Tiempo de moderaci¨®nJOSEP RAMONEDA
Una vez m¨¢s, se ha comprobado que cuando los mecanismos democr¨¢ticos intervienen en la resoluci¨®n de conflictos producen efectos moderadores. No voy a entrar ahora a analizar esta caracter¨ªstica del sistema democr¨¢tico que tiene sus pros y sus contras, porque si por una parte sirve para encontrar soluciones con amplio consenso, por otra deja el territorio de la negaci¨®n y de la contestaci¨®n, necesario para que una sociedad no caiga en la indiferencia, desocupado o en manos del radicalismo (el terrorismo europeo de posguerra tiene que ver con ello). Simplemente, constatar los hechos: una semana despu¨¦s de las elecciones vascas, la tensi¨®n en torno a la cuesti¨®n nacional que hab¨ªa acompa?ado al anuncio de tregua por parte de ETA ha desaparecido, y el Gobierno se apresta a afrontar la negociaci¨®n con ETA con la cuesti¨®n de los presos como ¨²nico tema. Los tres partidos nacionalistas perif¨¦ricos y medio (el medio es Uni¨®, que practica una adhesi¨®n vergonzante mandando una representaci¨®n de segundo nivel) que, antes de la declaraci¨®n de Estella, hab¨ªan lanzado el debate sobre la Constituci¨®n y los derechos de soberan¨ªa en su Declaraci¨®n de Barcelona (corregida y aumentada posteriormente en Vitoria) han bajado s¨²bitamente el list¨®n en Santiago de Compostela. La Constituci¨®n ya no requiere una revisi¨®n, sino una relectura. Y el ¨®rdago sobre las instituciones se reduce a una modificaci¨®n del sistema de elecci¨®n de los miembros del Tribunal Constitucional que les permita incorporar a gentes sensibles a sus argumentos, en una rotunda desmitificaci¨®n del principio de independencia del poder judicial. Los nacionalistas son expertos en el zigzagueo t¨¢ctico y en la combinaci¨®n del ideologismo m¨¢s encendido con el pragmatismo m¨¢s descarnado. De modo que esta ¨²ltima rectificaci¨®n de rumbo explica su lectura de las elecciones vascas. Han entendido que la radicalizaci¨®n s¨®lo favorece a los radicales, a los que representan con mayor claridad los dos polos opuestos del conflicto, porque votarles es la mejor manera de evitar que una de las partes resuelva el problema unilateralmente. Han comprendido que con mayor¨ªas de escaso margen no se pueden proponer reformas que por su car¨¢cter estructural, definitorio del marco de acci¨®n pol¨ªtica, requieren un amplio consenso social si no se quiere asustar a los sectores m¨¢s moderados del electorado, que son sus votantes. Las elecciones vascas han dejado claro que ni siquiera el fin de la violencia era argumento suficiente para que la ciudadan¨ªa se desplazara masivamente hacia el programa nacionalista de m¨¢ximos. Y han constatado que la pol¨ªtica del Gobierno del Partido Popular de rechazo de las reivindicaciones de los nacionalistas perif¨¦ricos no le da malos resultados tanto en lo pol¨ªtico como en lo electoral. Cada episodio m¨¢s o menos ruidoso con el Gobierno ha acabado con un repliegue de los nacionalistas que ha servido para asentar un poco m¨¢s al Gobierno popular. De ah¨ª que se oigan voces, desde el mismo nacionalismo, contra tanto cambio de direcci¨®n t¨¢ctico, que a la larga s¨®lo sirve para aumentar la sospecha de que los nacionalistas ni pueden ni quieren. De modo que han pasado las elecciones vascas y ya no se habla ni de autodeterminaci¨®n ni de soberan¨ªa. El Gobierno puede imponer su ritmo al proceso de pacificaci¨®n. Incluso Euskal Heritarrok, ocupada en el aprendizaje de la navegaci¨®n dentro del sistema que ETA decidi¨® y el electorado corrobor¨®, est¨¢ m¨¢s pendiente de movilizar a los suyos para las nuevas tareas y de concentrar los esfuerzos en las pr¨®ximas elecciones municipales que de grandes reivindicaciones y exigencias. Los estrategas de ETA y de EH saben que cuando se renuncia a las pistolas en democracia, si se quiere tener peso e influencia se necesitan votos y plataformas de poder, y ¨¦stas pueden encontrarlas en ayuntamientos y diputaciones. A por ellas van: es ahora su prioridad. S¨®lo cuando hayan acumulado fuerzas en este terreno estar¨¢n en condiciones de lanzar sus ¨®rdagos. Y los ¨®rdagos desde los puestos de responsabilidad son muy distintos que desde el mundo irreal de la clandestinidad y de la organizaci¨®n doctrinaria. Porque el problema de fondo es tan simple de enunciar como complejo de concretar. El grado de descentralizaci¨®n de Espa?a es hoy, probablemente, el m¨¢s alto de Europa. Al Pa¨ªs Vasco apenas le quedan competencias importantes que asumir. Ninguna de las transferencias pendientes da para titulares de prensa. Y en estas circunstancias la pretensi¨®n del PNV es dar aureola de derechos a lo que hasta ahora ha presentado como conquistas gracias a su habilidad en la negociaci¨®n y el regateo. Catalu?a tiene m¨¢s campo que recorrer, en la medida en que la financiaci¨®n vasca va por delante. En este empe?o en conseguir la conversi¨®n del huevo en fuero, aparece la problem¨¢tica cuesti¨®n del hecho diferencial. Los nacionalistas catalanes y vascos quieren que todo el mundo sepa que son distintos y que esta diferencia tenga car¨¢cter de ley, prendidos del obsceno principio nacionalista que dice: "no somos un pa¨ªs cualquiera". Pero uno es diferente en lo que realmente lo es (la lengua, el derecho propio y muy pocas cosas m¨¢s); todo lo dem¨¢s basta que otros lo quieran para que tengan el mismo derecho a tenerlo. Por eso, Miquel Roca ha insistido esta pasada semana en que a nadie se le puede negar lo que uno ha conseguido; dicho de otro modo, que inevitablemente Catalu?a al convertirse en l¨ªder del proceso de ampliaci¨®n de los techos estatutarios arrastraba a los dem¨¢s tras de s¨ª. Lo escrib¨ª semanas atr¨¢s: puede que se haya acabado el caf¨¦ para todos, pero todos tienen derecho a caf¨¦. En estas circunstancias, con el Gobierno del PP reforzado en su intransigencia de fondo por los resultados electorales y con los nacionalistas perif¨¦ricos sin otra alternativa que maniobrar entre el ruido reivindicativo c¨ªclico y el apoyo continuado al PP, se pueden apuntar dos cosas: primera, que el Tribunal Constitucional puede ser el terreno de negociaci¨®n al que quede finalmente circunscrita toda la palabrer¨ªa reivindicativa de los ¨²ltimos meses. Y, segunda, que la distensi¨®n poselectoral va en la direcci¨®n de una hip¨®tesis de futuro: si la tregua se consolida, si el abertzalismo radical entra definitivamente en la senda constitucional, el final de este episodio puede ser una consolidaci¨®n del frente de centro derecha gobernante. La alianza PP, PNV, CiU puede convertirse en estable y asegurar durante muchos a?os una mayor¨ªa de gobierno que dificulte enormemente el retorno del PSOE al poder.
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