Amarga victoria
En la noche electoral del pasado 25, la sede electoral del PNV ofrec¨ªa dos rostros bien diferentes. Uno, sonriente y abierto, el del nuevo lehendakari Ibarretxe, satisfecho por las posibilidades que se abren para su partido y su pol¨ªtica al mantener con claridad la condici¨®n de minor¨ªa m¨¢s votada en Euskadi; otro, el de Xabier Arzalluz, hosco e irritado, soltando acusaciones contra una supuesta campa?a sucia en que los partidos estatalistas y sus secuaces agitaron espantajos como la independencia o la persecuci¨®n de los no nacionalistas, alentando de esta guisa un voto del miedo.Ambas posiciones se encuentran justificadas, y en particular la segunda, dado el ¨¦nfasis que hab¨ªa puesto Arzalluz en una jugada a tres bandas -paz dentro del pacto de Lizarra con HB, apoyo a Aznar, avance en votos del PNV para consolidar su liderazgo-, muy alambicada y que claramente no alcanz¨® los resultados pretendidos. El PNV se ve, para su propia sorpresa, con casi dos puntos de p¨¦rdida en porcentajes y un diputado menos. Al haber bajado a¨²n de forma m¨¢s acusada EA, su socio en el gobierno, resulta algo elemental: la radicalizaci¨®n del nacionalismo democr¨¢tico, confirmada por su adhesi¨®n al pacto de Lizarra, provoca un retroceso electoral, en tanto que los beneficiarios del acuerdo, como por lo dem¨¢s era l¨®gico, son quienes mediante ¨¦l afirmaron su hegemon¨ªa e impusieron sus objetivos. Desde los tiempos de Aguirre y de Gudari, en los a?os 30, la idea del frente nacional constituye una trampa para el nacionalismo moderado y un sue?o para los radicales, supuesto que se hace, entonces y ahora, en el terreno de una ortodoxia cuya ¨²ltima meta no es otra que la independencia. Debieran saberlo en un lugar que se llama precisamente Sabin Etxea.
Por lo dem¨¢s, si en el terreno de la construcci¨®n nacional, de los grandes objetivos para el futuro pol¨ªtico de la sociedad vasca, PNV y HB (ETA) coinciden, y firman un pacto en ese sentido, tampoco debe extra?ar que quienes no desean o no pueden formar parte de ese "pueblo vasco", versi¨®n Arzalluz y Otegi, hayan mirado con estupor tal convergencia. Y reaccionen como en la deriva de los continentes, abriendo distancias con el voto a lo m¨¢s espa?ol, al PP. Una fractura que tiene asimismo lugar entre las provincias, con el predominio radical en Guip¨²zcoa y el hispan¨®filo de ?lava. Queda el bizkaitarrismo como en tiempos de Sabino, pero de hacer naci¨®n, poco.
La t¨¢ctica de Arzalluz tiende de este modo a reforzar el espa?olismo en las capitales vascas, reproduciendo la vieja confrontaci¨®n con el carlismo aut¨®ctono rural, e impulsa al PP como un gran partido en Euskadi, mientras el PNV se queda estancado. Y es que no basta hablar de integraci¨®n en dos semanas de campa?a si detr¨¢s hay varios a?os de creciente confrontaci¨®n con lo vasco-espa?ol, desde los programas de Euskal Telebista a las mochilas con piedras o al vandalismo intimidatorio de la kale borroka, cuidadosamente olvidada en aras de la fraternidad nacional. Ojal¨¢ sea cierto, como sugiere Sol¨¦ Tura evocando su di¨¢logo con Anasagasti en torno al Gernika, que el PNV no se toma en serio los objetivos por los que clama, pero mientras se comprueba este extremo, la desconfianza es de rigor. Es m¨¢s, de acuerdo con la trayectoria reciente, al desautorizar a la Constituci¨®n y al Estatuto en nombre del "soberanismo", el PNV ha tomado un camino en que toda concesi¨®n que reciba aparece como in¨²til para estabilizar la relaci¨®n pol¨ªtica con el Estado espa?ol, pues la meta se sit¨²a siempre en un m¨¢s all¨¢.
As¨ª que por un lado se fomenta el esp¨ªritu de enfrentamiento con los dem¨®cratas no nacionalistas y por otro los aliados pol¨ªticos de ETA reciben del PNV un aval que les permite competir cual si fueran ¨¢ngeles de la paz. ?Qui¨¦n puede extra?arse de que progresen a costa del nacionalismo democr¨¢tico y de esos curiosos partidarios de la autodeterminaci¨®n generalizada y de la Espa?a federal que son Madrazo y Anguita? Cierto que a EH o HB o ETA pol¨ªtica, como quiera llamarse, le faltan a¨²n cuadros y cierta mesura. El pelo de la dehesa est¨¢ ah¨ª. Ahora bien, si saben superar los vicios de origen y el PNV legitima de vez en cuando la independencia a corto plazo, su progreso puede seguir. No ser¨¢n el PSOE y el PP quienes lo paguen. En particular si Arzalluz sostiene el rumbo marcado en Lizarra y reserva a HB el papel de tutor de un gobierno precario PNV-EA.
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