realidad emerja entre las construcciones de los imaginarios nacionalistas. Es lo que ocurri¨® el domingo.
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